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Justiniano llegó al trono del Imperio romano de oriente en el año 527. Su programa se basaba en las ideas de unidad y romanidad. La unidad implicaba reconquistar Occidente, después de vencer a los reyes germanos y la romanidad, recuperar los territorios que habían integrado el Imperio romano, especialmente la ciudad de Roma. Durante el gobierno de Justiniano, Constantinopla alcanzó un gran esplendor arquitectónico y urbanístico, que se puso de manifiesto en la construcción del palacio y de la basílica de Santa Sofía.

El territorio del imperio comprendía la península balcánica, Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto.

Recopilación de las constitucionales imperiales y de todas las disposiciones vigentes, eliminando lo que había caído en desuso. Adicionalmente, se basaba en el Derecho Romano.

Influido por las monarquías orientales, Justiniano se convirtió en un monarca teocrático e intervenía en los asuntos de la Iglesia. Esta subordinación de la Iglesia al poder político se denomina cesaropapismo.

La economía bizantina fue mayoritariamente agraria. Las grandes propiedades agrícolas estaban en manos de la Iglesia y de la aristocracia, pero también había pequeños propietarios que, con el correr de los siglos, desaparecieron al incorporarse a los grandes dominios como colonos.

En los mercados de Constantinopla y de otras ciudades del Imperio se podían hallar productos de zonas muy diversas, como, por ejemplo China, Persia y la Península Ibérica. Constantinopla fue la más rica, poblada y bella ciudad de la Edad Media; a ella llegaban millares de comerciantes. Su puerto era un punto obligado para las embarcaciones europeas y asiáticas.

La moneda bizantina, el besante, fue aceptada en todos los mercados de la Edad Media hasta el siglo XI.

Detrás de los enfrentamientos estaban los patriarcas orientales, que ambicionaban convertirse en jefes de una Iglesia separada de Roma. Los patriarcas eran los obispos de Constantinopla y, más tarde, se convirtieron en la cabeza del sector oriental de la Iglesia. Este fue el comienzo de la rivalidad entre los obispados de Roma y Constantinopla. La enemistad se mantuvo hasta el año 1054, cuando se produjo el cisma de la Iglesia que fue la división de la cristiandad en católicos apostólicos romanos, obedientes a la Iglesia de Roma, y católicos ortodoxos griegos, obedientes a la Iglesia bizantina. La influencia religiosa de Roma se extendió sobre toda Europa occidental, mientras que la de Constantinopla abarcó una gran parte de Europa oriental, el Imperio bizantino y la actual Rusia.

Esta lucha marcó una profunda división entre quienes apoyaban la veneración de iconos, imágenes religiosas, y quienes las prohibían. La gente solía acudir a los monasterios para llevar ofrendas a las imágenes, buscando una respuesta para sus preocupaciones. Decidido a reformar la vida religiosa del Imperio y a reducir el poder de los monasterios, el emperador León III prohibió el culto a las imágenes. Al rechazar las imágenes, el emperador se ganó la oposición de muchos fieles y también de los monasterios, que perdían esa fuente de ingresos y de propaganda religiosa.

La civilización bizantina fue profundamente cristiana, pero el cristianismo era visto de una forma diferente en el Imperio y en la Europa occidental romano-germanizada.

La catedral de Santa Sofía fue construida entre los años 531 y 537. Era una iglesia coronada por una inmensa cúpula de 55 metros de altura. Sus paredes estaban recubiertas de mármol y de bellos mosaicos que deslumbraban a los visitantes por su riqueza y elegancia. Símbolo de la cristiandad ortodoxa, esta iglesia fue convertida en mezquita tras la conquista de Constantinopla por los otomanos en 1843. Tras una completa restauración, se inauguró como museo en 1935.

Tras la muerte de Carlomagno, la debilidad imperial obligó a ceder su poder a los condes y marqueses para obtener su apoyo. A Carlomagno lo sustituyó su hijo Luis el Piadoso, quien por medio del Tratado de Verdún en el año 843, dividió el Imperio en tres partes para repartirlos entre sus hijos: ■ Luis el Germánico. Obtuvo las tierras al este del río Rhin, es decir, la Francia oriental o Germania. ■ Carlos el Calvo. Recibió la Francia occidental que corresponde, aproximadamente, a la actual Francia. ■ Lotario. Adquirió el título imperial y el territorio situado entre los de sus hermanos, conocido como Lotaringia.

Los laboratores eran fundamentalmente los campesinos, encargados de producir y suministrar el alimento para sí mismos y para la sociedad.

Los bellatores eran los hombres que debían proteger a la población con sus armas.

Los oratores eran los integrantes del clero. Con sus oraciones buscaban salvar las almas de la sociedad.

Carlomagno contaba con unos funcionarios especiales, los missi dominici. Eran dos enviados del emperador que vigilaban, en su nombre, las actuaciones de los condes y obispos más poderosos.

Las marcas eran territorios fronterizos para defender al imperio de las agresiones exteriores. A su cargo había un marqués.

Los condados solían corresponder al territorio de la ciudad, eran dirigidos por los condes, que administraban la vigilancia, la justicia y los impuestos. De ellos dependían los tribunales y podían contar con otros oficiales menores a su cargo.