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El viaje de los Argonautas

(El retorno a Yolcos)

Departamento de Griego. IES María Cegarra Salcedo. La Unión

El viaje de los Argonautas

* En otras versiones Absirto había sido asesinado por Jasón en la propia Cólquide antes de partir.

Una vez conseguido el Vellocino Jasón ha de escapar. La joven Medea está alerta, facilita la fuga de los Argonautas y se embarca ella también en la Argo junto a su hermano Absirto*. Emprende el viaje de regreso a Yolcos perseguida por los barcos de Eetes, para detener a su padre Medea no duda en sacrificar a su hermano y esparcir sus fragmentos por el mar.

El viaje de regreso es largo y peligroso; a las dificultades del camino se unen ahora las de la fuga sin cobijo para Jasón y Medea. No pueden volver a las Simplégades ni al Helesponto por lo que transportan la Argo por tierra hasta el mar Adriático. Allí nuevas aventuras los llevarán por todo el Mediterráneo hasta que consigan llegar de nuevo a Grecia. ¿Cómo? Embarca con nosotros de nuevo.

En una isla cercana se celebra la ceremonia: Medea y Jasón quedan legalmente casados, legalmente según el rito “bárbaro” de la Cólquide, claro…

Una pareja de amantes furtivos con las manos ensangrentadas nunca encontrará refugio, así que Medea recurre a su tía Circe, para que la ayude en este primer escollo. La maga exige que “legalicen” su estado para prestarles su ayuda: tratar de calmar a Eetes y purificarlos del asesinato de Absirto.

El viento empuja la Argo hasta las regiones donde las Sirenas (mitad mujer, mitad pájaro) entonan su melodiosas y peligrosas canciones, que hacen a los viajeros olvidar su patria y a sus familias y quedar allí atrapados. Orfeo, el músico, hace sonar su lira y consigue que las sirenas guarden silencio para escuchar sus canciones. Mientras, el viento Céfiro sopla y hace salir la nave de tan peligroso paraje.

Empujados por el Céfiro la Argo alcanza el peligrosísimo paso entre Escila y Caribdis, terribles monstruos marinos engullidores de navegantes. Tetis, la hermosa nereida enamorada del argonauta Peleo, y sus hermanas escoltan la nave ayudando al piloto a sortear la costa sin ser atrapados por ninguno de los monstruos que acechan en cada una de las orillas.

Brisas favorables conducen la Argo hasta la isla de los Feacios. Alcínoo y Arete, los reyes de Feacia preparan una gran fiesta de bienvenida y una nueva boda, esta vez por el ritual griego , para Jasón y Medea. Ya nadie, ni griego ni bárbaro, podrá separarlos jamás (o quizá sí…)

Se hacen de nuevo a la mar, pronto llegarán a Cólquide… Pero no tan pronto. Una terrible tempestad los empuja a las costas de Libia donde la Argo queda atrapada en los bancos de algas y arena. De nuevo los dioses marinos acuden en su ayuda. Posidón y Tritón ayudan a devolverlos a aguas abiertas. Ahora, el camino seguro es dirigirse a la isla de Creta.

Pero tampoco Creta es segura. Talos, el gigante autómata de bronce, vigila la costa arrojando peñascos contra los que intenten desembarcar. Medea conoce el secreto del gigante: un tornillo en su tobillo cierra la única vena que lo alimenta. Mediante hechizos consigue aterrorizar al gigante que en su huída se daña en el tobillo y muere “desangrado” de su misterioso fluido vital.

Los argonautas alcanzan por fin la Cólquide volando, más que navegando, por las islas del Egeo. Pelias recibe a Jasón desconcertado por su éxito, pero no entrega su reino. Tampoco hará falta, Medea se ocupa de despejar el camino de su esposo hacia la corona. El rey es un anciano sin hijos varones, por eso presiona a sus hijas buscándoles esposos que puedan servirles de herederos. Ellas preferirían elegir con más tiempo y Medea les propone una solución…

¿Y si pudieran rejuvenecer a su padre? Ella sabe de unos remedios mágicos que lo dejarían como nuevo y lo de las bodas no sería tan urgente… Las hijas de Pelias caen en la trampa y siguen las instrucciones de la maga. Hay que deshacerse de lo viejo antes de reponerlo, y eso incluye la sangre del rey. No hay que explicar que la “sangre fresca” nunca llegó al cuerpo yerto (y muerto) del rey Pelias.

Los argonautas regresaron victoriosos a sus hogares y Jasón y Medea ascendieron al trono, fueron felices y comieron perdices… ¿Eso creéis? Pues os equivocáis. Nunca una historia de amor acabó con tanto odio y dolor. Pero esta sí es otra historia y tal vez la contaremos otro día.