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SEMANA IV

Lectura del santo Evangelio según san Juan. En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios». Palabra del Señor.

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El Evangelio de esta semana está lleno de simbología que en una primera lectura nos puede pasar por desapercibida y podemos quedarnos sólo con el sentido literal de las palabras. Nicodemo es un maestro de la ley intrigado por el mensaje de Jesús, pero que se encuentra con él de noche para que sus colegas no se enteren. Tiene grandes conversaciones con Jesús, pero a escondidas. Nicodemo nos representa a veces a nosotros, que sabemos todo lo bueno que Jesús aporta a nuestras vidas, pero a veces ésto lo escondemos, se queda en la intimidad de nuestro grupo o de nuestras amistades de la parroquia. Esa comparación de la cruz de Jesús con la serpiente de Moisés, mucho más que un símbolo que nos muestra el camino de la verdadera salvación y creer en Jesús supone el camino a la felicidad. El amor de Dios es infinito, inconmensurable y lo tiene a todas las personas, a todos los hombres y mujeres y ofrece esa salvación a quién es capaz de escuchar a Jesús y dejarse iluminar por Él. Tiene que haber una voluntad por parte nuestra de creer en Jesús, de llevar a nuestras vidas su mensaje y de acercarnos a Dios. Y a pesar de que reconocemos que Jesús es luz que nos ilumina, muchas veces esa luz pone de manifiesto nuestras zonas oscuras, aquello que somos y que no nos gusta; aquello a lo que somos interpelados, pero nos supone mucho esfuerzo. Ser buenos, querer a los demás, pensar en los demás más que en nosotros… A veces nos cuesta y entonces estamos a oscuras. Que gran propuesta, acercamos a Jesús y recorrer ese camino hacia la autenticidad y la plena felicidad. Ese camino que nos acerca cada vez más a Dios.

QUEDARSE CIEGO El que realiza la verdad se acerca a la luz. Hay muchas maneras de quedarse ciego en la vida, sin verdad interior que ilumine nuestros pasos. Hay muchas formas de caminar en tinieblas sin saber exactamente qué queremos o hacia dónde vamos. No es superfluo señalar algunas. Es muy fácil pasarse la vida entera ocupado sólo por las cuestiones más inmediatas y, aparentemente, más urgentes y prácticas, sin preguntarme nunca «qué voy a hacer de mí» (X. Zubiri). Nos instalamos en la vida y vamos viviendo aunque no sepamos ni por qué ni para qué. Es también corriente vivir programado desde fuera. La sociedad de consumo, la publicidad y las modas van a ir decidiendo qué me ha de interesar, hacia dónde he de dirigir mis gustos, cómo tengo que pensar o cómo voy a vivir. Son otros los que deciden y fabrican mi vida. Yo me dejo llevar ciegamente. Hay otra manera muy posmoderna de caminar en tinieblas: vivir haciendo «lo que me apetece», sin adentrarme nunca en la propia conciencia. Al contrario, eludiendo siempre esa voz interior que me recuerda mi dignidad de persona responsable. Probablemente el mejor modo de vivir ciegos es mentimos a nosotros mismos. Construimos una «mentira-raíz», fabricamos una personalidad falsa, instalamos en ella y vivir el resto de nuestra vida al margen de la verdad. Es también tentador ignorar aquello que nos obligaría a cambiar. Cerrar los ojos y «autocegarnos» para no ver lo que nos interpelaría. Ver sólo lo que queremos ver, utilizar una medida diferente para juzgar a otros y para juzgamos a nosotros mismos, no enfrentarnos a la luz. Todos deberíamos escuchar desde dentro las palabras de Jesús que nos invitan a salir de nuestra ceguera: «Todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad, se acerca a la luz». José Antonio Pagola