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Transcript

Miguel Benancio Sánchez

mi diario

23 de diciembre de 1977

Últimamente hay algo malo en el País… algo que no logro descifrar. Después del golpe de Estado nada suena igual que antes: nos han quitado ese rayo de esperanza que ya a lo largo del peronismo difícilmente se encontraba. Sólo Dios me queda, cuando a mi alrededor domina la tormenta. Querido diario, sentado en este escritorio, rodeado de paredes azules coronadas por un techo blanco me siento a salvo, lejos de las insidias de un país corrupto. En mi cama se encuentra la vieja edición de “Rayuela” que estoy leyendo por segunda vez. Me imagino a Julio Cortázar escribiendo totalmente despreocupado y ajeno al periodo de censura que estamos viviendo y que está cortando las alas de mis aspiraciones.Mañana tenía planeado ir al cine con mi hermana Elvira que me aconsejó una nueva película : Tiempos duros para Drácula. Creo que es una comedia, algo ligero, una entre las pocas películas que se proyectan en el cine en este periodo… Parece que quieren pintar una situación tranquila, aunque no sea así en realidad.

Querido diario, aquí estoy. Como siempre por la tarde, mi momento favorito del día. Pues es este el momento en que el frenesí del día se interrumpe y la mente por fin logra investigar esos pensamientos, al principio descuidados, que echaron raíces. Me encanta escuchar música mientras escribo y dejarme acunar por las notas de una canción familiar. Me gusta dejar correr mi mano sobre el papel mientras escucho escuchando la melodía de “Sólo le pido a Dios”, y a menudo me ocurre de quedarme adormilado en mi escritorio, con el boli en la mano y con la mente en acción, componiendo la banda sonora de mi vida. La verdad es que, últimamente me cuesta incluso hacer eso ni siquiera un periodo tan dichoso como la Navidad logra desarmar, con su magia, esa angustia que me asalta. Siento fastidiarte con mi malhumor, es que sólo contigo puedo desahogarme… sería muy egoísta de mi parte turbar constantemente a mi familia o a mis amigos.

29 de diciembre de 1977

Leí acerca del Golpe militar chileno que provocó la muerte del Presidente Allende (probablementea por iniciativa propia) y el ascenso de un nuevo líder cuyas directivas parecen menos límpidas de lo que la prensa deja filtrar…También leí acerca del reciente fallecimiento de Franco, el dictador que con su puño de hierro mantuvo a raya toda España durante mucho tiempo, manteniendo al país prácticamente aislado no sin inesperadas iniciativas de apertura y colaboración con otros estados e instituciones. Pienso en todo eso y me doy cuenta de que las dictaduras son todo menos ajenas a nuestro mundo… a mi mundo. Alrededor de mí las personas empiezan a desaparecer, nadie sabe nada de ellos. Hace unos días me encontré con mi amigo de infancia Hugo Díaz que acababa de escapar de la “Tablada”, adonde se lo habían llevado hace algunos meses. Me contó mucho de lo que solía pasar en esos centros de tortura y lloramos juntos... Si algo así le pasara a mi familia no sé cómo podría reaccionar. Debo decir que admiro la fuerza moral y el valor de esas madres que desde hace algunos meses rodean la Pirámide, que se encuentra en Plaza de Mayo en Buenos Aires, para llamar la atención del mundo y hacer que se entere de la maldad en la cual se ha hundido nuestro país. Rafael Videla (incluso su nombre me da miedo) es el responsable...es el culpable. Afirma que si no hay cuerpo no hay pruebas, y sin pruebas no hay delito. Es precisamente para pedir ayuda en este momento tan crítico que esas señoras con los pañuelos blancos dan entrevistas a los periódicos extranjeros. Sus hijos no eran criminales, no eran peligrosos y sin embargo desaparecieron. Aunque en mi familia no hagamos nada “subversivo” (una palabra que se ha convertido en una condena) el mañana siempre es una triste incógnita.

Querido diario,ni te imaginas lo arduo que es describirte esta atmósfera sombría que parece haberse apoderado de cada barrio, cada calle y cada casa, desde que la Junta militar absorbió todas las instituciones nacionales. Los colores tan vibrantes a los que mi tierra me había acostumbrado están perdiendo su brillo frente al tono azulado de los uniformes militares que han inundado el país y que se han convertido en motivo de aprensión, esa que nos empuja a atender nuestros asuntos a toda prisa para escondernos en las paredes domésticas consideradas protectoras… Además de esto, la inestabilidad económica lo empeora todo. Te escribo todo eso, querido diario, ya que mi empatía me permite adentrarme en los tormentos interiores e inefables de los demás y captar en sus miradas perdidas la velada manifestación de cierto agotamiento mental más que físico. Es que todos teníamos la cabeza dividida entre el terror y la necesidad de seguir viviendo. No podías hablar ni siquiera en casa por el miedo. No soy un experto o un historiador, pero no creo que estos dos títulos sean necesarios para tildar de dictadura a lo que estamos viviendo. Mi curiosidad me hizo investigar sobre la situación política de varios estados que, por una u otra razón, considero similares…

31 de diciembre de 1977

Nunca olvidaré el día en que acudí a Villa Domínico, cuando le dije a Osvaldo que me encantaba el atletismo y él tomó mi récord personal: 5000 metros en 15 minutos y 20. Cuando corro mi cuerpo en tensión trabaja como la almazara de mi querida Bella Vista. Cuando corro mi cuerpo en tensión trabaja como la almazara de mi querida Bella Vista. por otra parte, Ahora mismo, si te soy honesto, se me ocurrea veces pienso que el único motivo por ellos que se nos permite hacer partidos y practicar deporte es para intentar crear un sentimiento nacionalista ye intentar desviar la atención de la dictadura, mientras Videla corta el país en mil pedazos. Es como si hubieran convertido el deporte en una mera propaganda. Me acabo de dar cuenta de que Lo siento si últimamente sólo te hablo sobre la dictadura, lo cierto es que tengo miedo de lo que pueda pasar, cada día el número de desaparecidos aumenta y tengo la ligera sensación de que esta podría ser mi última carrera. Lo, lo cierto es que es esa misma sensación la que me ha hecho coger el boli y escribir , pues el plasmar mis pensamientos en un papel siempre me ayuda a relajarme.

Para vos atleta para vos que sabés del frío, de calor, de triunfos y derrotas para vos que tenés el cuerpo sano el alma ancha y el corazón grande. Para vos que tenés muchos amigos muchos anhelos la alegría adulta y la sonrisa de los niños. Para vos que no sabés de hielos ni de soles de lluvia ni rencores. Para vos, atleta que recorriste pueblos y ciudades uniendo Estados con tu andar Para vos, atleta que desprecias la guerra y ansías la paz

Querido diario, hoy te escribo desde un sitio diferente, estoy en Sao Paulo, en Brasil, a unas horas de correr la corrida de San Silvestre. Lo cierto es que estoy tan emocionado como la primera vez que corrí: adoro el deporte, me encanta la adrenalina que se siente justo antes de empezar una carrera o el sentimiento de unidad que produce el fútbol. El fútbol en Argentina es mucho más que un mero deporte: es la expresión de la vitalidad que fluye en nuestra sangre y es justo por eso que Videla está impulsando su práctica. Ya se está preparando todo para los mundiales, que mi país va a recibir en junio, y mis connacionales se entusiasman sólo con pensar en los partidos. Yo mismo me consagré durante mucho tiempo al fútbol, al principio con despreocupación y luego con seriedad, y tanto fue así que ingresé en las inferiores del Club de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Esta pasión nació muy temprano en mi vida, aún vivía en Bella Vista cuando mi papá me regaló mi primera pelota. Ay, querido diario, los gritos de mi mamá todavía suenan en mi cabeza cuando pienso en cuántos vasos y platos rompía. Jugaba durante toda la tarde y mi mamá me azotaba porque no iba a cenar. Sin embargo, la necesidad de contribuir al bienestar de mi familia hizo que abandonara la perspectiva de llegar a ser un jugador de la Selección en favor de un empleo en el Banco Provincia que, en estos tiempos tan precarios, es casi un privilegio. En realidad no eché de menos el fútbol puesto que el atletismo lo suplantó. Desde hace mi niñez corría para cubrir cortas o largas distancias, corría si estaba solo o con otros, corría si estaba retrasado o incluso si no hacía falta. Correr es un antiestrés eficaz: percibir el soplo del viento que me despeina me da fuerza y autoconfianza. Justo gracias al atletismo mi camino y el del ex corredor multipremiado Osvaldo Suarez se cruzaron: él se convirtió en mi entrenador y de inmediato volcó tanta esperanza en mis capacidades; esperanza que al poco tiempo se convirtió en confianza.

8 de enero de 1978

Los consuelos que me quedan son cada vez más débiles y el sincero anhelo de libertad, de justicia y de vuelta a la normalidad es cada vez más utópico. ¿Sabes por qué he mencionado la justicia, querido diario? Pues porque es inconcebible que el vigor y la hospitalidad que nos caracterizan a los argentinos se vean destrozados por un aparato represivo total y, aún peor, por el silencio. Te voy a ser sincero, la angustia que invade mi alma es algo diferente ahora. Un presentimiento desconocido recorre mi espina dorsal mientras corro, mientras paseo, mientras escribo. No sé qué es, pero sé que está envenenando mi existencia, y no lo puedo permitir. Nunca me rendiré, mi lucha terminará el día en que el verdugo vea mi cuerpo sin vida en la línea de meta. Aunque mi respiración no sea tan buena en estos últimos días y me falte oxígeno debido a mi desazón, no tiraré la toalla. ¿Sabes que Osvaldo, mi entrenador, ganó la carrera de San Silvestre tres veces seguidas? Espero un día glorificar las huellas de este hombre tan inspirador que me está acompañando en este viaje. Elvira hace poco me abrazó fuerte, nuestra complicidad nos hace una sola cosa: ella sabe todo de mí y me entiende sólo con mirarme. Me confesó que ella también se siente atenazada por una angustia muy fuerte. Es que todos vivimos en un miedo constante y ni siquiera entendemos el porqué…

Mi querido diario, por fin vuelvo a escribirte desde mi casa tras un largo itinerario que me llevó a Sao Paulo y a Montevideo donde participé en otra corrida. El aeropuerto estaba vacío a mi regreso, sólo se percibían la tristeza y el silencio. Las patrullas militares estaban preparadas para detener a cualquier persona mirase al suelo o trajese una maleta sospechosa. No saboreé la gloria de la victoria en ninguna de las dos carreras pero a pesar de eso no me quedé decepcionado. Correr es siempre entusiasmante y, al hacerlo en otros países, llega a ser incluso edificante. Reconozco que no soy un campeón mundial, uno de los que escalan posiciones en toda América del Sur, pero lo que a mí me encanta es divertirme, reír, conocer a otros atletas… ¿Te puedes creer que personas que ni siquiera conocía me alentaron durante toda la carrera y me aclamaron una vez terminada? Esta fraternidad entre pueblos sudamericanos es incomparable, y es una lástima que dentro de los propios estados se vuelva imperceptible: la comunión deportiva de estos días deja espacio a la realidad de un país dividido. Si soy sincero, regresar a mi patria no me hizo feliz como otras veces. Esta no es mi Argentina, es una lúgubre fotocopia suya. Ahora vivo de recuerdos, recuerdos de una época despreocupada y de una tierra exuberante y de mil colores sobre la cual cayó un manto de miedo.

El después...

Para que sus reivindicaciones y sus lágrimas no se vieran hundidos en un vórtice de olvido , los hijos y las hijas de las víctimas, aparentemente olvidadas, del terrorismo de Estado fundaron el 3 de noviembre de 1995 la asociación HIJOS que, al poco tiempo, incluyó también a personas que no tenían una historia familiar vinculada directamente con la dictadura. Por fin, en 2003, un rayo de justicia volvió a brillar cuando el Congreso Nacional declaró nula la Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia Debida.

Miguel desapareció esa misma noche, secuestrado por unos militares en una Ford Falcon verde a las tres de la mañana. Él es sólo uno entre los miles de víctimas de un sistema enfermo y corrupto.En diciembre de 1986 Raul Alfonsín, el presidente cuya cara vino a representar simbólicamente la vuelta a la democracia partiendo de las elecciones de 1983, firmó una de las páginas más desoladora de la historia de Argentina y un revés en la reconstrucción de la justicia: la Ley de Punto Final. Al concluir con las investigaciones por los crimenes ocurridos durante el terrorismo de estado y al lograr la impunidad de los culpables, Argentina pareció encubrir el terrible paréntesis de la dictadura militar más que redimirse. Además de esto, ni siquiera se logró condenar definitivamente a los violadores de derechos humanos, ya que Alfonsín aprobó la Ley de Obediencia debida (1987), disposición legal que establecía que los delitos cometidos por las Fuerzas Armadas durante el terrorismo de estado no eran punibles ya que la mayoría había actuado por “obediencia debida” cumpliendo con las instrucciones y ordenes de sus superiores.

Las desapariciones no son un rasgo exclusivo de las dictaduras militares, sino un execrable método de represión política al que se recurre como táctica de guerra o para infundir terror y fortalecer el conformismo, violando drásticamente los derechos humanos. Esta edición especial de telediario acerca de las desapariciones actuales nos pone al día sobre este terrible asunto.

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Aurora Cavaliere, Julia Filoni, Natalia Portal y todos los socios del proyecto. Ies Columela IesVenancio Blanco Liceo Isabella D'este

"Sulle strade di Miguel", Sergio Pretto

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