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Río Manzanares El origen de la ciudad de Madrid está fuertemente ligado al río Manzanares. La Villa surge en el siglo IX como fortaleza musulmana, para proteger el camino junto al río del avance de las tropas de los Reinos Cristianos durante la Reconquista. El primer nombre con el que se conoce el río fue “Guadarrama de Madrid”, derivado del árabe, Wadi-r-Raml, que significa “río del arenal”. En el siglo XVII, por decisión del Duque de Infantado, se le asigna su nombre actual, río Manzanares. Desde la época de Felipe II hasta inicios del siglo XX, las orillas del río eran usadas como lavaderos. De hecho, las lavanderas son una de las figuras más representativas de la Villa de Madrid, retratadas, en varias ocasiones por Goya. A finales del XIX llegaron a trabajar más de 5000 lavanderas en el río. En los inicios del siglo XX comenzaron las obras de canalización del río y en 1926 ya llegaba agua corriente a los hogares, por lo que la actividad de las lavanderas cesó. Lavaderos en el manzanares. Biblioteca Digital Memoria de Madrid. HISPANA. CC- BY-NC

Palacio Real El Palacio Real comienza a construirse el 7 de abril de 1738 para sustituir al Alcázar Real, destruido en un incendio en 1734. La primera piedra estaba tallada con la frase “Para la eternidad”. Su tamaño es colosal: tiene seis pisos sobre el nivel del suelo y por debajo ocho niveles más. Los primeros miércoles de cada mes, en la Plaza de la Armería se lleva a cabo el Relevo Solemne de la Guardia del Palacio Real, tal y como se hacía en tiempos de Alfonso XII y Alfonso XIII. En su construcción ocurrieron sucesos misteriosos. Los que allí se encontraba recibían la visita de fantasmas y escuchaban gritos espeluznantes. Felipe V tuvo que ordenar un exorcismo sobre las obras y sobre los trabajadores para poder proseguir. Para muchos eran las almas de los últimos musulmanes que habitaron el Mayrit árabe. Palacio Real. Biblioteca Digital Memoria de Madrid. HISPANA. CC-BY-NC

Plaza Mayor En los siglos XIII y XIV, el lugar donde hoy se encuentra la Plaza Mayor estaba ocupado por una laguna conocida como “laguna de Luján”. Las lagunas eran barrancos pequeños donde las aguas quedaban retenidas (de ahí el nombre de “lagunas”) y donde los habitantes de la cuidad echaban sus desperdicios. Ya en el siglo XV comenzamos a encontrar las primeras referencias a una plaza, la Plaza del Arrabal, llamada así por estar cerca de los arrabales. Sin embargo, su inauguración oficial como plaza no ocurriría hasta principios del siglo XVII, bajo el reinado de Felipe III. La denominación de la plaza ha sido cambiante en el transcurso de su historia: Plaza del Arrabal, Plaza de la Constitución, Plaza Real, Plaza de la República, Plaza de la República Federal y Plaza de Calvo Sotelo. Finalmente, en 1940 se le adjudica el nombre de Plaza Mayor, que ya había recibido en otras ocasiones. La Plaza Mayor ha sido testigo de corridas de toros, autos de fe, ejecuciones, autos sacramentales y canonizaciones. Las más famosas ocurrieron en 1622, bajo el reinado de Felipe III. Hubo nada menos que cinco canonizaciones, San Felipe Neri, San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola y la del patrón de la ciudad, San Isidro Labrador. Plaza Mayor entre 1910 y 1915. Biblioteca Digital Memoria de Madrid. HISPANA. CC-BY-NC.

Puerta del Sol La Puerta del Sol era, en sus inicios, un acceso más a la muralla del Madrid Medieval. En el siglo XVI constituía la entrada Este a la ciudad, por lo que los primeros rayos de sol incidían en ella. Es por ello que Carlos I decidió bautizarla como la Puerta del Sol. El origen del km 0 de la Puerta del Sol se remonta al siglo XVIII. De ahí partían los seis antiguos itinerarios de postas creados en 1720 que con el tiempo se convirtieron en las principales carreteras del país. El famoso reloj de la Puerta del Sol fue fabricado en Londres y se incorporó a la plaza en 1866. La tradición de celebrar el año nuevo con las campanadas del reloj comenzó en 1962. El 12 de noviembre de 1912, la Puerta del Sol se convirtió en el escenario de un desagradable suceso. El anarquista Manuel Pardiñas. asesinó a José de Canalejas con un disparo en el cráneo, a plena luz del día, mientras este observaba el escaparate de una librería. La Puerta del Sol 1900. Biblioteca Digital Memoria de Madrid. HISPANA. CC-BY-NC

Calle Alcalá La actual calle Alcalá inicialmente se denominó calle de los Olivares, debido a que era atravesada por un olivar. La reina Isabel la Católica mandó talar el olivar, debido a la cantidad de delincuentes que se escondían en él. El tramo que va desde el actual Paseo del Prado a la Puerta de Alcalá era la calle del Pósito. Allí se situaba el Real Pósito de la Villa de Madrid, constituido por un conjunto de inmuebles con funciones diversas: almacén, mercado de harinas y cereales, molinos, hornos, etc. En el siglo XIX fue conocida como la calle de los Banqueros, pues allí residía el centro del poder financiero de Madrid y del resto de España. Esta calle pertenece desde el siglo XII a la red de caminos protegidos para el ganado, fundados por Alfonso X el Sabio, las cañadas reales. Actualmente una vez al año se celebra la fiesta de la trashumancia, en la que se reivindica su uso como cañada. A lo largo de su trayecto encontramos los edificios y monumentos más insignes de Madrid. Cabe destacar la Puerta de Alcalá. La actual fue financiada por Carlos III y sustituía a una de las puertas de entrada a Madrid del siglo XVI. Biblioteca Digital Memoria de Madrid. HISPANA. CC-BY-NC

El Parque del Retiro El destacado noble y político español, el Conde Duque de Olivares, obsequió al rey Felipe IV con estos parques, llamados “del buen retiro”. En 1630 comienzan a construir una serie de pabellones, que conformarían el palacio del Buen Retiro. En la actualidad solamente quedan en pie el Salón de Reinos y el Salón de Baile, este último conocido como Casón del Buen Retiro. Durante algo más de dos siglos estos jardines fueron de uso y disfrute de la monarquía, hasta que en1868, tras “la Gloriosa Revolución”, el uso de los jardines fue devuelto a los ciudadanos. Cuenta la leyenda que Felipe V notaba al pasear por el Retiro que durante su recorrido las flores cambiaban de lugar, siendo cada vez más bellas. Este cambio se le atribuía a un duende, que era imposible de atrapar porque se escondía entre la maleza. Dicen que “El Duende del Retiro” también se dejaba ver entre las parejas de enamorados y, si su amor era verdadero, florecían las plantas en otoño. Podemos observar una estatua del duende en el antiguo zoo, sobre una jaula de piedra. El Palacio del Buen Retiro en 1704. Biblioteca Digital Memoria de Madrid. HISPANA. CC-BY-NC

Plaza de la Cebada La Plaza de la Cebada es de las plazas más antiguas de Madrid. Construida a principios del siglo XVI, era el lugar al que iban los labradores a vender la cebada. En el siglo XVII se construyó dentro de la plaza una fuente formada por cuatro osos que arrojaban agua por sus bocas (la llamada “Fuente de la Abundancia”) y se establecieron allí las ferias de Madrid. Durante la Inquisición, la plaza era lugar de torturas para aquellas personas consideradas herejes. En el siglo XIX, la plaza vuelve a ser lugar de ejecuciones, entre ellas la del General Riego en 1824. Tras la llamada “Gloriosa Revolución”, la plaza fue nombrada la “Plaza de Riego”. Actualmente, la Plaza, sigue siendo centro de encuentros sociales.

  • Plaza de la Cebaba en 1701. Biblioteca Digital Memoria de Madrid. HISPANA. CC-BY-NC

Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha La virgen de Atocha es la patrona más antigua de la ciudad, apareciendo su culto ya en época visigoda. Entre los siglos XVI y XVIII se la consideró protectora de los reyes de España y patrona de la monarquía. El origen de la talla de la Virgen de Atocha entra en el ámbito de la leyenda. Se cuenta que fue esculpida por Lucas el Evangelista y que los apóstoles Pedro y Santiago trajeron la talla desde Antioquía. En cuanto al nombre de la virgen hay diferentes opiniones. Unos creen que deriva de Antioquía, ciudad originaria de la talla, mientras que otros piensan que procede de la palabra atocha, de origen árabe, cuyo significado es esparto. Esta segunda versión viene apoyada por una leyenda. Cuentan que Gracián Ramírez, caballero cristiano, cada día se jugaba el tipo para ir a rezar a la ermita en la que los apóstoles habían depositado la talla de la virgen. El camino que tenía que recorrer era muy peligroso, pudiendo ser atacado por los árabes en cualquier momento. Un día llegó a la ermita y descubrió que la talla había desaparecido. El caballero salió colérico de la capilla y en aquel momento se desencadenó una gran tormenta. Cayó un rayo en el atochal cercano, causando un incendio colosal y, entre las llamas, apareció la talla de la Virgen. Gracián Ramírez, emocionado por el milagro, animó a los cristianos a construir un santuario mayor para la virgen. Al día siguiente, mientras construían el santuario, los árabes les atacaron. Les superaban en número y Gracián, temeroso por el destino que podían correr su mujer e hijas, les quitó la vida decapitándolas. De repente, rayos y resplandores cegaron a los musulmanes. Atónitos, se retiraron dando la victoria a los cristianos. Acudieron a dar las gracias a la Virgen y Gracián, con estupor, vio cómo su mujer y sus hijas estaban rezando frente al altar, vivas. Solamente prendía un hilo de sangre alrededor de sus cuellos recordando lo acontecido. Basílica de Atocha 1902. Biblioteca Digital Memoria de Madrid. HISPANA. CC-BY-NC

Calle Fuencarral La calle Fuencarral era uno de los caminos del Madrid medieval y comunicaba la ciudad con el pueblo de Fuencarral, de ahí su nombre. En esta tradicional calle encontramos varios edificios históricos entre los que cabe destacar el Museo de Historia de Madrid (anteriormente el Real Hospicio de San Fernando), diseño de Pedro de Ribera durante el reinado de Felipe V, y el Tribunal de Cuentas, obra de Francisco Jareño construido en los años sesenta del siglo XIX sobre la superficie que ocupaba anteriormente la Casa Palacio del Conde de Aranda. A lo largo de la extensa historia de esta calle, son numerosos los sucesos que ha protagonizado, pero sin duda alguna el más popular es “el crimen de la calle Fuencarral”, ocurrido en 1888, en el antiguo número 109, actual 95. Su relevancia, más que por el violento suceso en sí, se debe a la gran expectación mediática que alcanzó. El crimen en cuestión marca el inicio de la prensa sensacionalista en España y a partir de ese momento todos los periódicos destinarían una columna a los sucesos. El crimen fue objeto de la crónica periodística de Benito Pérez Galdós, que se encargó de desmenuzar el proceso judicial. Además, Galdós reflexionaba acerca del comportamiento de la prensa y el giro que había observado. Destacaba que además de informar, la prensa estaba tomando parte en el proceso, que aireaba la vida de los acusados y entrevistaban a cualquiera que pudiera ofrecer el menor comentario. Crimen de la calle de Fuencarral, sentencia y muerte de Higinia Balaguer. Biblioteca Digital Memoria de Madrid. HISPANA. CC-BY-NC

Real sito de la Florida El actual Paseo de la Florida atesora buena parte de la historia de la Villa de Madrid. En la actual colina de Príncipe Pío, estuvo la huerta de la Florida del cardenal arzobispo de Toledo, Bernardo Sandoval y Rojas. Durante el siglo XVII la finca en cuestión tuvo diferentes propietarios, hasta que llegó a manos del marqués Castell Rodrigo. El Marqués dispuso la construcción de un palacio, situado en la parte baja de la colina, hoy la estación del Norte. A su muerte, los terrenos fueron heredados por su hija, que falleció sin descendencia y la finca pasó a manos de su hermana, casada con el Príncipe Pío de Saboya, pasando a conocerse la finca con el nombre del Príncipe hasta nuestros días. En 1792, la finca fue adquirida por Carlos IV. Pocos años después, creó un cementerio dentro de la finca para los trabajadores de la misma, hoy cementerio de la Florida. Carlos IV amplió la finca comprando diversas propiedades, convirtiendo el lugar en finca de recreo denominada “Real Sitio de la Florida”. Ordenó construir un nuevo palacio en reemplazo del anterior, la obra fue encomendada a Felipe Fontana. El único resto que queda en la actualidad es la ermita de San Antonio de la Florida, célebre por los frescos de su interior, pintados por Goya y por ser el lugar donde descansan los restos del artista. En el siglo XIX, Fernando VII cedió los terrenos a su hermano Francisco de Paula, que transformó la finca en un parque público lleno de paseos y jardines. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, en esos terrenos se construyó el barrio de Argüelles. Dentro de la finca en cuestión, hay un tramo que cobra especial relevancia en el siglo XIX. Se trata del lugar donde actualmente se encuentra el Templo de Debod, conocido en origen como altos de San Bernadino y posteriormente Montaña del Príncipe Pío. Este es el lugar en el cual, 43 personas fueron fusiladas los días 2 y 3 de mayo de 1808. Francisco de Goya y Lucientes cristalizó el momento para la eternidad en su obra “Los Fusilamientos del 3 de mayo” o “Los fusilamientos de la montaña de Príncipe Pío” Fusilamientos del 3 de mayo. Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico. CC- BY.

Calle San Bernardo Fue una de las calles más grandes de Madrid y su historia, unida a la de las puertas de la ciudad, se remonta al siglo XV. Comenzó siendo un camino que salía de la Puerta de Santo Domingo en dirección norte y que fue creciendo y urbanizándose hasta el portillo de Fuencarral. Ha tenido varios nombres: “Foncarral Baja”, “Convalecientes Oi de San Bernardo” (denominación que le venía por el Hospital de convalecientes y el convento de Santa Ana de los monjes Bernardo situados en dicha calle) y “calle ancha de San Bernardo”. Según fue creciendo la ciudad y proliferaron las calles anchas, se quedó únicamente en “San Bernardo”. La calle San Bernardo ha disfrutado de gran dinamismo a lo largo de su historia. Ha sido protagonista de diversos acontecimientos, como el traslado de la Universidad Central de Alcalá de Henares a Noviciado (hoy Universidad Complutense de Madrid) o la traída de aguas a la Villa, protagonizando la inauguración del Canal de Isabel II. Pero no siempre los acontecimientos que ha protagonizado han sido tan agradables. En el siglo XVII, la Glorieta de Ruiz Jiménez, conocida como Plaza de San Bernardo, era una zona extramuros de la Villa. En esta zona solitaria y apartada de la ciudad estaba el “Quemadero de la Santa Inquisición”, donde a las personas condenadas por el Tribunal de la Inquisición se las sometía a la pena capital. A principios de los años XX, se murmuraba que en esta Glorieta las casas estaban embrujadas y se escuchaban lamentos y sonidos misteriosos. Revista El Museo Universal. Dominio Público