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Estaban solos en la plaza y el cielo amenazaba tormenta.
- No te preocupes, abuelo. Será una mala racha… - intentó consolarlo-. ¡Quizá el próximo día tengamos más suerte!
El cartero abrió la portezuela metálica del único buzón de Correos que había en el pueblo un martes por la mañana.
- ¿Lo ves? – preguntó a su nieta.
- No hay ni una carta – reflexionó la niña en voz alta.
- ¡Ni una sola! Y llevo así más de tres semanas – protestó agobiado mientras se ajustaba su gorra azul marino.
Capítulo 1
Beatriz Osés
Los escribidores de cartas