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El viaje de los Argonautas

El viaje de los Argonautas

Departamento de Griego. IES María Cegarra Salcedo. La Unión

En el reino de Yolcos Pelías ha usurpado el trono de Esón, su hermano. Jasón, el hijo del legítimo rey, vive lejos y es educado por Quirón, el más sabio de los centauros. Un oráculo advierte a Pelías que se guarde del hombre que se presente ante él con una sola sandalia.

El vellocino fue un carnero de oro que los dioses concedieron a los hermanos Heles y Frixo para facilitarles su huída de Grecia hacia Asia. Al morir el carnero su piel, tenida por mágica, se custodió en Cólquide.

Pasan los años y un buen día un joven, descalzo de un pie tras cruzar un río, se presenta ante el rey y reclama el reino diciendo ser Jasón, el heredero legítimo. Pelías reconoce a su sobrino e intenta alejarlo proponiéndole que demuestre su valor en una gran aventura: recuperar el Vellocino de oro.

El joven príncipe acepta el reto: prepara un gran viaje haciendo construir una nave capaz de afrontar todo tipo de peligros: la ARGO. Para tripular la Argo acuden héroes de todas partes de Grecia, los escogidos pasarán a la historia como los “Argonautas”: Heracles, hijo de Zeus, y su compañero Hilas, el mítico músico Orfeo, los hijos del viento Bóreas, los gemelos Cástor y Pólux, Peleo, el padre de Aquiles, Meleagro y más… casi toda la generación anterior a la guerra de Troya.

La expedición tiene un largo viaje por delante: desde Yolcos en el Peloponeso hasta la Cólquide en la ribera oriental del Ponto Euxino, un viaje por mares y tierras desconocidas y quizá hostiles. Habrán de atravesar el mar Egeo, cruzar el Helesponto, el estrecho donde la joven Heles cayó al mar, entrar en el mar Euxino, que por ser muy salado era muy peligroso para la navegación, y alcanzar la muy lejana y bárbara región de Cólquide.

Una de las primeras escalas la hacen en la isla de Lemnos donde son bien acogidos por una población exclusivamente de mujeres. Afrodita, irritada por la soberbia de las hermosas lemnias, las ha castigado alejando a sus hombres con la pestilencia de las mujeres. Los argonautas, de olfato más tolerante, les hacen y reciben unos cuantos “favores” y abandonan la isla días después, habiendo colaborado desinteresadamente en su repoblación.

Necesitados de nuevo de agua dulce, se detienen y envían a Hilas, compañero muy querido de Heracles, en busca del preciado líquido. Las ninfas de la fuente, enamoradas de la belleza de Hilas, lo atraen hacia las aguas y el joven muere ahogado. Heracles, enloquecido de tristeza por haber perdido a su amigo, abandona la expedición.

Jasón debe encontrar al adivino ciego Fineo para que le muestre el camino. Fineo está condenado a hambre y sed ya que, aunque dispone de comida y bebida, cada vez que intenta alcanzarla, las malvadas harpías, mitad mujer mitad pájaro, ensucian los alimentos y acosan al anciano torturándolo. Dos de los argonautas, Cálais y Zetes, voladores hijos del viento del norte, persiguen a las harpías hasta ponerlas en fuga definitivamente. Fineo, agradecido, advierte a Jasón de los peligros de las Simplégades, las errantes Rocas Azules.

Las Simplégades se mueven para atrapar a los barcos que intentan cruzar. Jasón, siguiendo el consejo de Fineo, suelta una paloma; cuando la paloma consigue atravesar los acantilados, aun perdiendo las plumas de la cola, la Argo a todo remo se enfrenta a las rocas. El esfuerzo de los Argonautas se ve recompensado, aunque se pierden algunos hombres y la nave tiene serios daños en la popa que habrán de ser reparados.

Tras muchos días de viaje por el peligroso Ponto Euxino, la Argo arriba a la Cólquide donde reina Eetes, hijo del Sol. El rey recibe la solicitud del vellocino con asombro: quien quiera llevárselo tendrá que afrontar la más terrible prueba: uncir al yugo dos toros con aliento de fuego, labrar con ellos un campo y sembrar los dientes del dragón de Cadmo. Jasón se siente desfallecer pero los dioses juegan a su favor y la joven hija del rey, la hechicera Medea, se ha enamorado de él y está dispuesta a ayudarlo con todas sus artes.

Protegido por un ungüento mágico que le proporciona Medea, Jasón consigue vencer a los toros y a los guerreros que nacen de los dientes del dragón: el vellocino es suyo por derecho. Pero hay que conseguirlo. La piel dorada del cordero está colgada de un árbol que custodia un dragón que nuca duerme. Nunca hasta que Medea lo envenena abriéndole paso libre a Jasón hasta el triunfo.

La Argo emprende el viaje de regreso a Yolcos perseguida por los barcos de Eetes, pero esa es otra historia.

Una vez conseguido el Vellocino Jasón ha de escapar. Eetes no tiene la menor intención de dejarlo salir de la Cólquide, pero la joven Medea está alerta, facilita la fuga de los Argonautas y se embarca ella también en la Argo junto a su hermanito Absirto.