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Cadenas en nuestra mirada

Mahandhi Aied

Cadenas en nuestra mirada

Me despertaron los parlantes de la tienda de recuerdos. Bostecé, me desperecé y pensé en lo que me esperaba ese día: devorar el alimento de las bandejas de la esquina, dar unas vueltas por este compartimento, observar a los visitantes, bañarme, descansar y repetir la rutina una y otra vez.

Cada día me siento más incómodo y dolorido, mis articulaciones atrofiadas no siempre me responden y pasan los años, y mi único consuelo es la Dos Patas verde, que recarga el cuenco con excesivo cuidado, me da un poco de su caza y no me teme del todo; igualmente, si se acerca mucho gruño, porque más vale ser desconfiado que agredido, aunque no me atrevería a abrir la boca.

Todos los demás me producen indiferencia u odio, por ejemplo, los niños que pasan y se burlan de mis ojos, mi nariz, mis bigotes. O tal vez detesto más a los que se me quedan observando o sacando fotos, teniendo tanta diversión allí afuera, ¿qué tanto hay que ver? ¿no tienen nada mejor que hacer?

A veces me siento solo, absorto en el aburrimiento de ver todos los días la misma función con diferentes actores. Camino dos pasos y ya debo girar para no estamparme con los muros o la reja, el agua me parece amarga y estoy fatigado de no estar cansado: lloro, gruño, rujo, protesto, pero mi sufrimiento parece un espectáculo. A veces, si me enojo mucho y empiezo a rugir demasiado fuerte, viene el Dos Patas de delantal blanco a insertarme un filo, luego despierto y todo sigue igual: ni siquiera puedo expresar mi angustia, mi sueño de volver a sentir la vida que apenas recuerdo; pero aún así, resisto, pienso en la posibilidad de una vida mejor...

No entiendo por qué me miran tanto, me siento impotente, un juguete cuyo único rol es someterse a las miradas de los demás.

Siempre me gustó venir acá, todos ellos me transmiten una paz y comodidad inconmensurables, pero sobre todo me llama la atención él, hay algo inusual y humano en sus ojos.

Extraño a mi madre, rememoro cómo me la arrebataron y en ese momento, me entristecí recordándola y deseando volver a verla.

Por estas horas tengo que sacar a pasear a Maia, así no molesta a la noche, que después él me reta a mí y los demás indagan en mis heridas.

El otro día vi a una Dos Patas joven acercarse con un cochecito que tenía un peluche con el rostro de mi madre;

volví porque me distrae y me permite no comer;

Me quedé pensando en mi madre durante toda la penumbra y la mañana del día siguiente,

Más asombros y señaladas con el dedo, camino de un lado a otro y ostento mis colmillos para darles miedo, pero los Dos Patas ríen, son todos iguales, golpeo la reja y retroceden pero continúan mofándose.

Ella me repite que aguante, que es parte de la vida, pero me siento terrible cuando su mano se desliza y sus puños controlan mi sien.

Y llegó otro día apático, memorias e ilusiones. Me siento asfixiado, sumergido por raíces que no me permiten salir a la superficie, en una pesadilla de la que parece imposible despertar. Recuerdo como si fuera ayer el dolor punzante de los latigazos, el surgimiento de mi miedo y rencor a los Dos Patas. Pero a pesar de mis sentimientos hacia ellos, a veces, sólo a veces, desearía ser uno de ellos. Son libres, capaces de hacer lo que les place cuando lo desean.

Pobrecito y cómo lo tienen, como si fuera un objeto del museo en exhibición. Su mirada suplicante me incomodó y pronto debía entrar al colegio, así que seguí más allá del faro, volví y en seguida caí en la cuenta de todo, comencé a llorar temiendo que me griten o que él tenga un despertar matutino. Si me apuro tal vez paso desapercibida, pero tampoco quiero ir a la escuela, allí sus ojos me atormentan aún más, y ya no puedo esperar más, mamá, no, no puedo, no quiero, entre todas mis deficiencias está la impaciencia.

¿Por qué camina hacia mí? ¿Acaso está loca? Pasó el separador, me da mucho miedo, puede pegarme. Quise retroceder, pero mis músculos me desafiaron y me impulsaron hacia adelante. me da mucho miedo, puede pegarme. Quise retroceder, pero mis músculos me desafiaron y me impulsaron hacia adelante. En ese momento, la Dos Patas extendió su mano a través de la reja.

pero cada instante me siento peor, hoy ni siquiera pude dormir. Él es lo único agradable que me queda porque aún es inocente, lo noto, es un alma imperturbada y sensible. Permanecí unos minutos observándolo y de pronto sus ojos me envolvieron, me obligaron a avanzar.

Debería estar cazando junto a mi madre, no aguardando a que la Dos Patas verde me tire chuletas al mediodía; peleando con mis hermanos, reinando los atardeceres. Debo aguardar, pues aún soy joven, no debe quedar demasiado.Una Dos Patas joven se acercó, no comprendo por qué vino, es demasiado temprano, ni siquiera encendieron las luces,

Sus tiernos ojos me produjeron placer y me sentí, por primera vez en mucho tiempo, auxiliada y creo que él se sintió igual.

Tal vez no es mala, con esta sensación evoco a mi madre, deslicé mi mejilla por la reja y me pegué más: gotas de agua cayeron sobre mi nariz y comprendí que ella también estaba atemorizada.

Estaba muy asustada, pero no podía reaccionar, mi conciencia no estaba en mi cuerpo, quise alejarme velozmente pero en lugar de eso lo acaricié y empezó a ronronear.

de las que ella se había querido librar para siempre.

reencontrándome con la belleza de las sensaciones

Suspiré, me di vuelta y corrí más allá del faro,

Me observó y me sentí igual de confundido

Pero parpadeé y tuve rejas frente a mis ojos y la vi, ella era yo, yo era él.

Fin