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Investigación escolar y Ambientes de aulaGrupo 22024

Narrativas escolares

Dolor ajeno.

Un día cualquiera, de un mes no recordado y de un año no identificado, en una hora libre/disponible, salí de la sala de profesores al baño y en un lugar del patio había una estudiante del grado séptimo que lloraba desesperadamente; cuando me vió trató de calmarse y de disimular el llanto y esconder sus lágrimas, pero fue tarde porque mis ojos la vieron y se robó mi atención; me le acerqué y le dije que ¿si le podía ayudar en algo? y ella sollozando me dijo que no, que tranquilo, que todo estaba bien, le volví a preguntar, ¿seguro? me respondió, sí profe, seguro, muchas gracias. Continúe mi camino, y mi mente se llenó de muchos interrogantes, que no mencionaré, pero si rogaba que sus penas se puedan alejar, disipar y sus problemas se puedan solucionar.Al día siguiente, se volvió a repetir la escena con los mismos protagonistas, pero en un momento diferente… el descanso. La niña se trataba de esconder de los demás, para ocultar sus penas, sus lágrimas y sus problemas. Al encontrarnos de frente le dije ¿te puedo ayudar?, me respondió pidiendo un abrazo. Nos abrazamos. Sus lágrimas aumentaron y su llanto se hizo aún más fuerte. Le pregunté: ¿te puedo escuchar? me respondió que sí. Nos separamos y la invité a que nos sentaremos en una banca. Estando allí, un poco calmada, manifestó, que ya no vivían en la vereda, que les había pedido la finca y se habían tenido que ir a vivir para un pueblo y que estaban compartiendo casa con una tía y la familia de la tía por economía, que esa vivienda sólo tenía dos habitaciones, en una dormían ella y su mamá y en la otra la tía con sus hijos. Realizó un largo silencio, me miró, y volvió a llorar sin contención. La tomé de las manos, se las apreté fuerte y volvió a calmarse diciendo, profe, mi mamá sale casi todos los días a tomar con amigos y desconocidos y muchas veces los trae a la casa y los mete a nuestra habitación, algunas veces me doy cuenta y otra veces no los llego a sentir. Profe en semana no hay problema, decía, porque mamá amanece ahí y nos levantamos, ellos algunos días se van para el trabajo, otros se quedan hasta más tarde y yo me vengo para el colegio. Lo difícil son los sábados, que mi mamá se va a trabajar y me deja a mí con hombres extraños en mi habitación…César Elías López Correa

Un maestro que aprende, un estudiante que enseña

Por Leidy Roldan MoralesHace más de un año recibí una llamada de parte de la secretaría de educación del Carmen de Viboral ofreciéndome una plaza en una vereda lejana. Mazorcal era el nombre de la vereda. Como llevaba algunos meses sin trabajo acepté sin siquiera saber la ubicación de Mazorcal. Un par de meses después llegó a mi correo la resolución con mi nombramiento en el área de sociales para el colegio Nuevo Horizonte en Mazorcal. Mis primeros días como profesora fueron un poco difíciles, pues, no sólo era de mis primeras experiencias como docente, sino que además estaba en una vereda a dos horas de distancia del pueblo. Los días fueron pasando y comencé a conocer a mis estudiantes, sus ideas, sus cosmovisiones.Dentro de las áreas que dictaba, que no sólo fue sociales -al encontrarme en un colegio rural el modelo de enseñanza de esta institución es de postprimaria-, se encontraba Educación Física, algo completamente nuevo para mí (aquí debo reconocer que mi vida ha sido un poco sedentaria, dispuesta solo a largas lecturas), pero que me abriría paso a un nuevo aprendizaje. Esta historia se ubica en la cancha del colegio y sus alrededores.Los jueves en las mañana tenía clase de Ed. Física con los estudiantes de los grados 9°, 10° y 11°, hacíamos actividad física, pero como solo eran 10 estudiantes, dedicábamos parte de las dos horas que nos correspondían de la materia para hacer otras cosas. Así pues, un día decidimos caminar un poco por los alrededores del colegio. Esta vereda es de agricultores, casi todas las familias tenían cultivos de fresa, papa, zanahoria, maíz y granadilla, por lo que el colegio estaba rodeado de estos cultivos.Esta caminata se convirtió en una clase de agricultura para mí.Luis, un estudiante del grado 11° me explicó por qué en el cultivo de fresas la tierra se cubre con grandes extensiones de plástico para evitar que la fresa se dañe con facilidad por la cantidad de bacterias y bichos que habitan la tierra, que la fresa debe ser recolectada dos veces por semana, que luego se escogen los frutos según sus tamaños para la venta. Su familia llevaba algunos años en cultivando fresa, por lo que a sus 18 años, ya contaba con una gran experiencia en este campo.Aprendí que la papa es muy susceptible a daños durante su cultivo, pues es víctima de plagas y animales que se las van comiendo y que, llegado el momento de la cosecha, es necesario aplicarle "matamaleza" a todo el cultivo con el fin de eliminar las verdes hojas para luego desenterrar cientos de kilos de papas. Aquí, Carolina, una estudiante de 9°, con su enorme energía, me preguntaba si nunca había estado en la "arrancada de papa", que uno podía ir con una bolsa y pedir papa y las personas que estaban trabajando no pondrían peros para regalar.Un estudiante de 9°, Miguel, me contó que la granadilla solo puede ser recolectada en días soleados, que jamás se deben tomar sus frutos mientras la planta esté mojada, esto permitirá que la planta llegue a durar hasta un poco más del año. Su familia venía de Urrao y llevaban cerca de 3 años sembrando granadilla en Mazorcal.Y así la clase y parte del día se convirtió en una experiencia donde sería yo quién aprendería de mis estudiantes. Ese día hablamos de sus labores, de sus cotidianidades, su relación con el campo y lo que significaba venir a la escuela. Estuvimos sentados en la cancha por un largo rato, compartiendo conocimientos, ellos compartiendo sus conocimientos conmigo. Cuando acepté este trabajo, fui con la firme convicción de que mi formación me permitiría enseñarles a mis estudiantes sobre historia, democracia, sobre el mundo más allá de su vereda, pero ese día comprendí que hay todo un mundo, infinito, en esa vereda. Fui yo quien recibió clase de mis estudiantes. Observaba cuidadosamente lo que me señalaban, registraba sus palabras en mi mente, fui curiosa y pregunté cuanto se me atravesaba por la mente y ellos dispuestos a responder cuando contaban con una respuesta.Ese día se cambiaron los papeles; fui estudiante de mis estudiantes..

Las letras en mi cuerpo

Por Claudia Enid Carvajal Carvajal Siempre nos han contado cuentos para acostarnos, pero hoy quiero contarles una historia para despertarnos, para reflexionar sobre la labor docente y las repetidas quejas por la pereza de nuestros alumnos hacia lo que queremos enseñarles. Es una historia que muestra un camino para atrapar y enamorar a nuestros niños de nuestras enseñanzas, un camino lleno de dificultades, que esconde muchas sorpresas, unas felices y otras tristes. La historia comenzó el primer día de clase, cuando, sin siquiera presentarme ni plantear los objetivos del curso, me dirigí a mis alumnos y los motivé a escuchar una carta que les había escrito. —¡Escuchen atentos lo que les voy a contar! Nuestro cuerpo es el mejor instrumento con el que podemos comunicarnos, es una combustión de fuerzas que traza caminos y rutas para abrirnos la puerta a otros mundos. ¿Quieren asumir el reto de descubrirlo? ¡No lo duden! Aquí nuestras mejores amigas serán las letras. Cuando las veamos, nos atraparán, y una energía recorrerá nuestros cuerpos hasta conectarnos con cada una de ellas. En el aula, los niños entraron en un estado de suspenso… Me abrumó pensar en todo lo que necesita un niño para abrirse paso en la vida, pero no me arredré y me dispuse a cumplir con mi cometido. He ahí el gran invento de “Las letras en mi cuerpo”, una experiencia que ha llevado a un grupo de pequeños de entre cinco y ocho años de la Institución Educativa San José de Uramita a enamorarse de las letras. La institución está situada en el casco urbano de Uramita, un municipio humilde del Occidente antioqueño lejano que llama la atención por la belleza paisajística de sus valles. Es acogedor para propios y extraños, y tiene una ubicación privilegiada pues se encuentra en medio de los ríos Sucio y Uramita, que se juntan en el corazón del pueblo; en verano sus aguas son cristalinas, propicias para la pesca y el disfrute del baño. Los niños que han hecho parte de este viaje por las letras con el cuerpo provienen de familias de estratos bajos, desplazadas por la violencia, y son vulnerables al maltrato, al descuido y al abandono. Así como hay árboles marchitos por falta de riego, vemos niños mal alimentados, sucios y desatendidos como Lorena, quien con su ternura disfrazaba su carita pálida y su pelo despeinado, y con su sonrisa y mirada angelical llamaba mi atención para que le diera afecto y la abrazara. La manera en que los niños se expresan es muy particular: inventan con el cuerpo, mueven la cabeza para hacerse entender y les gusta repetir movimientos. Desde afuera, unos los ven como tontos, pero muchos sabemos que son seres geniales. Y un día me pregunté: ¿Por qué no habré aprendido antes a entender su fuerza creadora? ¿Por qué no comprendí más joven que el cuerpo puede ser considerado como un lenguaje real? Pero descubrí a tiempo que las letras eran formas que se podían representar de muchas maneras, ¡y que podían estar escritas en el cuerpo! A través de sus cuerpecitos, los niños se familiarizan con las formas de las letras del alfabeto mientras se mueven, experimentan y juegan. Las posibilidades son infinitas: con los dedos, las manos y los brazos; con el cuerpo entero o con ayuda de sonidos; en parejas o en pequeños grupos; de pie o tendidos en el suelo. De esta gran aventura han hecho parte niños muy importantes, como Camila, quien tiene parálisis cerebral; Leidy, con síndrome de Down; y Yeris y Yeison, con dificultades motoras. Ellos me confirman cada día que estar aquí sí vale la pena. Camila y Leidy son las dos mujercitas más cuidadas por sus compañeritos, y todos hemos aprendido de ellas. Camila, con su cuerpecito frágil y tierno, nos muestra cómo las dificultades se convierten en fortalezas, y más aún cuando el protagonista es el cuerpo. Al momento de realizar cada actividad, levanta su mano izquierda con toda su fuerza de voluntad, y con la otra, muy cabizbaja, trata de hacer la letra “b” o se señala la garganta con el dedo índice para mostrar la “g”. Leidy baila una parodia de la canción La señorita Elvia; cuando se dice la palabra Elvia, los niños pronuncian el nombre de una letra, y es ahí cuando ella goza haciendo la “s” con su cuerpo: mueve la cola, saca a la profe a bailar y anima a sus compañeritos para que la aplaudan. Yeris y Yeison perdieron muchos miedos e inseguridades haciendo letras con la cabeza, los brazos y las piernas, y ahora caminan sin apoyo.
Con cada letra que hacen con sus cuerpos, estos niños escriben recuerdos que, estoy segura, trascenderán las fronteras de nuestro pueblo. Pero el proyecto todavía es un diamante en bruto al que le falta mucho por pulir, y por eso Gilma Cardona, Yesica Arias y Juan Pablo Vega, grandes profesionales de la educación, se han unido a la propuesta. Viene a mi mente el rostro de Marlon, a quien muchas veces no comprendí. Sus comportamientos agresivos y despiadados con sus amiguitos me encerraban en un caos, y no sabía cómo actuar. Los compañeros lo aislaban y lo tildaban de cansón y pegón. Hasta que un día Marlon estalló como una bomba inflable a la que no le cabe más aire. —Qué pena, mi querida profe, pero yo no quiero volver aquí. Acabo de perder a mi mamá y por eso soy así —me dijo. Un taco en la garganta me impidió responder. Quedé marcada para toda mi vida. De alguna forma, su historia se repitió en mí: años después murió mi madre. Marlon creció y hoy sigue extrañando a la suya, pues lo único que sigue recibiendo son los golpes de su padre. Ahora intento no dejarme agobiar por las dificultades del aula, para poder consolar a otros niños como Dalissa, Yerson y Eliécer, a quienes la vida también les arrebató a uno de sus padres. Trato de ser como mi héroe, la profe Mery, quien me enseñó a leer como si fuera una gran aventura y me regaló una infancia llena de recuerdos de una maestra con amor y pasión por enseñar. Hoy hago lo mismo para caminar por ese mágico mundo en compañía de seres inocentes que de la vida solo esperan sorpresas, como la que me dio el primer escrito de Heidy, que expresaba tanta rabia y agresividad: “viejo feo malpa.gono.hp”. Jummm, ¡sabía escribir! También hubo otras sorpresas muy tristes, que nunca pensé ni quise recibir, como la suerte que corrió Lorena, una niña ignorada, primero por su madre y luego por su tía. El primero de junio de 2014 Dios me la arrebató. ¿Qué se sabe de su muerte? ¡Nada!, aunque hay algunas hipótesis: que pudieron ser los piojos, las pulgas o las garrapatas de los perros con los que dormía. Nunca pensé que pudiera doler tanto, pero Dios la había llamado a vivir en un lugar lleno de paz y de luz. Solo pude escribir unas pocas palabras y despedirla con llanto en los ojos: “Mañana en el aula, entristecida, el silencio de tu voz y los lamentos ya callados me lastimarán. Cuando pase lista, tu silla estará solita porque se ha quebrado tu risa, pero no quedará en el vacío el recuerdo de tus ojos cuando con ternura me decías: ‘Profe, no me ponga otra tarea, póngame el taller que yo ya sé leer’”. La ausencia de Lorena me hace recordar a personas maravillosas que se sumaron a este gran reto: Irma Alcaraz, mi mamá, mi confidente, maestra de maestras; Álbaro Rúa, rector de la institución y adalid de este gran logro; Érika Vargas, Lina Jiménez, Idania Atencio, Daniel González y Dairon Torres, excelentes maestros que con su creatividad han fortalecido este equipo. Fueron muchos los sacrificios que hice para lograr que mi esfuerzo obtuviera una recompensa la noche del 14 noviembre de 2012, en la ciudad de Medellín, cuando el rector recibió el premio a la Calidad de la Educación Antioquia la más Educada en la categoría Experiencia Significativa. Él se lo dedicó al equipo de trabajo, y yo a mis seres queridos, en el cielo y en la tierra. Pienso otra vez en la ausencia de Lorena y en los logros de Camila, Leidy, Yeris, Yeison y Marlon, y siento que de mi cuerpo salen las letras de una carta a un niño que todavía no conozco, una carta para leer en clase: “No sabes cuántas noches me he desvelado, cuántas veces he soñado contigo. Quiero que llegues hasta mí y que cada mañana sientas lo maravilloso que es aprender. Sé que tarde o temprano me necesitarás, y si algún día te atreves a venir, aquí te estaré esperando, como la maestra que hoy te quiere regalar unas letricas de colores y con sabor a miel para te las untes por todita tu piel, porque si de amarte se trata, esto es lo mejor que nos puede llegar a suceder”.

“UNA MAÑANA QUE DURÓ PARA SIEMPRE”

Por: Mónica Patricia Garzón Mejía Las mañanas en mi colegio, cuando me encontraba cursando 3ro de primaria, podrían ser contadas como un cuento… para algunas de mis compañeras quizás uno de terror, para otras uno de drama, para mí, fue un cuento de hadas… y hasta hoy me pregunto, ¿cómo ciertas personas pueden formar parte de tu vida y tus recuerdos para siempre, sin darse cuenta?, como mi maestra la madre Rosita, una monjita de baja estatura, gordita y pomposa, de manos suavecitas, sonrisa bonachona, un par de anteojos que le enmarcaban unos ojos grandes de color café, lo sé por qué un día en clase, hablamos de los ojos de las personas y ella comenzó la historia por los de ella… pero ese sería el cuento de otra mañana, la verdad es que todas éramos muy felices en sus clases, debo decir que hasta las matemáticas se volvían maravillosas… en fin, pero no es del interior del aula que quiero hablar, sino del recreo, porque así le llamábamos… Mi colegio tenía muchas zonas verdes y juegos, lo recuerdo muy muy grande, pero el parque junto al árbol gigante, que años después supe que se llamaba Ceiba, era nuestro sitio favorito, allí habían unas banquitas de troncos de madera pintadas de colores y la madre Rosita siempre se dirigía hacia allá para acompañarnos y seguir contando historias a quienes le hacíamos corrillo para escucharla… ahora que han pasado los años, pienso que quizás escogía ese lugar por la sombra maravillosa que daba el árbol. En fin, allí luego de las historias maravillosas, donde cualquiera del grupo era la protagonista… ella preguntaba: ¿Cómo están esos dientes? Y nos recordaba que debíamos lavarlos antes de ingresar al aula de nuevo… ¿Cuál de ellos amaneció bailando? Y acompañaba su interés de unas expresiones corporales que nos sugerían un baile de chachachá… Y recuerdo que todas esperábamos con ansias cuando el hada de los dientes (la madre Rosita) haría su magia y arrancaría el diente bailarín sin el más mínimo dolor… y sí, parece increíble, pero todas las que pasaban por su banquito, se bajaban felices y con el diente en la mano, en la esperanza de recibir alguna recompensa por la valentía de dejarse sacar el diente. No había ni una niña en la clase de la madre Rosita que le temiera a un diente bailando, por el contrario, todas esperábamos con ansias a que ese día llegara, el día en que nuestra maestra, el hada de los dientes, sacara uno de nuestra boca. Y como era lógico, llego para mí, un diente comenzó a bailar, debajo se podía apreciar la nueva pieza tratando de salir, ocurrió en vacaciones, no quería ni tocarlo con mi lengua, para que regresando al colegio la madre Rosita hiciera su magia. Por fin, cuando regrese a clases, salude a la madre, diciéndole, “que hoy sería mi turno porque tenía un diente bailarín” y ella con su acostumbrada sonrisa me respondió: “espero con ansias el recreo para ver ese diente”. Fueron horas eternas, hasta que la campana que avisaba el recreo sonó, tome mi lonchera y salí del salón de la mano de la madre Rosita, cuando llegamos debajo del árbol, ella nos sugirió que comenzáramos la lonchera y que luego, sacaría los bailarines, y entonces, lo peor paso, mordiendo mi sanduche, el diente se cayó… fue un cuento de hadas que pensaba no tendría final feliz, adiós al momento esperado, pero la madre Rosita al ver mi tristeza, contó una nueva historia, donde no solo fui una niña valiente, sino además, mi diente se convirtió en una pieza de esas que no se ven todos los días, porque no espero que lo sacaran, sino que salió a bailar solito.

¿Debe ser neutral el educador hoy en pleno siglo XXI?

Hace unos días realizaba una clase con los estudiantes de grado 11. El propósito de esta consistía en mostrar cómo los medios de comunicación se valían de falacias y de estrategias para manipular la opinión de la ciudadanía. Para ilustrarles cómo los medios influían en sus percepciones se me ocurrió poner en el tablero la palabra Petro y les pedí que dijeran las palabras que se asociaran a la figura del presidente: guerrillero, ladrón, corrupto, mentiroso, violador, matón, mierda, entre otras, eran las palabras más mencionadas por los estudiantes. La influencia de los medios y las redes sociales para colonizar la consciencia de los estudiantes es innegable. Ante ello ¿debemos los docentes estar en una situación pasiva ante las acciones ideológicas que desde la exterioridad se quiere imponer? ¿debemos tener una postura neutra o tomar una posición, ya sea a favor o en contra de las acciones que ejercen los medios? Los maestros deben ubicarse desde una posición crítica ante los mensajes emitidos por los medios, sobre todo, tendrá que develar los intereses que escoden los discursos de la élite y propiciar un razonamiento crítico en los estudiantes sin ocultar su posición ante los grupos dominantes. Oportunas son las frases del gran pedagogo brasileño Paulo Freire, las que decía que "El educador tiene el deber de no ser neutral.", además, que "La tarea más grande, humanista e histórica de los oprimidos: liberarse a sí mismos". En cuanto al primer pensamiento es preciso tomar una postura, asegurar una posición. En mi caso es imprescindible colocarse del lado de aquellos que padecen la injusticia social, de los pobres, de las mujeres que sufren opresión por parte de los hombres como de esa violencia estructural, de todos esos que sufren como consecuencia de una élite que vía discurso le impone su visión de mundo y de la vida. Los estudiantes de instituciones educativas del sector oficial padecen esos discursos, las historia de arriba es una pequeña muestra. No se puede ser neutral en una situación en la que los estudiantes reciben desde afuera ideas que van en detrimento de su subjetividad, que los hace responsable de su miseria y de la falta de oportunidades. Por Hilton Acosta

LA REALIDAD DE LA FIEBRE DEL ORO

Son pequeñas parcelas, cada una con su casa y su solar, al parecer construidas tiempo atrás para albergar a los trabajadores extranjeros que llegaron en busca de las minas de oro de la región, más allá del límite, está una de las empresas más grandes del país dedicada a la extracción, “Aris Mining” y la mina el “Silencio”. Un cañón esculpido por el tiempo, de gran profundidad con abundante vegetación y vida propia, poco a poco la maquinaria amarilla y las volquetas fueron llenando unos costales inmensos con lodo y arena fina que fue transformando el paisaje, todo esto es sobrante de la extracción minera, que después de un largo proceso se debe depositar en algún lugar, y ese cañón fue el mejor sitio que se pudo encontrar. Con el paso de los días todo transcurre en completa normalidad, la empresa realizando sus trabajos y los foráneos simplemente observando, hasta que un día cualquiera alguien decide probar suerte, y por una brecha en la valla de metal ingresa al botadero principal y saca grandes cantidades de mina. Significa que la empresa está “botando”, aquel producido de la tierra que no da los valores requeridos para su explotación, pero para la población de a pie es el inicio de un boom o “fiebre del oro” para ingresar y tener un golpe de suerte, las personas se meten por pequeñas brechas y grutas que van abriendo, pero pronto tienen dificultades con los celadores del perímetro, con la guardia de la empresa que vela por sus intereses, los “ladrones” aprovechan cualquier oportunidad para ingresar, discuten entre ellos por una piedra, porqué el compañero cargó menos, se enfrentan a los que hacen su labor de cuidar, se insultan y velan por sus propios interés, todo ocurre hasta que tiene que intervenir la ley, llega la policía, los persigue, no hay solución, ingresan de noche, furtivos y con linternas en sus frentes, aprovechan cualquier ocasión como el cambio de turno, o cuando arrecia la lluvia o ante cualquier descuido de los encargados. Todo por conseguir una roca que contenga un poco de cuarzo pintado de oro, los vecinos de las casas también se están animando a entrar y ya no queda paisaje ni vegetación. Olivera

¡Rebájenles la disciplina a mis papás!

Por Benilda Lucía Guizao Jaraba Soy culturalmente, una muestra fehaciente de lo que somos los Caucasianos, la típica mezcla de papá paisa, montañero en mi caso porque era de Frontino y mamá costeña, de las sabanas del departamento de Córdoba, por lo que combino de manera especial los frijoles con pescao frito, uno de los platos que más disfruto comer; soy la séptima en una familia de 8 hijos (4 hombres y cuatro mujeres). A mis padres de niños les negaron la posibilidad de asistir a una escuela, por lo que no recibieron educación formal, eso hizo que se obsesionaran para que sus hijos no vivieran esa amarga experiencia, la que ellos con lágrimas en sus ojos nos relataban como una gran frustración, lo que es realmente la vulneración a un derecho; mis padres se desempeñaron en labores del campo, fui criada con la estructura en la que la mamá ayudó siempre físicamente con el trabajo material de papá, además de estar atenta a las cosas del hogar y en la que la mamá impuso un pensamiento, un tanto rebelde para la época, en la que también las hijas mujeres debíamos estudiar y de alguna manera tumbó el pensamiento machista de un papá que creía que la mujer era para criar hijos y cuidar al marido, mi mamá ante esa frase en medio de su aparente ignorancia decía “que ellas cuando sean grandes decidan que quieren ser, si quieren ser eso se les respeta, pero nosotros no le vamos a negar que ahora de niñas vayan a la escuela”, para hacer posible esto y con el apoyo de mi abuelo paterno, mis padres adquirieron una casa en zona urbana para que pudiéramos tener la escuela cerca; y dado el acompañamiento y trabajo material de mi mamá, hizo que ella no siempre estuviera en casa acompañando el proceso académicos de sus hijos, nos dejaba en semana con tías y abuela materna, y volvía a casa los fines de semana a traernos la comida y lo necesario para nuestra subsistencia, en la medida que íbamos creciendo los grandes ayudaban a los menores. Aprendimos el trabajo de los oficios de la casa desde muy niños, fuimos responsables en la escuela, aprendimos a obedecer y respetar a las personas con las que nos dejaban a cargo y nos brindaban su ayuda y compañía, pero siempre extrañábamos la presencia permanente de la mamá.
Mi mamá siempre tuvo una manera particular de enseñarnos a que expresáramos cuando no entenderíamos o no estábamos de acuerdo con algo, para ello utilizaba la frase “no trague entero mija”, frase que siempre interioricé y me volví preguntona o aprendí expresar porque si o porque no. Yo le llamo a tener criterio.Mis padres casi nunca asistían a las reuniones del colegio porque no estaban en Caucasia, gracias a Dios, fui buena alumna y no perdía materias. Estando en bachillerato cuando había reuniones de entrega de calificaciones yo le pedía el favor a la mamá de mi mejor amiga que me reclamara el boletín y se presentara como mi acudiente, doña Juana siempre me hizo el favor, hasta que estando en grado 11° de bachiller Pedagógico, lo que hoy es el título de Normalista, en la entrega de calificaciones del segundo periodo, no se las quisieron entregar y le dijeron que debía ser a los papás. Yo no le di importancia a eso, porque yo sabía el resultado de mis materias.Al día siguiente estando yo en clases de sociales con la maestra que más admiraba, porque sentía me enseñaba a pensar, a tener posiciones claras, a ser crítica, a “no tragar entero” fui llamada desde la rectoría por un parlante que tenía comunicación directa con el salón y con nombre propio me pidieron que fuera de inmediato a la rectoría, la profesora escuchó y me dijo vaya que la están necesitando, la verdad no tenía idea, ni ella, ni yo para que era el llamado, por lo que me presenté desprevenida y cuando llegué a la oficina del rector, estaban allí la Coordinadora Académica, la Directora de grupo, la Secretaria del colegio y el Rector, me hicieron entrar y cerraron la puerta, de la manera más inocente salude, acto seguido pregunté ¿para que soy buena?, ante lo que el rector, de manera tajante y seca, respondió: Benilda Lucía en el Reglamento estudiantil de este colegió se aprobó que a los alumnos a los que los papás no asistan a las reuniones y no les reclamen los boletines se les hará un llamado de atención en el observador y se les rebajará la disciplina, por lo que debes firmar las anotaciones que se escribieron en tu observador, en ese instante la directora de grupo coge el observador y me señala donde debo firmar. Yo no se que cara hice o mejor que lenguaje gestual utilicé, pero con cara de sorpresa seguí en silencio unos minutos y escuchaba los argumentos y las razones que todos aducían y que según ellos justificaban mi sanción. Al dejarlos terminar yo tomé la palabra y empecé hablar, pero realmente lo mío eran preguntas para ellos, y empecé ¿yo perdí materias?, ¿yo he faltado a clases?, ¿le he faltado el respeto a algún maestro o a mis compañeros? ¿alguna vez no he cumplido con mis tareas?, ¿he llegado tarde? ¿¿Me he presentado al colegio sin mis uniformes?
Recuerdo que las preguntas que les hacía eran seguidas y yo no daba espacio a que intentaran responder, por lo que mirando a la directora de grupo dije ¡no me entregue el observador, ni me indique donde debo firmar porque no lo voy a hacer!, yo se que no perdí materias y ese es mi deber como alumna y maestra en formación, y aprovecho para preguntar ¿ustedes saben o les interesa saber por qué mis papas no asisten a las reuniones? y por último ¿de quién es la responsabilidad de recibir mis boletines?, y continué sé que esa responsabilidad es de mis papás, entonces ¡rebájenles la disciplina a ellos que son los que no están cumpliendo con esa responsabilidad! En ese momento escuché un ruido en la ventana, era la risa de mi profesora de sociales que sin darme cuenta se había venido detrás de mí, saliéndose del salón y se había quedado por fuera de la oficina, pegada a la ventana y sin ser vista, había escuchado lo que sucedía al interior de la rectoría. Yo salí de manera airada y no firmé. En la parte externa la profe Vilma, la de sociales, con una sonrisa me dice “creo que debes estudiar Derecho, ¡que defensa te acabas de hacer, a mi no se me hubiera ocurrido rebajarles la disciplina a los papás, jajaja! Y su sonrisa y de alguna manera, su aprobación, al escuchar lo que, acabada de hacer, me tranquilizó un poco, la profesora continúa burlándose de mí y me pregunta ¿cuándo vamos a conocer a tus papás? A lo que respondí: el día de mi grado profe, le prometo que acá se los traigo y se los voy a presentar, yo entendí que ella me ponía tema para tranquilizarme y ya más calmada le dije, profe No voy a estudiar derecho, seré maestra, y ese día se reafirmó mi vocación.

¿Los maestros debemos ser súper fuertes emocionalmente?

Por: Jennifer Sierra Velásquez. Jennifer la docente es alguien alegre, humana, que se preocupa por sus estudiantes, que ríe, que escucha… claro está algunas veces castiga, regaña, pone mala cara y sube un poquito la voz. ¿Así somos todos los docentes, cierto? Jennifer la persona es una adulta, que quizás por sus pautas de crianza, hoy en día es terca, mimada, le gusta lograr todo lo que se propone, sensible con lo que afecta al otro, llora con facilidad, le pone el corazón a todo lo que hace, a veces su cerebro parece ni descansar y le cuesta dormir, le dan momentos de ansiedad, se preocupa por las afectaciones que le salen de salud. Así no son todas las personas, eso lo sé. Hace poco frente a una situación que estaba destrozando emocionalmente a una alumna y al ponerme a llorar frente a ella, un colega me dijo, usted es la adulta aquí, la profesional, usted no debe estar llorando, así no le das fortaleza y me hizo pensar en que si los docentes al entrar al trabajo dejamos el corazón en la casa … en como esconder lo que siento cuando por empatía con el otro salen de mi lagrimas … en lo que está bien y mal cuando a un alumno mío le está pasando algo desgarrador y soy yo quien está a su lado en ese momento. Todo esto me lleva a pensar en algo que sucedió un día que no recuerdo, de un mes que no recuerdo, del año 2023… mis estudiantes del grado segundo de primaria se encontraban en clase de ed. Física con la asesoría de un docente del municipio, mientras eso pasaba me dirigí a otro salón a dar una información, luego pasé por la tienda del colegio y vi a doña Jasmid, la vendedora con cara de preocupación, mientras hablaba con doña Sandra la encargada de oficios varios, que manifestaba en su rostro que algo malo había pasado, me acerqué y les pregunté, me dijeron es que hubo un accidente, se chocó un señor en una moto con una volqueta y el señor murió, pensé en lo difícil de la situación, pero no intuía lo que seguiría, ellas dijeron: el señor era el papá de una niña de este colegio; cuando doña Sandra me dice profe ¿usted tiene a una niña blanquita, que mantiene como seria, que los papás tienen un puesto de comidas rápidas? yo le dije ¿Violeta? Y la otra señora dijo si ella… él señor que se murió era el papá de ella… mi mundo se congeló, primera vez en el tiempo de experiencia laboral que me tocaba afrontar algo así … y ahora ¿qué debo hacer? ¿Cómo una persona de 32 años le dice a una niña de 7 años que sea fuerte cuando ella no ha pasado por una perdida así de significativa?
Hice un par de llamadas, averigüe que debía hacer, cuando fui donde mi grupo, un joven de secundaria había ido por ella y un primo de ella por ser de su familia, ya les habían autorizado el permiso para salir del colegio, fuimos al salón por sus pertenencias a los niños les dijeron que había pasado algo urgente en la casa pero no los detalles; no soy madre pero sé que existe una conexión muy grande entre padres e hijos y ella, la niña que era un poco peleona, que llevaba constantemente cosas para distraerse en el salón y que le costaba trascribir del tablero con buen ritmo al parecer lo sentía, estaba muy asustada y llorando, a los dos les dije que eran niños muy fuertes, que los quería mucho y que los estaría esperando en el colegio junto a sus compañeros; los llevé a la puerta y allí al ver a su primo el joven que los recogió llorando se pusieron a llorar con más fuerza y Jennifer la humana que llora viendo un película no pudo aguantar y rompió en llanto abrazando a Violeta, fue quizás un momento de película, yo agachada, dándole fuerza a una pequeña que no sabía el momento por el cual iba a tener que atravesar, para quien a su corta edad iba a entender lo que era la muerte y a odiar que se le llevara al ser que más amaba en el mundo, entender que crecería sin él mientras veía a su madre morir en vida por esa partida.Los niños se fueron, yo entré al colegio, busqué a una compañera y amiga y lloré, lloré, lloré… siempre he sido partidaria de que la educación más allá de saberes debe también formar en valores, en la forma de afrontar la vida y que en la actualidad es notorio que los problemas de salud mental están muy presentes … ¿cómo educar niños y niñas que sean resilientes? Que frente al dolor no pierdan su esencia, sus ganas de vivir, su humanidad… A partir de ese día esos pensamientos cogieron más sentido y más prioridad dentro de las planeaciones y lo que Jennifer la docente espera llevar a los niños, jóvenes y quizás adultos que pasen por sus manos.

RISAS, GRITOS, JUEGOS… Relatos de un recreo.

Por: Mónica Carmona Hurtado Risas, gritos, juegos… Abril se está dando una media luna, se abre de piernas como si fuera una perfecta gimnasta. - “profe, tengo hambre, ¿no dieron alguitos?” Respiro, más que un respiro es un suspiro. De aquellos pensamientos confusos y profundos donde me cuestionan la sociedad, la política, las luchas de las clases sociales, pero de aquellos que viven la lucha del día… me interrumpe nuevamente una pequeña voz… - “Profe, amárrame los zapatos” - Por… ¿? - Por favor… Una sonrisa, es la mejor muestra de agradecimiento como acto genuino. Risas, gritos, juegos… un abrazo, dos abrazos, tres abrazos… “Profe, te quiero”. Un nuevo pensamiento, más que pensamiento es imaginario. Un imaginario con pintas de colores tenues, lleno de blanco, negro y matices. Su futuro, su presente y su pasado. ¿Qué se puede hacer? -¡Amigo, cuidado! Para aquellos que corren, corren en un patio pequeño y que también corren por sus vidas, en sus vidas y para sus vidas. - ¡Compa! ¿Qué tal va la clase? Mirada sarcástica, pues no todo ha salido como se piensa que se debería salir; mas historias de lo habitual, más quejas de lo acostumbrado, mas vacíos de los esperados. Sonreímos, ambos estamos igual. Una que otra estrategia, uno que otro “chisme” de nuestra vida personal, donde pretendemos salir del lugar. Una mirada se mezcla entre los que ríen, gritan, juegan. - No volvió aquella niña, la que tanto se mantenía entre los abrazos de los profes. - No, fue retirada del hogar, maltrato, al parecer. Ella sólo buscaba escapar de lo normalizado, violencia llamada amor, abrazos de escape y protección. Suena el timbre…

MI PRIMER DIA

Por John Edinson Mosquera Tordecilla Hola a todos, la educación es uno de los grandes motores que me ha permitido conocer muchos lugares, inicialmente yo estudie mi primaria en el corregimiento de Sapzurro, Chocó con la metodología de escuela nueva y fue en ese lugar que descubrí la vocación de ser docente, porque me motivo la interacción que tenía con la guía y la naturaleza; Le doy gracias a Dios porque la familia que tengo la gran mayoría son docentes algunos en ejercicio otros optaron por otras carreras. pero son normalistas, me acuerdo como si fuera hoy mi primer día como dicente el Municipio de la Pintada en el departamento de Antioquia, en la Institución Educativa Rafael Uribe Uribe, yo estaba maravillado, emocionado y muy motivado porque al fin iba a cumplir con mis sueños de enseñar pero yo no sabía que la realidad era muy distinta a la que yo soñaba o lo que yo creía que era la educación y como era el comportamiento de los estudiantes en el aula de clase; yo pensaba que la educación era la misma con la que a mí me educaron entonces yo fui con toda esa motivación a enseñar claro, porque era mi primera vez, eran mis primeros momentos, mis primeras alegrías, pero en realidad eran mis primeras tristeza. Yo llegué la Institución todo lleno de motivación y de conocimiento me presentan a los estudiantes y luego me dirijo al salón, comienzo a estar mi clase y cuando guao primera sorpresa me encontró con unos jóvenes. que prácticamente. eran de mí misma edad, yo en ese entonces tenía 24 años prácticamente recién cumplidos. Fue una experiencia. Muy significativa por qué me permitió ver que la educación. no es solamente sueños y cosas buenas. también tiene que ser de vocación. ese día me encontré con unos niños y jóvenes que no querían estudiar eso pensaba yo pero en realidad quería medirme el aceite porque llego el profesor nuevo eso fue lo que me manifestaron después de conversar un largo tiempo con ellos Yo la temática de conocimiento por la de charlar con ellos y a preguntarles el por qué no querían estudiar. ¿El por qué no querían hacer nada? Y me dé cuenta. De que ellos no me veían como su profesor claro mi apariencia juvenil no les agradaba que otro joven prácticamente les enseñara eso fue muy duro para mí porque me tocó demostrar con mucha fuerza y fortaleza mi preparación para darles clase y que de una u otra forma es mi gran momento para enseñar en este proceso me di cuenta que educar no es solo impartir un conocimiento específico, también es tener una conversación, acercamiento con los estudiantes y desde ese clima de confianza orientar para la vida, esa fue mi primera vez, mi primera experiencia, que me permitió conocer otra cara, otra mirada de la vocación de ser profesor.

DESCUBRIENDO LA MARAVILLAS DE LA NATURALEZA

Por Edwin Arley Mendoza Mendoza.En una soleada mañana de verano, en compañía de los estudiantes de sexto grado que se preparaban para una emocionante salida pedagógica en contacto con la naturaleza. Con sus morrales cargados de entusiasmo y libretas en mano, partimos hacia un bosque cercano, para descubrir y aprender sobre la naturaleza. Al llegar al destino, el aire fresco y el sonido de los pájaros nos recibieron con alegría. Bajo mi supervisión, los alumnos se adentraron en el bosque, observando con asombro la diversidad de plantas y animales a su alrededor. Cada descubrimiento desencadenaba una cascada de preguntas y curiosidades, mientras los pequeños exploradores tomaban notas y dibujaban en sus cuadernos.Entre risas y susurros, los niños se sumergieron en la tarea de identificar las diferentes especies de fauna y flora del lugar. Con la ayuda de textos e imágenes, aprendieron a distinguir entre los diferentes tipos de árboles, insectos y reconocieron el canto de los pájaros y descubrieron huellas de animales en el suelo. A medida que avanzaba la jornada, las emociones de los niños se intensificaban. Algunos se maravillaban ante la belleza de un arroyo cristalino, mientras que otros se emocionaban al avistar un pequeño pájaro entre los árboles. La naturaleza despertaba en ellos una conexión profunda y una sensación de asombro ante su grandeza y misterio.De regreso al colegio. los niños socializaron sus experiencias y descubrimientos con gran entusiasmo. A través de dibujos, relatos y presentaciones, expresaron las emociones que habían experimentado y el conocimiento adquirido durante la salida pedagógica. Aquel día, la naturaleza se convirtió en mi mejor aliada y fuente de inspiración para la clase, dejandouna huella imborrable en sus corazones y en una experiencia gratificante y enriquecedora para mi labor como maestro

El significado de una palabra

Por MARÍA ELENA VELASQUEZ HCuando yo tenía tan solo nueve años de edad, estudiaba en una escuela del área rural en un pequeño corregimiento del suroeste antioqueño, en el grado tercero de primaria, para entonces los niños éramos muy inocentes y muchos temas no se nos permitían escucharlos ni hacer preguntas al respecto, un ejemplo de ello era todo lo relacionado con la maternidad. Una de las docentes de la escuela tuvo un bebé y se ausentó de la escuela por más de tres meses y siempre las demás docentes expresaban que la profesora estaba incapacitada porque había tenido un bebé. En una ocasión una de las docentes de mi escuelita se fracturó una perna y fue incapacitada por más de un mes. Las otras profesoras hablaban con frecuencia de la compañera que se encontraba incapacitada y no referían más al respecto. Un día, estábamos todos los estudiantes a la entrada de la escuela esperando a las profesoras que llegaban en un vehículo que contrataban, y su estilo era realmente elegante, usaban medias veladas, falda y blusas muy elegantes, al momento de llegar las profes, una de las estudiantes de mayor edad, expresó es que la profesora XX sigue incapacitada por eso no viene a da clases, yo en el momento pregunté ¿Ella que tuvo? ¿niño o niña?, mi par empezó a reírse y lo hicieron los demás estudiantes, pero yo no entendía la razón por la que lo hacían. .
Nos fuimos a las aulas de clases con los compañeros y las profesoras, y la chica a la que le hice la pregunta cuando esperábamos a las profesoras, llegó hasta la puerta del salón, porque ella estudiaba en un grado superior al mío, y le hizo algún comentario que no escuchamos los estudiantes. Al momento de retirarse la estudiante, la docente regresó de frente a nosotros muy enfadada y expresándose en voz muy alta, comentando que porqué tenían que estar haciendo chismes de las profesoras, y dijo mucho más que ya no logro recordar, si dirigió hacia mi con una regla de madera y empezó a golpearme con ella fuertemente por la espalda; recuerdo que me recosté en el pupitre, que era de aquellos grandes muebles bipersonales que se les alzaba la tapa para guardar los útiles escolares, y me quedé quieta recibiendo los golpes y en total silencio. Los demás compañeros estaban muy asustados, pues yo era una niña de buen comportamiento y con modales de respeto impartidos desde mi hogar. Recuerdo que en uno de sus comentarios mientras me golpeaba, la profesora expresó “y espero que con este se le quite la gana de andar diciendo que XX tiene hijos ¡Chismosa!”. Yo continué en mis clases y en total silencio, nunca volví a preguntar nada y no participaba en los aportes a temas o en preguntas para aclarar dudas.A una de mis cuidadoras, le fue informado por uno de mis compañeros de clases, que la docente YY me habia dado una paliza en el salón de clases y que me revisara la espalda porque me había pegado muchas veces: Mi cuidadora, que no era mi madre, porque fui adoptada por tres hermanos que eran muy amigos de mi madre, se fue de inmediato a la casa y me dijo que me levantara la camiseta, evidenciando que tenía las marcas de la regla en mi espalda. Comentan que ella fue a reclamarle a la docente, pero yo de niña no me enteré de ello, porque esos eran temas entre adultos.
Nos fuimos a las aulas de clases con los compañeros y las profesoras, y la chica a la que le hice la pregunta cuando esperábamos a las profesoras, llegó hasta la puerta del salón, porque ella estudiaba en un grado superior al mío, y le hizo algún comentario que no escuchamos los estudiantes. Al momento de retirarse la estudiante, la docente regresó de frente a nosotros muy enfadada y expresándose en voz muy alta, comentando que porqué tenían que estar haciendo chismes de las profesoras, y dijo mucho más que ya no logro recordar, si dirigió hacia mi con una regla de madera y empezó a golpearme con ella fuertemente por la espalda; recuerdo que me recosté en el pupitre, que era de aquellos grandes muebles bipersonales que se les alzaba la tapa para guardar los útiles escolares, y me quedé quieta recibiendo los golpes y en total silencio. Los demás compañeros estaban muy asustados, pues yo era una niña de buen comportamiento y con modales de respeto impartidos desde mi hogar. Recuerdo que en uno de sus comentarios mientras me golpeaba, la profesora expresó “y espero que con este se le quite la gana de andar diciendo que XX tiene hijos ¡Chismosa!”. Yo continué en mis clases y en total silencio, nunca volví a preguntar nada y no participaba en los aportes a temas o en preguntas para aclarar dudas.A una de mis cuidadoras, le fue informado por uno de mis compañeros de clases, que la docente YY me habia dado una paliza en el salón de clases y que me revisara la espalda porque me había pegado muchas veces: Mi cuidadora, que no era mi madre, porque fui adoptada por tres hermanos que eran muy amigos de mi madre, se fue de inmediato a la casa y me dijo que me levantara la camiseta, evidenciando que tenía las marcas de la regla en mi espalda. Comentan que ella fue a reclamarle a la docente, pero yo de niña no me enteré de ello, porque esos eran temas entre adultos.
Por muchos años de escolaridad, yo era una estudiante de promedio básico y con baja nota por no participar en las clases, para no hacerlo tenía dos razones, una el maltrato de la docente por haber hecho una pregunta y la otra el matoneo que me hacían los compañeros estudiantes porque mi voz era muy grave y cuando me querían molestar me decían la Ronca de Oro, eso a mi me parecía muy molesto y en muchas ocasiones intenté agredir físicamente a quienes me decían apodos. Para entonces las docentes también se reían de los estudiantes y eso era todo un caos, en ocasiones en la escuela. Pasó mucho tiempo en el que yo era identificada como la más calladita del salón, y aún en bachillerato seguía siendo una estudiante muy silenciosa. Gracias a docentes con ética laboral que se me acercaban a dialogar conmigo, porque pensaban que podía estar siendo abusada, que era otra situación que yo no lograba comprender, porque permanentemente me preguntaban por el trato que recibía de parte de las personas que me adoptaron, poco a poco fui superando mi temor por hablar delante del grupo o por pedirle explicación a los docentes. Hasta que un día una docente estando ya de 14 años me decía que si tenia algo feo que contarle, que lo hiciera que ella me quería ayudar. Ya empecé a comprender que ocurría un mal entendido y que pensaban que el hombre que me adoptó o sus hermanas me estaban causando maltrato. Nunca les hablé de las situaciones vividas, porque pensaba que yo era responsable de lo que había ocurrido con la profesora, porque nunca debí decir que su compañera había tenido un hijo.
Pasado el tiempo llegó una docente de lengua castellana, que le gustaban mucho las obras de teatro y nos asignaba estos retos y nos puso a hacer una representación de alguna situación vivida en la infancia que causara risa. Yo le propuse a mis compañeros de grupo que representáramos lo que yo había vivido y cuando la docente observó la presentación dijo: “Miren lo que puede pasar cuando a los niños no se les habla con la verdad desde el principio. Por no saber qué significaba la palabra incapacidad se ganó esa pela”. Ese día entendí porque la profesora me había golpeado con la regla.Después de este momento, que la docente vio en mí potenciales para el teatro, empecé con ella a realizar obras de teatro costumbristas y fue el gran paso a la liberación de la palabra. Años después me encontré con la docente que me había golpeado y sentí el gran deseo de reclamarle por el daño que me había causado, sin embargo, ella aún me causaba miedo, y aunque ya era yo una funcionaria pública, solo acepté su felicitación por mi progreso y dejé que se fuera. Aunque no puedo negar que fue mala idea no haberla insultado ese día.

Observatorio

Por Edisson Moreno ZuritaEventualmente me siento en una roca cerca a la cancha de futbol de la I.E. que los estudiantes usan como asiento, en ella tomo distancia de la realidad circundante y empiezo visualizar eventos escolares que puedan ser significativos para los alumnos, una dinámica por fuera de las aulas, un evento deportivo o cultural, el desarrollo de una actividad al aire libre, un ejercicio de lectura o escritura creativa. Además, recuerdo otras actividades o experiencias de aprendizajes y las evalúo, observo sus fallas y aciertos, sus ventajas o desventajas, cómo la asimilaron los estudiantes, cómo se pueden mejorar o actualizar. Usualmente lo hago en un momento en que no tengo clases y en el que esa zona está libre, despejada, para mi es como una especie de meditación enfocada en mi práctica docente que me permite visualizar eventos del pasado y proyectar hacia el futuro, medir el alcance de algunas actividades curriculares o extracurriculares; me toma unos diez o quince minutos, pero son suficientes para motivarme, ser creativo, repensar la metodología que estoy empleando, y sobre todo ponerme en el lugar de los estudiantes.

Pendiente

Por Tatiana FernándezCuando era pequeña, por alguna razón no me gustaba socializar con otros niños de mi curso ni edad y sólo esperaba al descanso para poder ir a la biblioteca, lugar que miraba con gran fascinación por su extensión y por la gran cantidad de libros que allí había (imaginen mi asombro cuando conocí otras bibliotecas dispersas en la ciudad a las que por fortuna fui llevada por mi madre, para esos momentos que llamamos ocio); luego, en dos momentos de mi vida tuve problemas con la lectura, el primero, en tercero a la edad de 8 años, cuando una religiosa que era docente (vaya yo a saber por qué), no me permitía elegir los textos como a todos los demás sino que los seleccionaba para mí y los imponía como un mandato, a saber juan salvador gaviota, el principito o ética para amador o por supuesto, un diccionario y otros textos, que ayudaran a definir y comprender palabras como disciplina y responsabilidad, por fortuna siempre existieron los descansos para ir curiosear en las estanterías y leer las colecciones de la torre amarilla, la torre roja o la torre blanca, con libros tan significativos para lo que fui como niña, con textos como “salven a mi babucha”, “Babucha está celosa” o “babucha mía para siempre” de Gilles Gauthier, que si bien retomaban temas como el amor, amistad y la vida, ayudaban a sublimar mi deseo de tener un perro por medio de la fantasía. El segundo momento llegó cuando estaba en décimo, con textos como la iliada, la odisea y la divina comedia, con sus respectivos informes en normas INCONTEC y teniendo en cuenta aspectos relacionados con la intratextualidad, la intertextualidad y la supratextualidad, más las cien mil palabras del diccionario -Nótese la hipérbole- para desarrollar la comprensión lectora, más allá del desarrollo personal del amor a la lectura.
Por fortuna pude sobrevivir a ellos (y con esto no me refiero a los libros, sino más bien a las personas y a sus metodologías particulares en la enseñanza) y ya sobre la vida adulta pude comprender la importancia de la lectura, lo que a lo sumo podría condensar o expresar en palabras de diferentes autores, donde por ejemplo, cómo decía Jorge Luis Borges “De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”, o en palabras de Miguel de Cervantes «El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho», lo que me lleva a George R.R. Martin cuando decía que “Un lector vive mil vidas antes de morir. Aquel que nunca lee vive solo una.” A propósito de lo anterior, en este momento de mi vida, por asuntos de una fractura, no puedo ir a las bibliotecas, pero por fortuna las bibliotecas se convierten en hogar y refugio, en un espacio de la casa, de manera tal que hace un par de días mi pareja compró “En agosto nos vemos”, libro póstumo de Gabriel García Márquez y con una foto para la posteridad, yo hacía la reflexión en alguna de mis redes con el siguiente texto: Diría Neruda "Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida" a lo que uno podría agregar: "Si nada nos salva de la muerte, al menos que la literatura nos salve de la vida" (amar la vida que se tiene, con los que acompañan y con lo que se lee… indiferentemente de cualquier cosa, porque la vida es cambio y movimiento y nada dura para siempre), como una una forma de resaltar lo valiosos que son los libros y la literatura, sobre todo en tiempos complejos.
Finalmente, decidí escoger la biblioteca para el relato, no sólo por lo que me ha representado a lo largo de mi vida (personal y académica), sino también porque el año pasado, en la Institución Educativa en la que trabajo, en algún momento y tras hablar con un estudiante (muy particular y con gran reconocimiento en primaria por ser travieso), durante un tiempo, éste encontró la alternativa de la Biblioteca para dos cosas importantes en su vida, la primera, para ponerse un límite propio y no estar en boca de todos por sus ocurrencias y travesuras (recurrentes en las horas de descanso) y la segunda, como la posibilidad de aprender sobre el mundo y la naturaleza, porque sin dudas es un tema que le apasiona y que lo atraviesa en su ser… Lástima que este 2024 volvió a los juegos de pasillos y a las bocas de muchos docentes que en su preocupación no han sabido acompañarlo en ese arduo proceso de canalizar sus potencialidades desde otras perspectivas un poco más saludables… Sólo espero poder retornar y aún encontrarlo (porque escuché que se quiere cambiar para otra institución educativa) y quizá, sólo quizá poder invitarlo a leer un cuento y dialogar sobre ello, para que entre líneas y dados los recursos simbólicos que la palabra porta, quizá y sólo quizá, él pueda comenzar a escribir una nueva historia.