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DOMINGO V

El evangelio de esta semana en algunas partes nos es conocido, lo hemos cantado pero no debemos pasar por sin prestarle mucha atención. Jesús nos habla de servicio, de esperanza, de vida … simbolizado en esa semilla de trigo que muere para dar fruto. Como las imágenes simbólicas nos ayudan más a entender y poder seguir a Jesús. Cuando me pongo al servicio de los demás, cuando hago cosas por los otros, cuando no pienso en mí si no en mi amigo o amiga... soy ese grano de trigo. Cuando expreso en voz alta mi voluntad de “ Quiero conocer a Jesús” como hicieron esos griegos del evangelio; cuando leo la Palabra; cuando la hago acción; cuando comparto con mi grupo de fe mi vida, mis deseos, mis sueños y mis miedos… hago camino para saber qué quiere Dios de mi. Y entiendo mejor qué significa que Jesús es hijo de Dios. E intento comprender qué sentido tiene la cruz y sobretodo qué esperanza trae la Resurrección.

Se me dirigió la Palabra Cardenal Carlo M.Martini págs 14-20 "Ahora es el juicio del mundo; ahora el amo de este mundo va a ser expulsado. Y cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mi" (/Jn/12/31-32). El comentarista más célebre de este pasaje evangélico es Soren Kierkegaard. En un libro escrito en 1850, titulado Escuela de cristianismo, dedica nada menos que siete meditaciones a la frase de Jesús "Atraeré a todos hacia mi". Me gusta leeros la oración con la que introduce esas reflexiones: Señor Jesucristo, muchas son las cosas que quieren entretenernos; las estériles preocupaciones, los fútiles placeres, los vanos cuidados. ¡Demasiadas cosas intentan asustarnos y hacernos retroceder! El orgullo, demasiado vil para aceptar socorros; la pusilanimidad, que se encoge para su propia ruina; la angustia del pecado, que rehuye la pureza de lo que es santo, como la enfermedad rehuye el remedio. Pero Tú eres, no obstante, el más fuerte: ¡atráenos hacia ti siempre más fuertemente! Nosotros te llamamos Salvador y Redentor nuestro; Tú viniste al mundo para librarnos de las cadenas que nos ataban o que nosotros mismos nos habíamos forjado, y para salvar a quienes has rescatado. Esta es la obra que Tú has realizado y realizarás hasta el fin de los tiempos. Tú harás conforme a tu palabra: levantado de la tierra, ¡atraerás a todos hacia ti! La oración de Kierkegaard es hondamente liberadora al subrayar que es Jesús mismo quien nos atrae, que es él quien nos ha traído y él quien desvela a cada uno de nosotros el misterio de Dios encerrado en sus palabras. Yo no deseo sino dejar que este misterio resuene. Las palabras de Jesús Esas frases son unas de las últimas pronunciadas por Jesús en su vida pública; dirá todavía algunas otras, pero dirigidas ya sólo a sus amigos, en la intimidad de la última cena. En cambio, las que ahora consideramos forman parte de un contexto más amplio, en el capitulo 12 de Juan: vemos a una muchedumbre que sale de Jerusalén y con ramos de palmas se acerca a Jesús. Es entonces cuando unos griegos piden a Felipe poder ver al Señor. Jesús responde con una frase enigmática: Si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda solo. Luego, cuenta el evangelio, Jesús se turba profundamente y está a punto de pedir al Padre que le libre de esta hora, porque ya no aguanta mas. Sin embargo, añade: "¡Pero si precisamente he llegado para esto! [...] ¡Padre, da gloria a tu nombre!" Entonces se deja oír una voz misteriosa de ratificación, y Jesús exclama: "Hay ya una sentencia de condena contra este orden de cosas y contra su jefe. En efecto, yo, cuando me levanten de la tierra, tiraré de todos hacia mi". Traduzco así para ajustarme más al texto. Procuremos entender estas palabras, que indican algo negativo: "Hay ya una sentencia de condena contra este orden de cosas", a lo que sigue algo positivo: 'En efecto, [...] tiraré de todos hacia mi". "Este orden de cosas" 1. ¿Qué es, ante todo, "este orden de cosas", que normalmente se traduce por este mundo? Es el ordenamiento dominante en el sentido negativo, o sea todas las estructuras y condicionamientos que gravan la vida de cada uno, la vida de grupo y la vida de las sociedades. Podríamos llamarlo también en sentido negativo, "cultura dominante". El cúmulo de indicaciones, de voces que nos estimulan a la tristeza, al incompromiso; el cúmulo de presiones que inducen al predominio de los intereses particulares sobre el bien común; el cúmulo de fuerzas que engendran escepticismo frente a las reales posibilidades de paz y de reconciliación. Fuerzas negativas que tienen raíces profundas dentro de nosotros y que tienden a truncar cualquier empresa positiva, fraterna, esperanzada. Equivalen, por tanto, a la suma de las tendencias disgregadoras y degenerantes, que a veces asumen el disfraz de lo inocuo y de lo frívolo, pero que, en realidad, esconden en sí frialdad, insensibilidad, egoísmo, todo lo que tiende a rebajar el nivel de amor de cada uno de nosotros y del mundo. Este orden de cosas destructoras tiene un jefe: el amo de este mundo. Jesús intenta decir algo que es difícil de explicar, y que podemos expresar diciendo que hay un poder inteligente del mal. El mal del mundo no es la mera suma de las estupideces o desconsideraciones humanas: hay una lucidez de degradación que tiene también manifestaciones diabólicas. Pensemos en los campos de exterminio, en las torturas, en la muerte paladeada como fatal autodestrucción en los casos limite de droga. Son casos extremos en los que una precisa inteligencia del mal se nos presenta como absurdez vivida y degeneradora. "Hay ya una sentencia de condena" 2. Pero tal ordenamiento ya está condenado. Y la realización de la sentencia de condena que lo desenmascara es la muerte misma de Cristo. Jesús en la cruz muestra que ese acervo de inclinaciones, de egoísmo, de búsqueda del bienestar privado contra los demás y contra el bien común, todas estas fuerzas negativas tienen como resultado la muerte del justo, del indefenso, la laceración del cuerpo del hombre y del cuerpo del mundo: y nosotros somos cómplices de esa laceración. Eso es lo que nos dice el Crucifijo que veneramos. Pero esta sentencia no es mero desenmascaramiento: la cruz de Cristo anuncia también la derrota de la susodicha "cultura dominante". "Cuando yo sea levantado de la tierra" 3. ¿Cuál es la conexión entre la sentencia de condena y el "ser levantado" de Jesús? "Ser levantado" es otra expresión enigmática, pues de suyo podría significar la entronización de un rey: un gran rey que con la potencia de las armas derrota políticamente al mal. Tal sigue siendo, en efecto, la tentación del mesianismo político. Jesús la desenmascara con sus palabras: para él "ser levantado de la tierra" quiere decir el suplicio infame, la cruz. ¿Pero cómo puede, preguntamos nosotros, que estamos ante el misterio central de nuestra fe, cómo puede un suplicio infame vencer al ordenamiento presente, fundado en el egoísmo? Pues porque vence atrayendo, vence por la atracción que la muerte de Jesús por amor ejerce sobre todo hombre, sobre el mundo, sobre la historia: "Atraeré a todos hacia mí". La de la cruz no es una atracción de lo horroroso o de lo macabro. La muerte sigue siendo siempre repugnante. Pero esta muerte es el momento de la Pascua, es el gesto serio de amor liberador, el gesto serio de un amor hasta el fondo que deja entrever la pasión sin límites de Dios por el hombre, desgastándose por él, jugándoselo todo a una carta, desgastándose por mí, por ti, dándose por cada uno de nosotros: esta donación suya que nos alcanza en la Eucaristía. La cruz, expresión de pasión incondicionada por mí y por mi vida, me alcanza en la Eucaristía por la fuerza misteriosa del Espíritu Santo, efundido por Jesús muerto y resucitado. Y es una fuerza capaz de transformar el mundo. Transforma porque remueve los dinamismos más profundos de la conciencia, que son los dinamismos del deseo. Cada uno de nosotros, en efecto, es ilimitado en el deseo: esta potencia dinámica, si encuentra el punto justo de atracción se despliega hasta lo sublime, hasta el pleno desarrollo de sí. Es la vocación cristiana. La vocación cristiana Hemos de contemplar, pues, la cruz, la Eucaristía, a Jesús, que atrae a todos hacia sí, para poder comprendernos a nosotros mismos, la totalidad de nuestros deseos que él ordena, haciéndoles brotar gradualmente, obligándonos a poner en juego todas las fuerzas recibidas hasta descubrir la vida como respuesta a una llamada, como servicio. Esta tarde, al comenzar nuestros encuentros, se nos invita, pues, a adorar la cruz y a dar gracias a Jesucristo, que nos ha atraído con su pasión y con su amor infinito. Se nos invita a preguntarnos qué es lo que hemos de vencer en nosotros porque se opone a esta atracción de la Eucaristía; qué es lo que en nuestra vida nos carga y nos bloquea, impidiendo que nuestros deseos se expresen con perfecta autenticidad y que sintamos la atracción de Jesús como algo que nos toca y nos seduce de manera irresistible. Se nos invita a pedir al Señor dejarnos transformar por la Eucaristía para poder conocer a qué nos llama él. Dentro de poco nos pondremos en oración: yo rezaré por vosotros, y vosotros rezaréis para que también en mí se dé esta atracción misteriosa de la cruz de Cristo y que yo comprenda mejor mi llamada. Podemos servirnos de las palabras con las que Kierkegaard concluye sus meditaciones sobre la frase de Jesús "Atraeré a todos hacia mí": "Pero Tú, Tú, Señor Jesucristo, te lo pedimos, ¡atráenos del todo a ti! Sea que nuestra vida se desgrane tranquila en la cabaña, a la orilla de un lago en calma; sea que nos veamos trastabillando en la lucha contra las tempestades de la vida en el océano desencadenado; sea que luchemos deprimidos, atráenos, ¡atráenos del todo a ti! [...] Te pedimos por todos: te pedimos por el tierno niño cuyos padres te lo presentan para que Tú le atraigas a ti; te pedimos por quienes han renovado contigo la alianza, renovándola algunos, rompiéndola otros; te pedimos por quienes han conocido lo que humanamente da a esta vida su sentido más hermoso; te pedimos por quienes se han encontrado en el amor, por quienes se aman, para que no se prometan más de lo que pueden mantener; te pedimos por el esposo, te pedimos por la esposa; te pedimos por el anciano en el ocaso de la vida. Te pedimos por todos, te pedimos por el feliz y afortunado de este mundo, te pedimos por quien sufre y no sabe adónde ir con su miseria, para que Tú le atraigas a ti. Te pedimos por quienes tienen necesidad de convertirse, para que Tú les atraigas a ti en el camino de la verdad; por quienes ya se han convertido a ti y han encontrado la vida: te pedimos les concedas avanzar en el camino atraídos por ti. Así te pedimos todos, aunque no podamos nombrar a cada uno. ¿Quién podría, aunque sólo fuera enumerar todas nuestras diferencias? Vamos a recordarte una sola: te pedimos por los servidores de tu Palabra, por aquellos cuya misión es atraer a los hombres hacia ti, dentro de lo que el hombre puede. Te pedimos que bendigas su obra, pero que al cumplirla también ellos se sientan atraídos hacia ti, para que en su celo de atraer a los demás hacia ti no se queden lejos de ti. Y te pedimos por todos los cristianos de las comunidades para que, atraídos hacia ti, no tengan una idea mezquina de sí mismos, como si no les fuera concedido también el atraer a otros hacia ti, dentro de lo que el hombre puede. Sí, dentro de lo que el hombre puede, porque sólo Tú puedes atraer hacia ti, aunque puedas valerte de todo y de todos para atraer hacia ti a todos los hombres".

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,20-33): En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.» Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.» La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.» Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir. Palabra del Señor