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Para compartir reflexiones sobre la maldad en clase de Humanidades 1 del bachillerato en México (NEM).

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Hannah Arendt y La banalización del mal

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Escenarios y/o situaciones contemporáneas donde podemos observar el concepto de banalidad del mal de Hannah Arendt

  • Desestimación de la Ley de castidad
  • Sexualización de los individuos que vemos en redes sociales y en otros medios de entretenimiento
  • Normalización de la misoginia (chistes/comentarios/situaciones que denigren a la mujer)
  • Consumo de drogas y pornografía
  • Discriminación a otra persona o grupo de personas por diferir en el color de piel, creencias políticas o religiosas, nacionalidad, inclinaciones sexuales o de identidad, entre otros
  • Deshonestidad académica
  • Esclavitud laboral

Biografía:

Hannah Arendt (1906-1975) fue una filósofa alemana de origen judío. Se doctoró en filosofía en la Universidad de Heidelberg y después emigró a Estados Unidos. Impartió clases en la Universidades de California, Chicago, Columbia y Princeton. De 1944 a 1946 fue directora de investigaciones para la Conferencia sobre las Relaciones Judías y, de 1949 a 1952, de la Reconstrucción Cultural Judía. Sus principales obras son: Los orígenes del totalitarismo (1951), La condición humana (1958), Eichmann en Jerusalén (1963), La vida del espíritu (1977) y ¿Qué es la política? (1993).

¿Qué se entiende por banalidad del mal?

Arendt acuñó la expresión «banalidad del mal» para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de sus actos, solo por el cumplimiento de las órdenes.

Hannah Arendt decía que "la muerte de la empatía humana es uno de los primero y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie", esto con la finalidad de explicar cómo es que normalizar eventos o situaciones malignas podrían acabar con nosotros mismos.

El caso Eichmann

Como judía, Hannah Arendt fue protagonista de las atrocidades nazis durante la Segunda Guerra Mundial y espectadora, como corresponsal de The New Yorker, del juicio a que fue sometido Adolf Eichmann, juzgado por crímenes de guerra en Jerusalén.Como parte de las SS, Eichmann tuvo como tarea la “migración forzosa” de los judíos, a quienes retiró todas sus pertenencias. Fue director del Centro de Emigración de Judíos Austríacos. Aquellos que deseaban emigrar recibían ayuda de Eichmann, sin embargo, este llegó a considerar las cámaras de gas como instrumentos de muerte humanitarios, pues en ellas se sufría poco. Como ejemplo de obediencia, logró un rápido ascenso y el reconocimiento de los dirigentes nazis.Sin embargo, tras la victoria de los países aliados sobre el Tercer Reich, quienes habían participado en el holocausto huyeron de Alemania. Mudando constantemente de residencia y de nombre, durante los años siguientes a la caída de Hitler, Eichmann abandonó a su familia. Finalmente, fue localizado en Buenos Aires y tras un juicio celebrado en Jerusalén, fue declarado culpable por genocidio y sentenciado a morir en la horca. La orden se cumplió en 1962 y sus restos fueron esparcidos en el mar Mediterráneo para evitar que su tumba se convirtiera en sitio de veneración por parte de fanáticos extremistas.

Los estados totalitarios

¿Qué efectos puede causar la irreflexión política en las masas? ¿Cómo podría afectar un gobierno liberal o totalitario a las masas cuando hablamos de la banalización del mal?Para responder estas preguntas es importante considerar varios elementos: En primer lugar, los motivos que originaron la creación de los Estados totalitarios, particularmente en Europa, y que Arendt analiza con gran precisión en su libro Los orígenes del totalitarismo. Para Arendt, los gobiernos totalitarios se alimentaron de las masas que habían perdido el apetito de la organización política. Las masas estaban constituidas por personas que nunca habían figurado en la vida política, por hombres generalmente insatisfechos que la misma burguesía había creado y cuyo número se habían incrementado durante la Primera Guerra Mundial. Por esta razón, muchos alemanes frustrados como Eichmann, que nunca habían tenido una participación política activa, podían aspirar a elevar su estatus social uniéndose a organizaciones como las SS. Solo tenían que obedecer órdenes de sus superiores.