Want to make creations as awesome as this one?

Transcript

BienvenidosLos invito a realizar una lectura relacionada con el medio ambiente.

Léela hasta el final y después realiza la actividad que se encontrara en el blog.

Acompáñame espero que te diviertas.

Todos pueden cambiar

Había una vez, en Estados Unidos, un señor llamado Alfred, al que no le importaba nada la naturaleza y que era muy, pero muy, codicioso por el dinero. En cambio, tenía un hijo, Juan, quien estaba muy interesado por la naturaleza y por los animales. Alfred hacía lo que fuera por dinero, y con todo me refiero a todo: talaba bosques, construía presas, iba de caza todos los meses para conseguir pieles de animales y venderlas y siempre dañaba la naturaleza. De esto, Juan no estaba enterado.

Él y su papá eran muy unidos: pescaban, cocinaban, hacían de todo juntos y a él le gustaba mucho, mucho. Un día Alfred se había ido de compras (o, al menos, eso le había dicho a Juan), y de repente sonó el teléfono. ¡¡¡Priiiiiiiii!!! ¡¡¡Priiiiiiiii!!! ¡¡¡Priiiiiiiii!!! —¡¡¡Yo contesto!!! —gritó Juan, mientras bajaba las escaleras. Cuando contestó, supo que era un empleado de la oficina del padre: —Hola, Alfred, soy yo, Ariel. —No, soy Juan, el hijo de Alfred.

Ah, bueno, ¿me pasás con tu padre? —No se encuentra en casa, ¿por? —Estoy trabajando en el contrato de minería a cielo abierto en Sudamérica, tal como me lo pidió y tengo algunas dudas, pero bueno, llamo después. —¿...Per... per... dónde... pe...pero... no...se...hab...rá...e...qui...vo...ca...do...? —Juan buscaba salidas. —Esperá... —dijo de pronto Ariel. —AHSSSSSSS —suspiró Juan aliviado.

¿Tu padre es Alfred Hernán Boucher? —S...S...Sí. —¡Entonces yo tengo razón, nene! —Bu...eno...chau Cuando cortó la llamada, Juan se fue a su cama llorando y no salió hasta el otro día. A la mañana siguiente... —Hijo, me voy a un viaje de trabajo. —Ok —dijo Juan, con rabia. Entonces, Juan se escondió y se metió en el auto sin que Alfred lo supiera. Viajaron desde Estados Unidos hasta Sudamérica. Cuando llegaron, Juan le dijo a su papá (a quien no le gustó nada verlo) que no hiciera minería a cielo abierto y Alfred le dijo que lo haría con o sin su consentimiento. Al cabo de cinco días, Juan se volvió a enfrentar con su padre y obtuvo la misma respuesta.

Días después, Juan llevó a su padre hasta la pradera, donde vieron cómo explotaba la mina, cómo los animales corrían despavoridos y locos de miedo por el ruido, cómo los ríos se contaminaban de polvo y de limadura de diamante y cómo el agua se volvía “no-potable” para los seres vivos del lugar. Al ver todo el caos generado por la mina, se avergonzó mucho. El padre, entristecido, finalmente la derribó y volvió a su casa. Entonces, Juan le dijo que había hecho algo muy bueno por el planeta y, que, si tanto le gustaba el dinero, dinero tendría y le dio todos sus ahorros. El padre le dijo que no, que desde ahora todo su dinero sería para derribar lo malo que él había creado.

¡Gracias!