Want to make creations as awesome as this one?

Mes de Don Bosco 2021 - Inspectoría Ceferino Namuncurá-Argentina Sur

More creations to inspire you

Transcript

En estos largos meses de pandemia nos hemos dado cuenta de la importancia y el valor de lo comunitario. Salimos al encuentro y nos hicimos rostro de una Iglesia en salida, participativa y sinodal.Fue un tiempo en donde, en la mayoría de los casos, se han estrechado mucho más los vínculos comunitarios, lo que llevó a descubrir la riqueza en la diversidad de cada comunidad.Los y las invitamos a recorrer la imagen interactiva para descubrir algunas pinceladas de la comunidad de Valdocco que hoy nos siguen acompañando.

Mes de Don Bosco 2021

descargar presentación

IMAGEN INTERACTIVA

Pincelada Comunicación social «“Don Bosco puso en marcha un conjunto de iniciativas editoriales que, a distancia, lo hacen aparecer como hábil y clarividente propulsor de la comunicación social” (Don Viganó). En pleno siglo XIX ha vivido su compromiso con la juventud como escritor, primero, luego como editor - “¡hasta empresario!” - y siempre como propagandista de todo lo bueno, propio o ajeno. (...) ...Don Bosco nos confía sus convicciones y motivaciones sobre la importancia y el valor de un buen libro, a fin de transmitir a sus primeros salesianos la misma fuerza de convicción, la misma pasión (“pretendo recomendaros encarecidamente”), esa misma pasión la habría sentido por todos los media y la habría comunicado a los salesianos de cualquier época. Cualquier medio, y en el caso que nos ocupa, el libro, si se utiliza para promover el bien y la dignidad del hombre, es una riqueza y una inversión en la humanidad y en su futuro». (Módulo Comunicación Social, del curso Con Ojos de Don Bosco del Centro Salesiano de Formación Permanente América, 2021) Comunicadores populares “Ciertamente una toma de posición de este nuestro XXII Capítulo General es la voluntad de mayor compromiso en el área de la comunicación social, sobre todo en favor de los ambientes populares. (...). Este XXII Capítulo General, releyendo la carta de Don Bosco de 1885, sobre la que habrá que volver, ha reafirmado que la comunicación social debe ser uno de los rasgos vivos y esenciales de nuestra actividad apostólica. (...) La Familia Salesiana puede movilizar un alto potencial humano de influencia en la opinión pública, programando intervenciones difundiendo ideas, educando a los pobres, liberando muchas energías de bien, poniendo numerosas fuerzas al servicio de la civilización del amor. (...) Si hoy la ruptura entre Evangelio y cultura se agudiza por culpa de una comunicación superficial, religiosamente desinformada y a menudo ideologizada, es preciso que nosotros colaboremos en favor de una fuerza educativa que plasme mentalidad y cree cultura, como una auténtica escuela alternativa”. (VIGANÓ, Egidio Viganó, Rector Mayor de los Salesianos. Discurso de clausura del XXII Capítulo Genera, 1984) Algunas preguntas:

  • ¿Qué lugar ocupa la dimensión de la comunicación social en nuestras comunidades? ¿Hay alguna de las características mencionadas en este texto que nos interpele?
  • ¿Qué denunciamos y qué anunciamos como comunidad en nuestra casa/presencia? ¿Qué desafíos queremos asumir para que la comunicación sea parte esencial de nuestra tarea educativa entre las y los jóvenes?
Para seguir rezando y profundizando juntos:
  • Comunicación Salesiana (CFR)
  • Nicolás Soto - ¿Cómo fue y es tu experiencia en Comunicación Salesiana?
DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Dimensión educativa (adaptación de la experiencia de Félix Reviglio) (Escuela de Formación Salesiana Argentina, Los y las jóvenes, su realidad, su contexto, su situación, Buenos Aires, 2014, p.. 37) Me llamo Félix, y tengo 16 años. Tenía en Turín un grupo de amigos, con los que empezamos a dar vueltas por calles y plazas y ni si nos ocurría pisar la Iglesia. Yo era el que mandaba en ese grupo, todos hacían lo que yo les decía. La verdad que había escuchado hablar de Don Bosco porque en la calle uno se enteraba de todo. Se decía que era una gran persona (el Padre de la Juventud, el amigo de todos y otras cosas más). Pero a mí me pareció exagerado. El domingo pasado (1847) me había juntado con mi grupo para hacer nada como cada domingo y nos dimos cuenta que faltaba uno y nadie sabía dónde estaba. -Se fue al oratorio de Don Bosco, un cura muy simpático que trata muy bien a la gente -dijo Pedro. -¿Oratorio de Don Bosco, qué es eso de oratorio, qué se hace ahí?, pregunté yo. -Dicen que es un lugar donde se juntan muchos chicos y juegan, corren, saltan, cantan y después van a una iglesia cercana a rezar. -¡Corren, juegan, saltan y cantan! Todo eso me gusta a mí; pero ¿dónde está ese lugar? -En Valdocco. -Vamos a verlo. (Se me ocurrió y fuimos). Al llegar al lugar, encontré el portón cerrado, porque los pibes se habían ido ya a la capilla. Así es que me asomé a la tapia y como no había nadie en el patio, me metí. Estaba curioseando, y mientras miraba el oratorio, me parecía que no podía ser más que una casucha. En ese momento, se me acercó un pibe que me preguntó qué estaba haciendo y me llevó a la capilla donde estaban todos. Desde el primer momento, quedé sorprendido de ver tantos chicos escuchando a un cura que les hablaba con sencillez y dulzura. Era el teólogo Borel que predicaba, que hablaba de los corderos y los lobos, resaltando que teníamos que cuidarnos de los malos compañeros. Estas y otras palabras parecidas me llegaron al corazón, porque nunca escuché hablar de esa manera. Terminada la charla nos pusimos a cantar y yo estaba muy contento porque nunca había experimentado esas cosas. Pero estaba impaciente por conocer a Don Bosco, así es que pregunté nuevamente por él y uno de los chicos me llevó donde estaba, rodeado de un montón de pibes. Don Bosco me recibió con mucho cariño y yo quedé profundamente conmovido. Después de unas preguntas sobre mi vida y mi familia, me invitó a jugar con los demás, me hizo cantar solo, alabó mi voz, me prometió que me enseñaría música y muchas cosas más. Una palabrita al oído, una de aquellas poderosas palabras, cuyo secreto solo él poseía, acabó por ganar mi corazón y ligarme a él. A partir de aquél momento, me sentí totalmente cambiado y empecé a ir al oratorio festivo y al catecismo con varios de mis compañeros. Algunas preguntas:

  • Recorriendo este relato, ¿cuáles consideran que son las claves de un/a educador/a salesiano/a?
  • En mi/nuestra comunidad, desde cada uno de nuestros roles, ¿cuáles podemos decir que son nuestros signos característicos como educadores/as salesianos/as en este tiempo?
  • Mirando mi/nuestra propia historia, los y las invitamos a nombrar a esos educadores/as que han sido y siguen siendo significativos/as en nuestra vida.
Para seguir rezando y profundizando juntos:
  • Apuntes sobre la pedagogía de Don Bosco. E2: Para educar hay que estar
  • “Acompañar lo que crece, pasión de educadores” (Gente de Esperanza, Eduardo Meana)
DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Servicio La cruzada de los niños (Rodríguez de Coro, Francisco, Don Bosco Fragua de inquietud: Las memorias del oratorio contadas por Don Bosco, Buenos Aires, ISAG, 2011.) Luis Lasagna sostenía el libro de las Reglas como una reliquia entre sus manos, sin abrir, por miedo a que se desencuaderne. Son veintitrés salesianos. Todos jovencísimos los que parten para América en la segunda expedición del 7 de noviembre de 1876. — Las maletas de libros aquí. — Baccino, las cajas de utensilios. — "Frances", "frances", los pasaportes. Francisco Bodrato, "frances", muestra los pasaportes. Todos atienden en silencio, con reverencia, como si en el muelle se estuviese escuchando una plegaria de una religión hasta entonces desconocida. Lasagna, el pelirrojo de Montemagno, proyecta en ese instante una tenue irisación. Entre el estribillo Oscuro del mar en las barcazas le parece oír la risa asombrada de Juan Cagliero. Pero, no, qué error. Cagliero les espera en Buenos Aires, a pie de obra. Rezan la Salve. Les doy la bendición. Zarpa el barco. — Ven con nosotros — dice Lasagna— lo que tú sabes bien se merece un viaje a Buenos Aires, quizás a Montevideo. Es un recado de Lasagna para Chiale. Veremos. Chiale llega siempre tarde. Él es así, pero llega. Y cuando llega todo está olvidado. Es llegar él y ya está. Si dice que viene es que viene. Llegar, llega tarde, eso sí. Pero es llegar él y la fiesta está armada. Es como un imán para las limaduras de hierro dulce. — Arrivederci, Montevideo. Escribo a Cagliero: "Esta expedición nos ha endeudado hasta el cuello, pero Dios nos ayuda y nos arreglaremos". Le recuerdo el plan inicial de las expediciones: la evangelización de los indios. Por esto debemos sacrificarlo todo. Está por encima de las contingencias cotidianas. El ardor se alía con mi imaginación y le añado: "Vista la necesidad grave de clero que hay en Brasil, ¿no será posible ver el modo de abrir una casa de Río de Janeiro?". Me quedo tenso, dolorido, como si arrojase por la caracola de la boca un centollo o un cangrejo. El capitán del Sauvie casi llega a las manos con un vendedor de biblias protestantes que comienza a criticarme y hasta a insultarme. Reescribo para el grupo de Bodrato que subirá a bordo del Orenoch los recuerdos que di a los misioneros de la expedición anterior. Subrayo, sobre todo, el número 5: "Cuiden especialmente de los enfermos, los niños, los viejos y los pobres, y se ganarán la bendición de Dios y la benevolencia de los hombres". En el oratorio había un ambiente de acontecimiento. Yo necesito de grandes espejos donde asomar mi obra, mis misioneros salesianos; espejos que multipliquen nuestra vida social y apostólica y cumplan la sentencia de nuestros románticos –Manzoni-: “En un espectáculo público cada uno goza de todos los demás”. Utilizo - ¡Que Dios me perdone! – a todos nuestros cooperadores y amigos; al Consul Gozzolo; al ministro de exteriores, Luis Amadeo Melegari; al omnipotente secretario del ministerio, Santiago Malvano, masón muy favorable a mis planes, al mismísimo Cardenal Franchi, secretario de Estado y antes eficiente nuncio en España, a todos. Yo necesitaba, para avanzar en América, por entonces aquel goce social donde apenas era nadie, pero donde esperaba ser mucho con mis hijos en el tiempo. Prefiero no pensarlo, pero le llego a escribir a Cagliero así: - Tengo alrededor de doscientos muchachos que piden ir a la Patagonia. Toda Italia y la Europa política y religiosa, habla de nuestro proyecto para la Patagonia. Dios lo quiere, y nos quiere ayudar a hacer nuestra parte. Les propongo abrir colegios en las ciudades limítrofes con las tierras de indios, recibir en ellos a sus hijos y atraer por su medio a los adultos. Así los propios indios se convertirían en evangelizadores de ellos mismos. La verdad, utilizo demasiado la imaginación y no digamos el corazón para dejarme ver, porque el creador lo utiliza todo. Soy melómano en el teatro. — Verdi, siempre Verdi -como soy barroco en la catedral. Costamagna, Fagnano, Lasagna ahora, me disuaden del plan. ¿Será su forma de conjurar el dolor de la llegada? En noviembre de 1877 envío el tercer grupo de salesianos. Son dieciocho. Todo Buenos Aires, entre el fervor y la entrega, les apoda como "la cruzada de los niños", dada su frescura, juventud y ganas de vivir. Junto a ellos, las primeras Hijas de María Auxiliadora, jovencitas también todas, que ya para entonces habían creado las mejores señas de identidad de María Mazzarello: estilo y leyenda. — ¿Sabemos algo, Miguel? -pregunto a Rúa. — Nada, Don Bosco. Ecos, solo ecos, y nada más. — Necesitamos gente, más gente para América. Expertos en amar. — No tenemos doscientos, pero si un buen grupo. — La próxima expedición... — Un respiro, un respiro. Yo siento un brinco en las vísceras. Cosquillas en los dedos. Miguel Rúa estuvo rápido. Cuando él pide un respiro hay que dárselo. Hay por medio algo con mucho futuro. Algo que va a cambiar la vida. Para seguir rezando y profundizando juntos: La espiritualidad de los primeros misioneros salesianos nos invitan a cuestionarnos sobre nuestras pastorales en salida, desde el impulso evangélico de viajar a otras tierras y testimoniar el corazón de Valdocco. Estos jóvenes, bajando en el puerto de Buenos Aires, nos regalan aires nuevos, con diversos modos de construir, que alientan a nuestras comunidades.

  • Te invitamos a poder escuchar y ver los testimonios de la experiencia de voluntariado juvenil de nuestra inspectoría. https://www.youtube.com/watch?v=nMMOBkNIPrM&t=471s
  • En nuestras comunidades, ¿qué palabras y lugares le asignamos a los “latidos misioneros” que nos ponen en movimiento?
  • ¿Qué nos sucede en el corazón cuando conectamos con estos latidos?
DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Dificultades Gastaldi, todo es presagio (Rodríguez de Coro, Francisco, Don Bosco Fragua de inquietud: Las memorias del oratorio contadas por Don Bosco, Buenos Aires, ISAG, 2011, p 30-35) —Mi elección es un rasgo inesperado de la divina Providencia, al que no contribuyó ningún favor humano. Es el Espíritu Santo, y solo ÉI quien me situó a la cabeza de la diócesis de Turín. Fue la voz, sonora y recia, del nuevo arzobispo monseñor Gastaldi. Hasta hacía poco Gastaldi, cauto como piamontés, no ataca, sino da las gracias por todo. Intuitivo del ambiente, desde muy joven sabe por dónde orientarse. Gastaldi siempre me atendió y entendió. Hasta me adelantó dinero y confidencias. Anticipador de lo venidero, llegó a escribir al Vaticano sobre mis obras: —Doy testimonio de que el arzobispo Fransoni, mientras estaba en el triste destierro de Lyon, afirmó que consideraba a esta Congregación como una bendición especial del Cielo, puesto que, mientras los seminarios diocesanos eran cerrados, se podían preparar al sacerdocio en ella muchos jóvenes. Gastaldi siempre me entendió, valoró y ayudó. Nos respetábamos, nos queríamos. Su madre trabajó durante muchos años en nuestro Oratorio. Es una de las vértebras arqueológicas por la que podemos reconstruir todo lo cotidiano y vulgar de los chicos de Valdocco. Pío IX me apreciaba mucho y me consultó para la elección de arzobispo de Turín. Yo no lo dudé y propuse a Lorenzo Gastaldi, obispo de Saluzzo. Un hombre real, un personaje humano, atrozmente humano, atrozmente amigo. Pío IX duda, va y viene, retrocede y, al fin, elige mi propuesta. —Usted lo quiere, yo se lo doy. Le encargo haga saber a monseñor Gastaldi que lo hago arzobispo de Turín, y dentro de un par de años, lo haré algo más. Tiempo me faltó para telegrafiarle. Con sentido agudo y eficaz escribí: —Excelencia, tengo el honor de ser el primero en participarle que será nombrado arzobispo de Turín. Una vez en Turín, Gastaldi voló a verme. Lo tomo por la mano, lo acompaño, entramos en mi despacho y hablamos a solas por largo tiempo. A un hombre que habla y habla, como Gastaldi, sin parar, lo veo como callado, pronunciado por sí mismo, y le doy a entender que contribuí a su nombramiento. Más aún, le soplo, con cierta jactancia, las palabras, netas y redondas, de Pío IX: “Ahora arzobispo, y dentro de un par de años, algo más". Gastaldi me interrumpió: —Dejemos, dejemos hacer a la divina Providencia. Sin duda es un acto de humildad, por su parte. Fue todo un presagio. Los momentos eran urgentes y los problemas inmediatos. En carta del 14 de mayo de 1873, trasladé mi vivencia personal en lo que escribía y le dije: —Deseo que S. E. esté informado de cómo ciertas notas, escritas en los Gabinetes del Gobierno por obra de alguien, se hacen correr por Turín. Consta en estas notas que si el canónigo Gastaldi fue obispo de Saluzzo, lo fue a propuesta de Don Bosco. Si el obispo llegó a ser arzobispo de Turín, también lo fue a propuesta de Don Bosco. A Gastaldi siempre lo creí inteligente, y lo era. Luego, desde ese 1873 comprobé que sólo era sensible. Más sensible que los demás, que los otros. En un principio, se mostró paternal conmigo, protector, pedagógico. Pero luego su sensibilidad fue captando mis rebeldías interiores, mis apuestas ilimitadas, mis inconformidades secretas, mis misterios personales, mis errores. Y entonces su amor se tornó odio, con solo girar un poco, como pasa siempre. Pensaba que tenía un entendimiento secreto con Gastaldi, un diálogo callado y suave y le añadí: —Gracias a mí te han concedido la cruz de caballero. Me marcó desde entonces. Fueron trece años de mutilaciones, tergiversaciones, improvisaciones. Tomó tan a pecho el "fervor volcánico" reinante en el Oratorio que lo calificó de indisciplina y desorganización. Yo, por mi parte, sin su apoyo me había quedado desorientado y disperso. Él pensó organizarme la Congregación en torno a él y me habló de tomar sus riendas. ¡Qué difícil es el nacimiento de un fundador! Todo está confuso y nadie explica nada. Lo complicado es encontrar caminos. Yo tiré instintivamente por el camino de la fe y de los muchachos concretos. —“Todo mi talento -me decía- si alguno tengo, saldrá igual, saldrá por donde pueda, sólo que aplicándolo a la Congregación ya en camino. Comprobé que mi vida interior estaba habitada de cosas exteriores: casas, cobertizos, inmuebles, facturas, iglesias, colegios, libros, más los añadidos de las "discrepancias" con Gastaldi. Y no. Tuve alguna depresión, algunas temporadas de renuncia. Y no, no. ¿Qué clase de fundador iba a ser yo sin vida interior verdadera? Y empecé a despachar esas cosas exteriores y a comprometerme más con Dios y su Iglesia, encajando los golpes, vinieran de donde vinieran. Mi vida interior, sobre el filo de Gastaldi, nace de mi ambición escondida de absolutos. Pudo suponer una resignación, un escalón menos, una renuncia, aparentes. No fueron pasos atrás. "Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta". Para seguir rezando y profundizando juntos: La experiencia de Don Bosco nos refleja una realidad cotidiana tanto en nuestro apostolado como en nuestras comunidades: la realidad de las tensiones y los conflictos. Para nosotros y nosotras la experiencia comunitaria está teñida de diversos colores, no es solo blanco y negro. En esa diversidad de colores podemos denotar que las tensiones vinculares existentes en nuestras presencias pueden ser también iluminadoras en el discernimiento comunitario.

  • ¿Qué tensiones o conflictos perciben en sus comunidades, tanto internos como externos?
  • ¿Qué elementos ponemos a disposición para trabajar aquellos conflictos?
  • ¿Qué certezas y preguntas descubrimos al habitar las tensiones comunitarias?
DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Alegría Excursiones otoñales (Lenti, Arthur J., Don Bosco: historia y carisma 1. Origen: De I Becchi a Valdocco (1815-1849), Madrid, CCS, 2010, p. 111 [MO 111-113].) Eran los paseos que tenían lugar alrededor de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, el primer domingo de octubre. En 1848, Don Bosco empezó a llevar a un grupo de jóvenes a su lugar de nacimiento en I Becchi por la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, que se celebraba en la capilla que había cons­truido en la casa de su hermano José con acceso desde el exterior. A la cele­bración de la fiesta se sucedían excursiones a los alrededores. Estas salidas anuales continuaron con itinerarios cada vez más amplios, con la banda y con un grupo de actores, con el propio Don Bosco como líder, hasta 1864. El Oratorio en un prado - Paseo a Superga (San Juan Bosco, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales. Crítica a cargo del P. Fernando Peraza Leal, sdb, Buenos Aires, Ediciones Don Bosco Argentina, 2015, pp. 185-188) (...) Como eran frecuentes las caminatas a lugares, a veces bastante lejanos, voy a relatar una de las que hicimos a Superga, para tener una idea de cómo se organizaban también las demás. Reunidos los jóvenes en el prado, se les daba tiempo para que jugaran con las bochas o el cascajo, o montaran en zancos, etc.; se tocaba luego el tambor y, después, la trompeta, para indicar la hora de reunirnos y la de la partida.(...) Pasadas las nueve salíamos hacia Superga. Se llevaban cestos de pan, queso, embutidos, frutas, en fin, todo lo necesario para pasar el día. Íbamos en silencio hasta salir del sector habitado de la ciudad. Después, empezaba el alboroto, los cantos y los gritos pero siempre ordenadamente y en fila. Una vez, al comenzar la subida a la basílica, me encontré con que me tenían preparado un caballo estupendo, con sus arreos y todo, enviado por el sacerdote Anselmetti, cura de aquella parroquia.188 Allí mismo recibí un mensaje del Padre Borel, quien nos había precedido: “¡Venga, venga tranquilo, con esos buenos muchachos, que la sopa, el cocido y el vino están preparados!” Monté a caballo y lo leí en voz alta. Todos, arremolinados en torno, no bien oyeron aquello estallaron unánimemente en aplausos y ovaciones, con gritos, estruendos y cantos. Molestaban al caballo tirándolo por las orejas, las narices o la cola, empujando tanto a la pobre bestia como al que la cabalgaba. Ciertamente, el manso animal lo soportaba todo con una paciencia mayor que la que tenía el jinete. Además de aquel alboroto que hacíamos, le daban a la música con tambor, trompeta y guitarra; todo tan desafinado como para sumarse al ruido que hacían los muchachos, hasta formar una maravillosa armonía. Cansados de reír, bromear, cantar y desgañitarnos, llegamos a la meta. Como los chicos estaban sudorosos, se refrescaron un poco en el patio del santuario y en seguida se les trató de saciar el voraz apetito.(...) Se dejaron, después, unas dos horas para visitar los locales y luego, nos reunimos en la iglesia en la que ya había mucha gente. A las seis echamos algunos globos al aire y en seguida, agradeciendo vivamente a los que nos habían atendido, emprendimos el regreso hacia Turín. En el camino, los mismos cantos, risas y juegos de antes y también la oración. Llegados a la ciudad, cada uno se iba separando de la fila a medida que se acercaba a su casa. Yo llegué al Refugio con siete u ocho muchachotes de los más fornidos que cargaban los cacharros usados ese día. (...) No es posible describir el entusiasmo que entre los muchachos despertaban nuestros paseos. Eran felices con esta manera de mezclar la piedad con juegos y paseos y se me encariñaban de tal forma que no solamente eran obedientísimos a mis indicaciones sino que estaban disponibles para todo aquello en que me pudieran ayudar. Música (Lenti, Arthur J., Don Bosco: historia y carisma 2. Expansión: de Valdocco a Roma (1850-1875), Madrid, CCS, 2011, p. 97.) La música era algo habitual en el Oratorio. Don Bosco tenía dotes musicales; a pesar de no haber recibido una educación musical formal, sabía solfeo, cantaba con voz de tenor, tocaba instrumentos e incluso componía canciones sencillas. El canto y la música coral se introdujeron muy pronto en el progra­ma educativo. En aquella época, en las iglesias del Piamonte el único canto que se escuchaba, además de simples canciones piadosas cantadas por parte de la congregación o de un grupo, era un solo masculino desde el ambón. Normalmente la instrucción musical se recibía de forma individual y los co­ros se creaban con personas que se habían formado de esta manera bajo la dirección de un maestro de coro. Ya en 1845, el propio Don Bosco empezó a enseñar música a los jóvenes en grupos grandes, ante el asombro de profesores de música y educadores.47 Todos los chicos del Oratorio recibían algún tipo de instrucción musical, in­cluyendo canto, y el canto por parte de un grupo de jóvenes en el Oratorio era una característica común de las celebraciones religiosas. Se formó un gran coro y se convirtió en una institución en el Oratorio. En la consagración de las Iglesias de María Auxiliadora (1868) y del Sagrado Corazón en Roma (1887) los coros del Oratorio ejecutaron programas que recibieron elogios de la crítica. La música instrumental también era importante. Empezando solo con un tambor, una trompeta y una guitarra en el prado Filippi en 1846,48 ha­cia 1855, Don Bosco ya tenía una banda propiamente dicha bajo la dirección de un buen músico, Juan Cagliero.49 La banda se convirtió en algo habitual en muchas actividades religiosas y de esparcimiento. Sobre todo, como edu­cador, Don Bosco valoraba la música como una influencia humanística y ci­vilizadora sobre el corazón y la imaginación de los jóvenes. En una discusión con un educador en Marsella, Don Bosco recalcaba con insistencia el valor de la música: «Un oratorio sin música es como un cuerpo sin alma».50 Algunas preguntas:

  • ¿En qué rasgos o características de los paseos otoñales encuentran explícitamente la mirada educativa y espiritual de Don Bosco?
  • ¿En qué otras experiencias que ustedes realizan como comunidad reconocen también estos rasgos?
  • ¿Cuáles son aquellas propuestas que impulsamos como comunidad y que despiertan el entusiasmo entre las y los jóvenes?
  • En este nuevo contexto, ¿qué espacios comunitarios desarrollamos para compartir la vida, el ocio, los juegos, el descanso?
  • ¿Cuál sería la canción que en este momento los y las representa en su ser comunidad?
Para seguir rezando y profundizando juntos: Les proponemos escuchar la canción “Vivir” de Aristophanes DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Escucha El Oratorio en el Refugio de la Marquesa Barolo (1844) (Lenti, Arthur J., Don Bosco: historia y carisma 1. Origen: De I Becchi a Valdocco (1815-1849), Madrid, CCS, 2010, p. 420.) Don Bosco ya estaba gravemente enfermo de bronquitis al dejar el Convictorio: una enfermedad que empeoró progresivamente y que, durante este período, puso en peligro su vida. Pero logró cumplir sus obligaciones con la marquesa Barolo. Ganaba su salario y su sustento como capellán y profesor de las 400 muchachas del Refugio. Y al mismo tiempo, con la ayuda del teólogo Borel y de don Pacchiotti, los domingos y días festivos dirigía el Oratorio. En el Refugio, el Oratorio se reunía en la habitación de Don Bosco y en la del teólogo Borel, en el pasillo contiguo y en las escaleras. Don Bosco y el teólogo Borel enseñaban religión y oían las confesiones de los muchachos. Luego llevaban al grupo a alguna iglesia para oír la Misa. Durante el día, el recreo se tenía donde encontraban espacio. Génesis del Hospicio - Primeros residentes (San Juan Bosco, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales. Crítica a cargo del P. Fernando Peraza Leal, sdb, Buenos Aires, Ediciones Don Bosco Argentina, 2015, pp. 219-221.) Mientras se organizaba la instrucción religiosa y literaria apareció otra gran necesidad que había que afrontar de inmediato. Muchos chicos, sea de Turín o forasteros, que tenían toda la buena voluntad de entregarse a una vida mejor y laboriosa, cuando se les decía que se decidieran a hacer algo, nos hacían saber que carecían de comida y de ropa, ni tenían en dónde alojarse, aunque fuera provisionalmente, en la ciudad. Nosotros habíamos preparado en el henil un lugarcito para algunos de ellos en donde podían pernoctar sobre un poco de paja. Sin embargo, no faltaron quienes varias veces nos robaron sábanas y cobijas (...). Fue cuando, una tarde lluviosa de mayo apareció un muchachito de unos quince años, empapado, por completo, que pedía un pedazo de pan y hospedaje. Mi madre lo llevó a la cocina, cerca al fuego y, mientras se calentaba y secaba la ropa, le dio caldo y pan para que restaurase un poco la fuerzas. Entre tanto, le fui preguntando si ya había comenzado la escuela, qué eran sus padres y en qué trabajaba. Me respondió que era un pobre huérfano y venía del Valle del Sesia en busca de trabajo. Que traía tres francos pero que ya antes de haber podido ganarse alguna cosa, había debido gastarlos y ahora no tenía nada ni a nadie. 216 -¿Ya hiciste la primera comunión? -Todavía no. -¿La Confirmación? -Tampoco. -¿Te has confesado? -A veces. -Y ahora, ¿hacia dónde vas? -No lo sé. Le pido solamente el favor de dejarme pasar la noche en algún rincón de la casa, y se echó a llorar. Lo mismo hizo mi mamá. Yo también me sentí conmovido. -Si estuviese seguro que no eres un pícaro ladronzuelo te acomodaría por ahí en alguna parte. Porque ya se llevaron un poco de cobijas y tú te vas a cargar las que quedan. -No señor. Esté tranquilo que yo soy pobre pero nunca he robado nada a nadie. -Si quiere, intervino mi madre, yo lo acomodaré como pueda; ya Dios dirá lo que mañana haya que hacer. -¿En dónde? -dijo el chico-. -Aquí, en la cocina. (...) Mi mamá salió con el huerfanito a traer algunos pedazos de ladrillo y en la cocina levantó con ellos cuatro muritos de apoyo, puso encima unas tablas y un jergón, y se puso a tender la que sería la primera camita del Oratorio. Después le dio un sermoncito sobre la necesidad del trabajo, sobre la honradez y algo sobre religión. Luego lo invitó a rezar con nosotros. -No sé, respondió. -Rezarás con nosotros, y así fue. Para mayor seguridad cerró con llave la cocina hasta la mañana siguiente. Este fue el primer residente del Hospicio, al que se agregó al poco tiempo otro y en seguida otros más. [28] Hacia el Seminario (San Juan Bosco, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales. Crítica a cargo del P. Fernando Peraza Leal, sdb, Buenos Aires, Ediciones Don Bosco Argentina, 2015, pp. 119-120.) Palabras de Mamá Margarita El día 30 de octubre de 1835 debía ingresar al seminario. El pequeño paquete de ropa estaba preparado. Todos mis parientes se mostraban contentos y yo más todavía. Sólo mi madre estaba pensativa y no me perdía de vista como si tuviese que decirme alguna cosa. La víspera de mi partida por la tarde me llamó y me dijo estas inolvidables palabras: “Querido Juan, has recibido la sotana sacerdotal y yo he experimentado el más grande consuelo que una madre puede sentir al ver la felicidad de su hijo. Pero recuerda bien que no es la apariencia sino las virtudes lo que honra a un sacerdote. De manera que si alguna vez llegaras a dudar de tu vocación, ¡por amor de Dios!, no dudes en dejar la sotana, antes que deshonrarla. Bien sabes que yo prefiero que seas un pobre campesino y no un sacerdote negligente. Cuando viniste al mundo te consagré a la Santísima Virgen y te recomendé la devoción a nuestra Madre cuando comenzaste los estudios, ahora te digo que te entregues del todo a Ella, aprecia a los compañeros devotos de María, y si llegas a sacerdote, inculca y propaga siempre su devoción”. Al terminar estas palabras mi madre estaba conmovida y yo lloraba. Yo le respondí: - Madre, le agradezco lo que me ha dicho y todo lo que ha hecho por mí, sus palabras no caerán en el vacío, las guardaré como un tesoro toda la vida. Por la mañana temprano salí para Chieri y por la tarde del mismo día me interné en el Seminario. Algunas preguntas: En lo personal

  • ¿Cuán disponible te encontrás hoy para escuchar a otros?
  • ¿A quiénes te acercás cuando necesitás ser escuchado/a?, ¿por qué?
En lo comunitario
  • En este contexto, ¿qué nuevas formas de escucha se habilitaron?
  • ¿Qué espacios comunitarios de escucha encontrás?
  • ¿Cuáles son los gritos de la comunidad que se escuchan con más fuerza en este tiempo? ¿Qué escuchamos de las y los jóvenes, de las y los educadores y animadores? ¿y de nuestro barrio?
  • ¿A qué nos invitan esas voces que escuchamos? ¿cómo las transformamos en praxis y reflexión?
Para seguir rezando y profundizando juntos: Oración de la escucha Señor, enséñame el arte de escuchar. Armoniza toda mi persona para prestar atención. Empápame de silencio para acoger los gritos de cada joven. Regálame sosiego interior para contener su agitación y sus padecimientos. Dame el cuidado, la paciencia y el respeto necesarios para que los que vengan a mí, se sientan escuchados. Haz que como Don Bosco, aprenda a escuchar con toda mi persona: que escuche con todo mi cuerpo, con los ojos, con mi sonrisa, con las manos, con el alma... Que no enjuicie, aconseje, interprete, dirija a los jóvenes, sino que, simplemente los escuche. Que mis reflejos y palabras no sean más que el fruto de otra escucha: la de tu voz que me habla en mi interior, la de tu amor, del que solamente soy un signo y un portador, para quien escucho. Amén. Una canción: En la escucha - Frente a frente DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Ir al encuentro (RUSSO Claudio, Don Bosco encuentra a los jóvenes, CCS, Madrid, 2007, p. 11-15. Pedro Enría fue salesiano coadjutor y enfermero de Don Bosco, tenía entonces 47 años) (nos acercamos a esta experiencia, a través de algunos pasajes de la carta de Pedro Enría) “Conocí a Don Bosco en septiembre de 1854 en el convento de los dominicos, donde se reunía a los niños que habían quedado huérfanos por el cólera que asolaba la ciudad… Mientras todos los chicos eran reunidos y puestos en fila por un asistente, vemos venir a un cura acompañado por el director del orfanato… sonreía, tenía un aire de bondad que se hacía amar sin necesidad de hablarle antes. (...) Todos respondían con confianza y decían cómo se encontraban; pasó finalmente junto a mí, yo sentí que me latía fuertemente el corazón no por temor sino por un afecto y amor que sentía dentro de mí mismo, sentía que habría amado siempre a aquel santo varón. Me preguntó el nombre y apellido y pueblo, yo le respondí con gran afecto: me llamo Enría Pedro Giuseppe. Me dice: —¿Quieres venir conmigo? seremos siempre buenos amigos hasta que estemos en el paraíso ¿estás contento? —Oh, sí señor, respondí, —estoy contentísimo, —¿Y éste que tienes al lado es tu hermano? —Sí señor, —Bien, vendrá también él. Le besé la mano con confianza y amor de hijo, me saludó con amor de padre y pasó a otros. Y a todos hacía una caricia, un saludo lleno de bondad. (...) Al entrar en el Oratorio fuimos bien acogidos por Don Bosco y por su amorosa madre, entonces recién conocí a aquel cura que vino a visitarnos al hospicio de Santo Domingo. Escuché aquel nombre que me había sonado tan dulce la primera vez que lo oí pronunciar por los pequeños huérfanos, pero después sabiendo, que yo estaba justo en la casa de Don Bosco, mi corazón no podía más de la alegría. (...) Don Bosco era para todos nosotros un verdadero padre. Alrededor suyo estábamos todos felices y contentos. (...) Me recuerdo siempre aquel día afortunado de mi ingreso en el Oratorio de Don Bosco.(...) Estaba siempre alegre y contento. Pensaba más en nosotros que en sí mismo. (...) Rezaba y nos hacía rezar a nosotros y volvía a la puerta de aquellos señores, a veces eran los mismos que lo habían maltratado, encontraba un cambio total, y le daban ayuda de corazón para su obra. (...) ¿Quién lo hubiera dicho que Don Bosco fuera a buscarse un insignificante joven, hijo de un pobre pero honesto campesino, para que fuera un día aquel que debía asistirlo en todas sus enfermedades hasta que fuera al paraíso a recibir el premio de sus virtudes? Algunas preguntas:

  • ¿Qué gestos concretos, desde lo personal y desde lo comunitario, tenemos para salir al encuentro de los niños, las niñas, adolescentes y jóvenes que más vulnerables?
  • ¿Cuáles son los límites y obstáculos que no nos dejan salir al encuentro de ellos y ellas?
  • ¿Cuáles son los rostros que aún “reclaman” nuestro “salir a su encuentro” como comunidad?
Para seguir rezando y profundizando juntos: Casa abierta Quiero estar bien con mis hermanos De Norte a Sur al fin del mundo Saber oír y dar mis manos Sudar jugando algo bien sano Todos aquí somos humanos Que más me da el color, la raza Dentro tenemos sentimientos Que necesitan de sustento Si adentro hay buenos sentimientos No se pueden quedar adentro Aquí está mi casa abierta Hay un plato por ti en nuestra mesa Sombra de árbol para tu cabeza Libro abierto tu vida mi puerta Casa abierta La amistad no cuestiona tu credo A la tierra le gusta que amemos Sin distingos de culto y bandera Casa abierta Quisiera darte buena suerte Y ser tu amigo hasta la muerte Que la distancia no me entuma Y la amistad no se consuma Todos aquí somos humanos Que más me da el color, la raza Dentro tenemos sentimientos Que necesitan de sustento Si adentro hay buenos sentimientos No se pueden quedar adentro Aquí está mi casa abierta Hay un plato por ti en nuestra mesa Sombra de árbol para tu cabeza Libro abierto tu vida mi puerta Casa abierta La amistad no cuestiona tu credo A la tierra le gusta que amemos Sin distingos de culto y bandera Casa abierta Hay un plato por ti en nuestra mesa Sombra de árbol para tu cabeza Libro abierto tu vida mi puerta Casa abierta La amistad no cuestiona tu credo A la tierra le gusta que amemos Sin distingos de culto y bandera Casa abierta (Hay un plato por ti en nuestra mesa) Casa abierta (A la tierra le gusta que amemos) Casa abierta (A la tierra le gusta que amenos) Casa abierta (Hay un plato por ti en nuestra mesa) Aquí está mi casa abierta (Le agradezco tu vida a mi pena.) DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Cuidado de la Casa Común El perro "Gris" (Don Bosco. Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, 87) “El perro Gris fue ocasión de muchas conversaciones y de no pocas hipótesis. Muchos de ustedes lo habrán visto y hasta acariciado. Pero en este momento, dejando aparte las historias imaginarias que se cuentan, voy a exponer la pura verdad. Los frecuentes atentados de los que era objeto me habían enseñado que no podía salir ni volver solo a Turín. Por entonces el edificio más cercano al Oratorio era el del Manicomio y de ahí hacia abajo no había sino maleza y acacias. Una tarde bastante oscura, y con un poco de miedo también porque la hora estaba ya algo avanzada, veo junto a mí un enorme perro que, a primera vista, me espantó; pero como no se mostraba agresivo conmigo, sino por el contrario, juguetón como si yo fuera su dueño, nos hicimos amigos y me acompañó al Oratorio. Algo parecido sucedió en otras ocasiones, de manera que puedo decir que el “Gris” acabó prestándome importantes servicios. Veamos algunos. A fines de noviembre de 1854, en una tarde nublada y lluviosa, volvía de la ciudad y, para andar lo menos posible por el despoblado, tomé el camino que va desde la Consolata al Cottolengo. De repente me di cuenta de que dos hombres me seguían a poca distancia. Si yo aceleraba el paso ellos también, y lo mismo si lo retrasaba. Cuando intentaba pasar a la otra parte, para no tropezarme con ellos, hábilmente se me colocaron delante. Quise desandar el camino pero no alcancé, pues me fue imposible, porque ellos de improviso, sin decir palabra, con un salto me echaron una capa encima. Hice cuanto pude por no dejarme envolver, pero fue inútil. Aún más, uno se empeñó en amordazarme con un pañuelo. Quise gritar, pero ya no pude. En aquel preciso momento apareció el Gris y aullando como un oso se abalanzó con las patas delanteras contra uno y con el hocico abierto contra el otro, de modo que tenían que vérselas con el perro antes que conmigo. —“¡Llame a ese perro!”, se pusieron a gritar aterrados. —“Ya lo voy a llamar, pero ustedes respeten a los transeúntes”. —“¡Llámelo, ya!”, insistían, pero el Gris continuaba como un lobo o un oso enfurecido. Reemprendieron ellos su camino y el perro, siempre a mi lado, no me dejó solo hasta llegar al Cottolengo. Una vez allí me restablecí del susto y me reconforté con un buen vaso de vino de esos que siempre sabe ofrecer oportunamente aquella Casa. Después, con una buena escolta seguí al Oratorio. Siempre que bajaba al anochecer solo, al pasar los últimos edificios, veía salir al Gris por algún lado del camino. Muchas veces lo vieron los muchachos del Oratorio y hasta en una ocasión nos sirvió de entretenimiento. Lo habían visto entrar al patio y querían correrlo a palos o sacarlo a pedradas. —“No lo molesten” —dijo Buzzetti— “es el perro de Don Bosco”. Entonces empezaron a acariciarlo y me lo llevaron. Estaba yo en el comedor con algunos clérigos y sacerdotes y con mi madre. Ante la inesperada visita todos quedaron perplejos: — “No le tengan miedo” —les dije— “es el Gris, déjenlo que se acerque”. En efecto, después de dar una vuelta a la mesa, se puso a mi lado muy contento. Lo acaricié y le ofrecí comida, pan y carne; pero no quiso comer; y ni siquiera quiso olfatear lo que se le ofrecía. — “Entonces, ¿qué quieres?”, le dije. Se limitó a sacudir las orejas y a mover la cola. “Entonces, o comes, o bebes, o quédate ahí tranquilo”, le dije. Él seguía contento con la cabeza apoyada sobre el mantel. Parecía estarme deseando una buena noche. Luego los chicos, encantados y alegres, lo acompañaron hasta la puerta de salida. Esa noche, lo recuerdo muy bien, había llegado bastante tarde y un amigo me había traído en su coche. La última vez que vi al Gris fue el año 1866, cuando desde Murialdo iba a Moncucco, a casa de Luis Moglia, mi amigo. El párroco de Buttigliera me acompañó por un buen trecho, después, cuando ya atardecía quedé solo y la noche me sorprendió de camino. Yo pensaba: “¡Oh, qué oportuno hubiera sido, haber traído a mi Gris!” Me subí luego a un barranco para ver las últimas luces cuando, en ese preciso momento, apareció el Gris que venía a mi encuentro entre grandes muestras de alegría e hizo conmigo el trecho de camino que me faltaba, unos tres kilómetros. Llegando a la casa en donde se me esperaba, me hicieron dar la vuelta para que evitara que mi perro se pusiera a pelear con dos grandes mastines que tenían para cuidarla. — “Se despedazarían en caso de pelearse”, decía el señor Moglia. Entre los de la familia nos entretuvimos hablando y fuimos a cenar mientras mi compañero estuvo descansando en un rincón de la sala. Cuando terminamos dijo mi amigo: — “Le daremos de comer también al Gris”, y le llevó algo pero no pudo encontrarlo por más que lo buscó en la habitación y por todas partes. Hubo asombro general porque no estaba abierta ni la puerta ni la ventana y tampoco los perros de la casa habían dado la menor alarma. Se volvió a buscarlo en la parte superior, pero fue inútil. Nadie pudo encontrarlo. Esto es lo último que sé de ese animal que ha sido objeto de tantas preguntas y discusiones. Nunca pude conocer a su dueño. Solo sé que aquel animal fue para mí una presencia providencial en muchas de las situaciones peligrosas en que me encontré”. Algunas preguntas: Don Bosco es considerado como uno de los seis santos amigos de los animales, su origen campesino y pastoril ciertamente le dieron mucha sintonía con ellos. El Griggio cuida a Don Bosco pero también Don Bosco cuida al Gris. Cuidar la naturaleza… que nos cuida.

  • ¿Somos conscientes de que la naturaleza nos cuida y cuanto más la cuidemos más en armonía con ella viviremos?
  • ¿Podemos encontrar en la vida de nuestra comunidad signos de ese cuidado? ¿Qué iniciativas podríamos tener para dar pasos en cuidar la Casa Común?
  • Así como Don Bosco aprendió de Margarita a maravillarse delante de la naturaleza, en nuestras comunidades ¿cómo educamos la sensibilidad juvenil ante el actual deterioro de la naturaleza por acción del ser humano?
Para seguir rezando y profundizando juntos: Invitamos a compartir en tu comunidad el siguiente video: https://www.youtube.com/watch?v=NJToFBALKAs construido por la organización “jóvenes por el clima”, también pueden incursionar en la propuesta de Don Bosco Green Alliance: https://donboscogreen.org/es/DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

¿Cómo funciona la imagen interactiva? Cliqueá sobre los íconos azules que aparecen en la imagen para encontrar las pinceladas de la comunidad de Valdocco.

  • Algunas escenas refieren a dos pinceladas.
  • Algunas pinceladas corresponden a dos escenas.

Pincelada Compromiso Social Cómo se alegra el corazón río arriba (Rodríguez de Coro, Francisco, Don Bosco Fragua de inquietud: Las memorias del oratorio contadas por Don Bosco, Buenos Aires, ISAG, 2011.) Hay mucha gente que no escucha a la Tierra. Es más. Hay demasiada gente que se quiebra de risa cuando le dices que la Tierra habla, alto y claro, y que quien no es capaz de oírla tiene un serio problema de odio. Allá por 1845 se abrió una nueva prisión en Turín, en la carretera de Stupinigi: la Generala. Era una especie de "reformatorio de muchachos" que alcanzaba el número de trescientos. Yo, por entonces, tenía poco sentido de mis límites y se me partía el alma verles allí a la deriva con sus accesos de cólera groseros y dementes. Era todo tan extraño, tan inadmisible. —Bosco, Bosco, nunca pienses demasiado —me decía— Simplemente, fúndete con la calle y haz la cuenta que tu cuerpo no existe; sin pensar demasiado, completamente lleno por dentro, fúndete con esa cárcel, concéntrate solo en el próximo paso que vas a dar. A pesar de todo y de todos, me dediqué a visitarlos. Al principio no me fue bien; entonces la cárcel era nueva para mí y siempre me perdía. La casualidad era mi único método, el simple acto gratuito de ver a alguien con mis propios ojos y pararme a hablar con él. Después, durante meses y por espacio de algunos años la Generala fue el centro del mundo para mí. Fuera, las cosas no cambiaron demasiado; seguían las mismas batallas, había que enfrentarse a los mismos problemas, pero se me había concedido la posibilidad de la esperanza, y comencé a creer que los problemas de los chicos presos, podían finalizar tarde o temprano. Y fue entonces durante la Cuaresma de 1855, cuando logré penetrar en sus vidas al compartir unos días intensos de fe y cercanía, que finalizaron con una confesión general. Conocí las diferencias entre un “vigilado especial", un "vigilado simple" y un "iniciado". Cuando me hablaban de su pasado, yo los comprendía sin tener que pedirles explicaciones. —Todo empieza, reverendo, cuando descubres que eres el ser más inmotivado de este mundo. Que has perdido unos padres, un hogar, un pueblo, la cara, tu propia cara, todas las patrias convencionales. Lo descubres semihundido por la orografía de Turín, bajo palacios que amenazan tu inexistente esqueleto de gusano. Tienes frío, reverendo, por debajo del frío, la angustia, te abandona el estómago que ya está en tus pies, convertidos en plomo horroroso. Iba de puerta en puerta. De desprecio en desprecio. Todo eran promesas, hasta que.…. —¿Hasta qué...? —Hasta que alguien empieza a decirte cosas coherentes. —Cómo qué? —Como que nunca pasaría más frío, del físico ni del otro. Que nunca más tendría miedo. Que recuperaría nombres y apellidos, sonrisa en los labios de los demás, respeto en los ojos de los policías. —¿Y? —Y robamos y nos atraparon. A partir de aquí, éste o aquel, seguía hablando solo. Había mueca de asco en su cara súbitamente envejecida, como si se le hubiera borrado la juventud y las ganas de vivir. Asfixiados, hartos de soportar aquel tiempo de puñales, se hundían en la depresión o en el vicio. ¡Era tan natural sentirse vencido! Yo miré el calendario y era como mirar la vidriera de una cuchillería, los días, con la punta hacia ti, con su resplandor fugitivo y me presenté al director, a quien propuse organizar un día de campo con los muchachos hasta Stupunigi. —¿Pero me habla usted en serio, reverendo? —Totalmente en serio. No se escapará ninguno. Le doy mi palabra. No pretendo jactarme de lo que hice, pero por primera vez en mi vida un montón de muchachos presos dependían de mí, y yo no los abandoné. Anuncié la excursión en la Generala. Los chicos aullaron de alegría. Solo los "vigilados especiales" permanecían muy desconfiados como pájaros silenciosos en una zarza. —Di mi palabra al Ministro de que volveremos todos. ¿Puedo fiarme de ustedes? Dialogaron entre sí los cabecillas. Dijeron: —Volveremos todos. Le damos nuestra palabra. Me quedé azorado por el cumplimiento de su palabra. También el director y no digamos el ministro Ratazzi. Lo recuerdo como si fuera hoy. Saltamos, corrimos, gritamos. Yo iba en medio de ellos, junto a un burrito con las provisiones. Les celebré la misa y almorzamos sobre la hierba, junto al río Sangone. Nos sentimos bien río arriba, todos bebiendo y cantando, y riendo y bromeando. Sí, señor. Río arriba. Cómo se alegra el corazón río arriba. Río arriba. Es como ir tirando las costras de la vida, esas riñas del feo mundo por la borda. Sin camisa, medio desnudos, cantaban y bebían. Nos salían las ramas silvestres por las orejas. Yo que sueño con nuevos espacios en la comunicación, ya desde entonces me fijé en el Sangone. Que hablen los ríos. Que hable el Sangone. Que cuente lo que pasó en su caudal en la primavera de 1855. Qué fue de su vida. Ya sé que hay tipos que se consideran más importantes que un río. Entrevisten al Sangone. Cuando Ratazzi me abordó, dijo: —¿Por qué llega usted a tanto? —Señor Ministro, yo quiero a esos muchachos. Y como sacerdote tengo una fuerza moral que quizás usted no pueda comprender. Ah, señor Ministro, y río arriba, siempre río arriba. DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Dar la vida Vicente Cimatti (1879-1965) (Boletín Salesiano español. Septiembre 2011) Si uno conoce a fondo a don Cimatti, se enamora de él. Se enamora de su familia, pobre y sufrida, pero rica en la fe, en la que una madre santa, llamada Rosa, cría a tres hijos: Rafaela, que entrará en la Congregación de las Hermanas Hospitalarias de la Misericordia y será campeona de bondad activa entre los enfermos en algunos hospitales cerca de Roma, ya bienaventurada; Luis, salesiano coadjutor y misionero en América Latina, fallecido en concepto de santidad; y nuestro Vicente. Corredor de fondo. La vida de Vicente Cimatti es toda ella una carrera al servicio de Cristo en las filas de Don Bosco, porque es precisamente el santo de los jóvenes quien lo lanza a la carrera de la existencia. Tiene tres años, en efecto, cuando muere su padre y su madre lo lleva a la iglesia de los servitas de la ciudad de Faenza en donde está predicando Don Bosco: «¡Vicentico, mira, mira a Don Bosco!», le susurra su madre levantándolo entre el gentío que ha acudido para ver al santo. Mientras viva Vicente recordará el rostro bondadoso del anciano sacerdote. La primera etapa de la carrera comienza ya a los 17 años; llega a ser salesiano, hace la profesión perpetua y lo envían a Turín-Valsálice, en donde enseña y acumula títulos de estudio: diploma de composición en el Conservatorio de Parma, doctorado en agronomía, en filosofía y pedagogía en la Regia Universidad de Turín. Se distingue siempre por su inteligencia, su bondad y su excelente voz. Sus zarzuelas son ejecutadas repetidamente en escuelas y oratorios salesianos; generaciones de clérigos lo llaman Maestro. ¡Cuánto trabajo, también manual, en los oratorios de Turín para los jóvenes! ¡Cuánto correr para ayudar a las familias pobres! Mientras tanto pedía al Rector Mayor con mucha insistencia. «Búsqueme un puesto en la misión más pobre, más trabajosa, más abandonada. No logro acomodarme a las comodidades». Finalmente, a los 46 años, su carrera da un salto de calidad: lo envían a Japón a fundar la obra salesiana en la tierra del Sol Naciente. Allí trabaja durante cuarenta años, conquistando el corazón de los japoneses con su bondad y dedicándose, como Don Bosco, al apostolado de la prensa y de la música. Viaja mucho para animar continuamente a los primeros salesianos y crea obras sobre todo para chicos huérfanos y marginados. Podría volver a Italia y vivir en paz su ancianidad, pero quiere morir en Japón, «transformarse en tierra japonesa». Morirá serenamente, como un patriarca, con esa gran barba blanca suya, entre «sus» japoneses. El sonriente atleta de Cristo ha concluido la carrera. Personalidad poliédrica y sencilla. Para nosotros es importante hoy conocer su vida y seguir su ejemplo, en lo que nos sea posible hacerlo. Porque fue realmente un gran corredor y, a través de sus numerosísimas cartas, podemos entrar en un alma contemplada en sus componentes humanas, cristianas y salesianas, donde se nos muestra lo que realmente era: no solo un santo, sino un hombre auténtico, inteligente, de garra, sensible, alguien a quien la música le brota espontánea, amante de la naturaleza y del prójimo, dueño de sí mismo mientras afronta innumerables dificultades y sufrimientos. Solo a través de sus escritos, hasta hoy en su mayor parte inéditos, se logra comprender que detrás de la sonrisa y la cordialidad se libraba una incansable esfuerzo por convertirse al Dios de la vida y una capacidad enorme de sufrimiento, de enfrentar dificultades, incomodidades y pobrezas, soportando a personas que no lo han sabido comprender y ayudar, especialmente en el momento de la necesidad. Era el hombre más natural del mundo, en la acción, en el habla, en la oración, con esa actitud suya sencilla que encantaba a todos, grandes y pequeños, con esa sonrisa inolvidable. DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pinceladas Trabajo en red y Jóvenes y el mundo del trabajo Don Bosco, la presencia y el acompañamiento laboral desde un abordaje en red (Bonetti, J., Los cinco lustros del Oratorio Salesiano, pp.21-22) Junto con Guala y Cafaso, Don Bosco consagraba a sus muchachos no solo el día festivo, sino también, una parte notable de la semana. Ante todo cuando sabía que uno de ellos se hallaba sin empleo, o servía a un mal amo, se empeñaba solícitamente para buscarle acomodo con un patrón honesto y cristiano; y no contento con eso, iba casi diariamente a visitarlos en medio de sus trabajos en las oficinas y en los edificios. En tales visitas, Don Bosco dirigía una palabra a uno, una pregunta a otro, a éste daba una señal de benevolencia, a aquel un modesto obsequio, y los dejaba a todos rebosantes de un júbilo inefable. El hecho siguiente es una prueba incontestable de esta verdad. Uno de aquellos primeros jóvenes estaba empleado como dependiente de un negocio de paños, que por una portezuela vidriera, daba a la calle Doragrossa, llamada actualmente de Garibaldi. Cierto día, el buen muchacho, viendo pasar a Don Bosco, y dejándose llevar por los primeros impulsos del corazón, corre para saludarlo; pero, no dándose cuenta de la necesidad de abrir la puerta, da con la cabeza contra los vidrios y los hace saltar en pedazos. Al ruido del estropicio, Don Bosco se para; el joven se le acerca todo avergonzado; el dueño levanta la voz y grita, y los transeúntes forman corrillo. –¿Qué has hecho? Pregunta Don Bosco al pobrecito; y él contesta ingenuamente: –Lo he visto pasar a usted, y por el gran deseo de saludarlo, me olvidé de abrir la vidriera y la he roto. –Pues bien; yo la pagaré. –De ningún modo –Dijo entonces el dueño, que se había enterado de la causa del descuido– No, jamás permitiré que el buen corazón de este joven y la caridad de D. Bosco sufran perjuicio. Espero que otra vez nuestro Carlitos ya no pretenderá pasar a través de los vidrios, como si fuera un duende. Para profundizar el texto en comunidad:

  • En el texto vemos un Don Bosco que hace oratorio en comunidad (junto con Guala, Cafasso y Borel) y no solo los días festivos, sino que hace un seguimiento de sus jóvenes también en la semana. Un Don Bosco que sale al encuentro, que "patea" el barrio, trabajando en red (en este caso con patrones). Vemos un Don Bosco que entiende que si quiere acompañar de verdad a los y las jóvenes tiene que involucrarse en la dimensión laboral.
  • Don Bosco desde su inicio oratoriano (1841-1843) se relaciona con aprendices (picapedreros, albañiles, limpiachimeneas). Luego, (1847-1852) los ayudará a buscar trabajo de una forma novedosa, generando vínculo entre los y las jóvenes y los patrones, saliendo de intermediario en los contratos de trabajo con el fin de garantizar condiciones dignas y decentes. Más adelante (1853-1862) abre sus propios talleres para dar respuestas con su impronta.
  • Los oficios que abrió inicialmente la comunidad de Valdocco fueron: zapatería y sastrería en 1853, encuadernación en 1854, carpintería en 1856, tipografía en 1861, herrería y forja en 1862.
  • Los hermanos coadjutores fueron quienes ayudaron a dar impulso a esta dimensión tan propia del carisma salesiano, siendo Pedro Enría un ícono de ellos.
Algunas preguntas:
  • ¿De qué manera podemos generar redes de acompañamiento tanto dentro de la casa como barriales? ¿Qué pasos podemos dar?
  • ¿Cómo podemos garantizar, desde el Consejo de Obra o Núcleo Animador de la casa, el acompañamiento de la dimensión laboral en los distintos equipos y campos de acción?
  • ¿Qué estrategias podemos generar para acompañar la dimensión laboral de los y las jóvenes de los distintos campos de acción de nuestra casa? (Pasantías, unidades productivas, cooperativas, prácticas profesionalizantes, seguimiento de egresados/as, redes laborales, etc.).
  • En nuestra comunidad, ¿en qué y quiénes deberíamos seguir formándonos para acompañar esta temática?
Para seguir rezando y profundizando juntos:
  • Francisco en la OIT habla sobre el trabajo
  • La obra salesiana en Argentina y la formación para el trabajo
Bibliografía para profundizar la reflexión:
  • Prellezo, Juan Manuel, Las escuelas profesionales Salesianas, 2011
  • Perazza, Fernando, Iniciación al estudio de Don Bosco. Volumen 3. Capitulo V. De las escuelas de artes y oficios a la educación profesional, 2014, pp. 185-233.
  • Perazza, Fernando, Sistema Preventivo de Don Bosco. Pedagogía nacida de la vida, para la vida, pp. 25-32
DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Presencia ….luego del intento frustrado de instalar el Oratorio en el cementerio de San Pedro in Vincoli, (25 de mayo de 1845), y acontecido el hecho de tener que abandonar el Refugio por pedido de la Marquesa de Barolo, el municipio accede a otra petición hecha por Borel y Pacchiotti, (10 de Julio de 1845), con la bendición del Arzobispo Fransoni, para que el oratorio utilizara la capilla de San Martín ubicada en el complejo de edificios pertenecientes a los molinos de la ciudad (Molinos Dora). Este hecho de migrar de un lado a otro sin poder asentar el Oratorio en un lugar estable, producía en los muchachos cierta desorientación. Dos discursitos les hizo el teólogo Borel a los muchachos en esa ocasión, uno antes de partir y el otro una vez llegados a la iglesia de San Martín de los Molassi. Aquel sacerdote tan apreciado, habló con un lenguaje popular, único de verdad: Las coles, queridos jóvenes, -les dijo-, si no se trasplantan, no se hacen grandes y hermosas. Pues lo mismo ocurre con nuestro Oratorio. Hasta ahora ha sido trasplantado de lugar en lugar, y en cada sitio logró crecer más y hacer un grande bien a los jóvenes. Empezamos en San Francisco de Asís con una catequesis y con cantos. No se podía hacer nada más mientras permaneciera allí. El Refugio fue como una parada de esas que hacen los trenes para proveerse, y allí efectivamente hubo mucho alimento espiritual: confesiones, catequesis, sermones y entretenimientos bien agradables. Pero el verdadero Oratorio comenzó al lado del Hospitalito. Ahora la Divina Providencia quiso que lo dejásemos para trasladarnos a San Martín. ¿Estaremos aquí mucho tiempo? No lo sabemos, pero podemos esperarlo ya que, como las coles trasplantadas, el Oratorio se consolidará con un número mayor de jóvenes que quieran enriquecerse de virtudes; habrá mejores escuelas de música y canto, y clases diarias y nocturnas. Entonces ¿quiere decir que vamos a quedarnos aquí por mucho tiempo? No nos preocupemos de eso. Pongamos sí, toda nuestra confianza en las manos del Señor. Él cuidará de nosotros. Él nos sigue bendiciendo, ayudándonos, dándonos lo necesario; y será El quien nos indique en dónde debemos trabajar para su mejor gloria y para nuestro bien. Ahora bien, como las gracias del Señor se van uniendo unas con otras como los anillos de una cadena, así mismo, si nosotros correspondemos a estas primeras gracias, podemos estar seguros de que nos concederá otras mayores. De esta manera si somos fieles a las finalidades propias del Oratorio, nos haremos mejores, caminando de virtud en virtud, hasta llegar a la Patria Bienaventurada, en donde la infinita misericordia de nuestro Señor Jesucristo dará a cada uno el premio merecido. (San Juan Bosco, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales [45] p. 176) Como lo recordaba Cafasso, Borel era insuperable en la predicación, sobre todo la de tipo popular; era clara y precisa, llena de piamontesismos, de proverbios y ejemplificaciones oportunas. Tenía una capacidad de cautivar al auditorio muy particular y convincente. Sinopsis: Juan Borel estará presente en la vida de Don Bosco en su formación en el seminario de Chieri y en el Convitto Eclesiástico, estará presente con Don Bosco viviendo en comunidad en el Refugio de la Marquesa de Barolo, estará presente con Don Bosco en todas las etapas del oratorio dedicado a los muchachos pobres y encarcelados, estará presente con Don Bosco hasta la aprobación de la Sociedad Salesiana. Estará con Don Bosco y los jóvenes hasta el final de su vida. “Desde el primer momento en que conocí al teólogo Borel vi en él a un sacerdote santo, a un modelo admirable, digno de ser imitado. Siempre que podía departir con él recibía lecciones de celo sacerdotal, algún buen consejo y estímulo para ser mejor". ……. Toma un momento de tu vida personal, o un momento en la historia de tu comunidad y trata de rescatar la Presencia de alguien al estilo de Juan Borel. DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

Pincelada Amistad Los Jóvenes Luis Comollo y Juan Bosco (San Juan Bosco, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales (18)) Se veía desde algunos días un modesto jovencito de unos quince años, que, al llegar al colegio, ocupaba su puesto y sin preocuparse del alboroto de los otros, se dedicaba a leer o a estudiar. Un compañero insolente se le acerca, lo toma por un brazo y pretende que él también vaya a jugar al caballito. —No sé, respondía el otro, todo humilde y mortificado. No sé, nunca he jugado estos juegos. —Yo quiero absolutamente que tú vengas, de lo contrario te haré venir a fuerza de patadas y bofetadas. —Puedes pegarme a tu gusto, pero yo no sé, ni puedo, ni quiero… El maleducado y perverso condiscípulo lo tomó por un brazo, lo golpeó y después le dio dos bofetadas que resonaron por toda la escuela. A la vista de eso yo sentí hervir la sangre en mis venas y esperaba que el ofendido se tomara la debida venganza; tanto más que el ultrajado era muy superior al otro en fuerza y edad. Pero cuál no fue la sorpresa, cuando el buen jovencito con su rostro enrojecido y casi lívido, dando una compasiva mirada al malvado compañero solamente le dice: Si esto basta para satisfacerte, vete en paz, yo ya te he perdonado. Aquel acto heroico despertó en mí el deseo de saber el nombre, que era precisamente Luis Comollo, sobrino del párroco de Cinzano, del cual se habían oído tantos elogios. Desde entonces lo tuve siempre por íntimo amigo y puedo decir que de él he comenzado a aprender a vivir como cristiano. Puse plena confianza en él y él en mí; el uno necesitaba del otro. Yo de ayuda espiritual, él de ayuda física. Porque Comollo, por su gran timidez, no osaba nunca intentar defenderse ante los insultos de los malos; mientras yo era temido por todos los compañeros, incluso mayores de edad y estatura, por el coraje y mi descomunal fuerza. Esto lo dejé en claro un día con algunos que querían despreciar y golpear al mismo Comollo y a otro llamado Antonio Candelo, modelo de bonhomía. Yo quise intervenir en su favor, pero no me prestaron atención. Viendo un día a esos inocentes maltratados, —¡Ay de ustedes!- dije en alta voz-, ¡ay de los que todavía continúan maltratandolos! Un número notable de los más altos y de los más descarados se pusieron en actitud de defensa común y de amenaza contra mí, mientras dos sonoras bofetadas cayeron sobre el rostro de Comollo. En aquel momento yo perdí el control de mí mismo, e impulsado no por la razón sino por mi fuerza bruta, no encontrando a mano ni silla ni bastón, agarré con las manos a un condiscípulo por la espalda y me serví de él como de un garrote para golpear a los adversarios. Cuatro cayeron maltrechos por tierra y los otros huyeron gritando y pidiendo piedad. ¿Y qué pasó? En aquel momento entró el profesor en la escuela, y viendo brazos y piernas volando por el aire, en medio de un alboroto de otro mundo, se puso a gritar dando golpes a diestra y siniestra. La tormenta estaba por caer sobre mí cuando, pero haciendo relatar la causa de aquel desorden, quiso que fuese recreada aquella escena, o mejor, demostración de fuerza. Rió el profesor, rieron todos los alumnos, y, todos maravillados, no se prestó más atención al castigo que yo me habría merecido. Bien otras eran las lecciones que me daba Comollo: —Querido mío -me dijo apenas pudimos hablar entre nosotros-, tu fuerza me asusta, pero créeme, Dios no te la dio para masacrar a los compañeros. Él quiere que nos amemos, nos perdonemos, y que hagamos el bien a aquellos que nos hacen el mal. Yo admiraba la caridad del colega, y poniéndome de hecho en sus manos, me dejaba guiar a donde y como él quería. De acuerdo con el amigo Garigliano íbamos juntos a confesarnos, a comulgar, a hacer la meditación, la lectura espiritual, la visita al Santísimo Sacramento y ayudar en la Santa Misa. Sabía invitar con tanta bondad, dulzura y cortesía, que era imposible rechazar sus invitaciones. Para profundizar el texto en comunidad:

  • Luigi Comollo nace el 7 de abril de 1817 en la aldea llamada Pra; en la Provincia de Cinzano, Turín, Italia. Don Bosco era dos años más grande que Luis. Sus padres se llamaban Carlos y Juana Rossi, eran pequeños propietarios, campesinos, pero de profunda religiosidad. Luis era sobrino de José Comollo, párroco de Cinzano.
  • Año 1835, en Chieri, cuando Luis llega para estudiar Humanidades. Juan ya estaba allí hacía un año.
  • Juan y Luis establecen un fuerte vínculo de amistad que se sostiene en el tiempo.
  • Juan lo ve a Luis como fuente de inspiración, un amigo que lo forma: al admirarlo y ponerse en sus manos, surge una nueva experiencia de espiritualidad para él.
  • Podemos observar como hilo conductor del relato la tensión entre dos formas antagónicas de resolver los conflictos entre Luis y Juan Bosco (como en el sueño de los 9 años, o entre Don Bosco y el sacristán en el relato del encuentro con Garelli).
  • Don Bosco cada vez que inicia un diálogo con un joven que no conocía, les proponía ser su amigo.
Algunas preguntas: En lo personal
  • “Lo tuve siempre por íntimo amigo” ¿Con qué personas contás en tu comunidad con las que compartir la vida, los sueños, dificultades y esperanzas? ¿Qué necesitás para profundizar este tipo de vínculo tan medular del carisma salesiano?
  • “Puse plena confianza en él y él en mí”, “me dejaba guiar a donde y como él quería” ¿Quiénes te acompañan en tu vida y tu cotidianeidad?
En lo comunitario
  • ¿Cómo podemos favorecer la amistad en nuestros espacios educativos? ¿Qué estrategias, dispositivos, actividades, experiencias podemos generar para tal fin?
Para seguir rezando juntos:
  • Tomate un ratito para agradecerle a Jesús por esos amigos y amigas que te guían y en quienes depositás tu confianza. Pedile por aquellos y aquellas que acompañás.
  • Te invitamos a escuchar la canción “Siempre nuestro amigo” de Eduardo Meana.
Bibliografía para profundizar la reflexión:
  • Comollo en las Memorias del Oratorio.
DESCARGÁ AQUÍ EL TEXTO EN PDF

La invitación es que puedan elegir algunas pinceladas con las cuales le están poniendo color a su comunidad, a la vida de los otros y a sus sueños, para luego hacerse eco contándolas a través de breves relatos de este tiempo.Para ello les vamos a ofrecer algunos marcos con la gráfica del mes para que puedan ir sumando sus relatos como por ejemplo: algún hecho significativo de estos meses en algún espacio o equipo de la casa, alguna anécdota de algún educador/animador, alguna historia de vida, alguna foto, alguna imagen,un diálogo o charla significativa, un poema o alguna producción artística o musical, etc.

descargar MARCOS