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Resistencias al lenguaje inclusivo

No es el lenguaje el que construye realidades, son los cambios que en esta se producen que requieren de nuevos lenguajes.

El lenguaje no está fuera del mundo, no está separado del mundo, ni de la realidad o a la que se refiere, ni del orden social ni de nuestras ideas, imágenes ni construcciones mentales.Todos estos órdenes interactuan continuamente.

La lengua es una cosa viva. Hemos ido incorporando palabras para introducir conceptos, pero con el tema del lenguaje inclusivo una parte de la población se pone muy antipática y rígida.

Es una resistencia psicológica, más que práctica, en utilizar el lenguaje inclusivo.

¿Por qué la RAE es tan reacia a esa inclusión?¿A enterarse de que hay políticos y políticas, ministros y ministras?Hay femininos muy fáciles y otros (es verdad) que no tan fáciles. Pero no pasa nada: no es motivo para ocultarlos.

Motivos de resistencia de la población

1.- No es importante.

Esta es una reacción muy común, quizás la más común y extendida."¿Es que no hay otra cosa más importante en la que fijarse que en esa pijada de "los" y "las"?Menuda memez, no habrá cosas más importantes de las que ocuparse , la mayor chorrada, así no se puede hablar, una tontada, una ridiculez, no es asunto de lingüistas serios, comete excesos, semejante payasada, contiene errores de bulto, atenta contra el sistema mismo de la lengua, busca la confrontación, es fruto de una neurosis obsesiva...

2.- Mezcla consideraciones lingüísticas con extralingüísticas

Tiene razón es así.El lenguaje organiza el mundo, lo jerarquiza, lo clasifica, lo refelja y lo recrea. Por tanto, si nuestro pensamiento es igualitario, nuestro lenguaje también debe serlo, si es que queremos que lo refleje fielmente.

3.- Es artifical

En efecto, el lenguaje igualitario no tiene mucho que ver con nuestra habla de todos los días, porque pertenece a un registro lingüístico especial.Entonces, sí, de acuerdo, el lenguaje igualitario es artificial; el lenguaje en sí, todo lenguaje, como toda creación humana, es artificial.

4.- Es agramatical

Esta objeción, quizás la más socorrida. Las incorrecciones no son inamovibles y que si un determinado uso del lenguaje, por mucho que contravenga normas o conculque la gramática, se extiende masivamente, la Academia se rendirá ante la evidencia y acabará por admitirlo. Ejemplo: el leísmo. Era una incorrección gramatical. Pero ¿qué pasó? Que la supuesta incorrección se extendió tanto que la Academia acabó por admitir el leísmo cuando el objeto directo se refiere a una persona y es singular.

5.- Suena mal

"Médica suena mal". " No me gusta abogada, tiene demasiadas AES". "Yo no soy arquitecta, soy arquitecto". Clamar contra la voz "jueza", de la siguiente manera:No hay ningún motivo para añadir a juez la "a" fenimizante. Tal adición innecesaria rebaja y vulgariza una palabra tan noble.Entonces, ¿una a reduce la categoría de una palabra? NO lo que rebaja no es el fonema, el sonido, la vocal a. Lo que rebaja es el femenino. Y por eso algunas abogadas, algunas médicas, prefieren ser médicos y abogados, porque ser médico es mejor que ser médica y ser abogado es mejor que ser abogada.

6.- Es confuso e impreciso

Se supone que tenemos que decir de una mujer que es “la técnico de Urbanismo”, y no “la técnica”, porque corremos el riesgo de confundir a la “persona que posee los conocimientos especiales de una ciencia o arte” con el “conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte”.Podríamos utilizar el mismo argumento para recomendar no decir de un hombre que es basurero, porque corremos el riesgo de confundir a la “persona que tiene por oficio recoger basura” con el sitio en donde se arroja y amontona.Pero nadie ha formulado nunca esta última recomendación, porque nunca nadie ha confundido a un señor que recoge basura con el sitio a donde la transporta: el contexto es suficiente para marcar la diferencia. Exactamente lo mismo sucede con ‘técnica’.

7.- Es pesado

Estar todo el rato doblando “-os, -as”, o repitiendo “los, las” es un engorro, una pesadez; el lenguaje igualitario sería muy pesado si se limitara a eso.Pero no es así. El lenguaje inclusivo no se limita al los/las.En jerga lingüística, cuando algo resulta pesado, engorroso o costoso, se dice que es antieconómico. El término economía lingüística, se manifiesta en maneras de abreviar, acortar o simplificar la forma de transmitir una información. Pero a veces hay que elegir entre la economía y la comunicabilidad.Ejemplo: Si lo que me importa es la economía, diré chicos, pero si me interesa más la precisión, quizás utilice chicas y chicos.Cuando se quiere dejar algo muy claro, nos tomamos un tiempo para ello. Así, merece la pena nombrar a las mujeres, merece la pena decir que nos dirigimos a ellas, que pensamos en ellas cuando hablamos. Si es importante, se impone a la economía.

8.- Es innecesario

Esta es la objeción principal de la RAE: no necesitamos expresar el femenino porque el masculino ya nos incluye y, de hecho, muchas mujeres se sienten incluidas.Una vez más la RAE tiene razón: nos sentimos incluidas. Pero los masculinos no siempre nos incluyen; en muchas ocasiones ni siquiera sabemos si nos incluyen o no; y lo que es peor: a veces creemos que estamos incluidas y no lo estamos.Los hombres, gracias al masculino plural, están sobrerrepresentados; siempre están nombrados, figuran en todas partes, en todos los ámbitos, lo hacen todo. Son capaces de hacerlo todo. Se ven y se sienten capaces de hacerlo todo.A nosotras, en cambio, el masculino plural presuntamente genérico no nos representa del todo; nos infrarrepresenta; no figuramos, no aparecemos, no estamos y, en consecuencia, no nos vemos, no nos imaginamos a nosotras mismas en muchos ámbitos. Deducimos, pues, que esos ámbitos no nos corresponden, no son nuestro sitio, no debemos estar ahí.De este hecho lingüístico se extrae una consecuencia extralingüística: la sobrerrepresentación masculina y la infrarrepresentación femenina.

Algunas revistas científicas internacionales piden actualmente a los investigadores que no usen únicamente la inicial del nombre de pila en las citas bibliográficas de sus trabajos, ya que se ha constatado cierta tendencia a considerar, por defecto, que el autor de la obra citada en tales casos es un varón, en lugar de una mujer.

¡Gracias!