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DE:JUAN DAVID ESPINOSA

EST.2024

EL COLONIALISMO BELga

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Imperialismo: El imperialismo se refiere a la política de un país para extender su influencia, poder y dominio sobre otros países, ya sea mediante medios militares o diplomáticos. Características: No implica el establecimiento de colonos en el país sometido. Busca aumentar el poder geopolítico y económico del país imperialista.

Que es el imperialismo

El colonialismo es una práctica de dominación y control político de un país o nación sobre otro. Incluye la ocupación por parte de colonos del país colonizado y la explotación económica del mismo. Características: Implica establecer colonos en el país colonizado.

colionalismo y resumen

El Imperio colonial belga fue un conjunto de colonias, dependencias y territorios obtenidos por Bélgica durante el reparto de África en el último tercio del siglo XIX. El rey Leopoldo II logró obtener la mayor parte de la región del Congo. Bélgica controló dos grandes colonias durante su historia:

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el imperio belga

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Control Económico:

  • Bélgica estableció un sistema de explotación económica en el Congo.
  • Se enfocó principalmente en la extracción de marfil, caucho y otros recursos naturales valiosos2.
Colonias Principales:
  • Congo Belga (hoy República Democrática del Congo):
  • Bélgica gobernó esta colonia desde 1908 hasta 1960.
  • Durante el reinado de Leopoldo II, el Congo Belga fue infame por su brutal explotación y abusos generalizados

El Imperio Belga se extendía por una vasta área en África Central, conocida como el Congo Belga.El Congo Belga abarcaba aproximadamente 2,345,000 kilómetros cuadrados2.

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Palabras despues de la liberacion del congo “El Estado Libre del Congo es único en su tipo. No tiene nada que ocultar ni secretos y no está en deuda con nadie, excepto con su fundador.” Leopoldo II

¡GRACIAS!

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EST.2021

En el corazón del Congo, donde los árboles susurran secretos y las hojas guardan las historias de siglos, Leopoldo II camina por la selva. Sus ojos, fríos como el acero, escudriñan la vastedad verde que se extiende ante él. No es un explorador en busca de maravillas naturales; es un conquistador, un rey que busca expandir su imperio. Las lianas se enredan en sus botas de cuero, y el aire húmedo se adhiere a su piel. El sonido de los tambores distantes lo envuelve, como un eco de los rituales ancestrales que han resonado aquí durante milenios. Pero Leopoldo no está interesado en los dioses de la selva ni en las leyendas que flotan en el aire. Solo ve oportunidad. El Congo es su tablero de ajedrez, y las piezas son las vidas de los nativos. Los aldeanos trabajan en las plantaciones de caucho, sus manos desgarradas por las espinas de las lianas. Los niños, con ojos asustados, son arrancados de sus familias y enviados a las minas de diamantes. Las mujeres, silenciosas y resignadas, tejen cestas con fibras de palma. Leopoldo II no se inmuta. Su mente está ocupada con números, con ganancias y pérdidas. Calcula el valor de cada vida, cada gota de sudor derramada en la selva. Los informes llegan a su escritorio: los nativos mueren de enfermedades, de agotamiento, de golpes brutales. Pero él sigue adelante, porque el imperio no se construye con compasión. En su palacio en Bruselas, Leopoldo II se sienta en su trono de ébano. Las paredes están cubiertas de mapas, de líneas rojas que serpentean por el continente africano. Sus ojos se posan en el Congo, en su vastedad inexplorada. Sabe que su nombre quedará grabado en la historia, pero no como un rey benevolente o un visionario. Será recordado como el hombre que convirtió el corazón de África en su propiedad personal, como el arquitecto de un imperio construido sobre el sufrimiento humano. Y mientras la selva sigue susurrando sus secretos, Leopoldo II se pregunta si algún día alguien mirará más allá de las fronteras trazadas en los mapas y verá las cicatrices en el alma del Congo. Si alguien recordará a los que murieron en silencio, sus nombres borrados por la historia. Pero él no tiene tiempo para tales pensamientos. Hay más tierras por conquistar, más vidas que sacrificar en el altar de su ambición. Así es como el imperio se forja: con sangre, con lágrimas, con la indiferencia de aquellos que se sientan en los tronos y miran hacia el horizonte, sin ver realmente lo que hay debajo de sus pies. Y mientras el sol se pone sobre el Congo, Leopoldo II se levanta de su trono y se aleja, dejando atrás un rastro de destrucción y desolación. El imperio se alza, pero a qué costo.