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María Isabel Gómez García
Created on March 16, 2021
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Transcript
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Hablamos de un seglar, de un cristiano de «a pie», que dentro del movimiento de la Acción Católica canalizó todo su compromiso evangelizador. Hablamos de un periodista que a través de sus numerosos libros, artículos y colaboraciones con distintos medios, irradió valores humanos y cristianos. Hablamos de un paralítico que supo vivir el dolor de su discapacidad con una alegría sorprendente. Hablamos de un ciego que enseñó a muchos a ver lo verdadero más allá de las apariencias. En definitiva, hablamos de un hombre que nos ha dejado un testimonio de vida admirable.
Un periodista que trabaja en una televisión y que se había acercado a la hermana de Lolo, Luci, realizó un reportaje sobre su hermano. Ha sido tal el impacto de lo que Luci le contó sobre Lolo que me confesaba que ejemplos como los de este hombre son los que hay que difundir a través de los medios porque merecen ser destacados. Y no sólo a nivel cristiano. Lolo, con su alegría en el sufrimiento, con el amor a la verdad de sus escritos, con su carácter afable y acogedor es para todos, creyentes o no, un testimonio edificante. Y, me decía muy convencido este periodista que, aunque él no era «muy de Iglesia», por supuesto que estaría presente en la misa de la beatificación
Luci, la hermana de Manuel Lozano Garrido, la persona que mejor lo ha conocido porque estuvo muy cerca de él, destacaba de su personalidad un rasgo fundamental: la alegría. Y hasta incluso confesaba que lo que más le gusta de todas las cosas que dicen de su hermano es que lo llamen "el santo de la alegría"
Luci afirma que Lolo, con el sufrimiento de su parálisis que le acompañó buena parte de su vida, «tenía momentos malos al acostarlo y levantarlo, porque tenía muchos dolores, pero normalmente no se quejaba. No decía nada. Era un buen amigo y siempre tenía consejos para todo el mundo».
Estas palabras de Luci son el mejor reflejo de un hombre que no se dejó amedrentar por el dolor, que no se hundió en la desesperación de su enfermedad, sino que supo encarar la vida desde la alegría que procede de la confianza en Dios. Y por eso, me siguen sorprendiendo esas fotos en blanco y negro de Lolo con una sonrisa esbozada en su rostro a pesar de tener su cuerpo anclado en el sillón de ruedas.
La penosa enfermedad que mantuvo a Lolo más de veinticinco años paralítico no pudo nunca quitar de su rostro esa sonrisa que era la mejor manifestación de su condición de hijo de Dios. Lolo dio siempre testimonio de su fe, purificada en el dolor, con una profunda alegría. Podría parecer una paradoja, pero tratándose de un creyente como Lolo no lo es: él siempre tuvo una actitud alegre y jovial en su trato con todos. Y ese testimonio admirable fue el que atrajo a tantas y tantas personas a su casa en busca de consejo y orientación