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Cuento virtual interactivo

Transcript

Apenas escucho el molesto ruido del despertador abro los ojos. Y digo molesto porque siempre interrumpe mis mejores sueños, pero esta vez no sé qué pensar. En el sueño que tuve, estaba estrangulando a un tipo, Jorge era su nombre. Un sueño loco ¿verdad? pero yo no lo veo así. Eso es porque yo, Guillermo Morder, soy el detective encargado del caso sobre “El mutilador de San Isidro”. El mayor caso de asesinatos hechos por una misma persona en este lugar. Luego de ver tantos cuerpos bañados en sangre y echándose a perder, soñar esto es lo común, eso creo. Además, no es que haya sido un mal sueño. No me malinterpreten, no es que me guste estrangular personas, solo que ese sujeto realmente es irritante. Miro el reloj del despertador. Divagué sobre mis pensamientos por mucho tiempo, así que me levanto y me dirijo al baño.

Abro la canilla, tomo mi cepillo, le unto dentífrico y comienzo a cepillarme. En lo que estoy cepillándome regreso a mi anterior pensamiento, sobre el mutilador de San Isidro. Cada vez que pienso en él me imagino a mi en la cima, como si fuese la caza perfecta para llevarle a mi tribu y me alaben. Así es, él es a quien estuve esperando todo este tiempo ¿Por qué? Estos últimos años he pensado en retirarme, pero no quería irme sin antes dejar huella, y ahí está el problema. Verán, en esta ciudad no ocurren crímenes que valgan la pena resolver. No son lo suficientemente llamativos para la prensa, o eso era hasta que apareció este asesino en serie “El mutilador de San Isidro”. Con su morbo de tajar a sus víctimas ya muertas, se ganó su fama. Esa es la razón por la que aún no me retiro, para atraparlo y obtener el reconocimiento que merezco. Además, todavía necesito mi placa. Sin dudas, esta “amiguita” me ha salvado de estar en apuros. Siempre que la tenga conmigo yo soy la ley y ellos criminales, por eso me hice detective. Terminé de cepillarme los dientes y comencé a lavarme la cara. Mi padre me enseñó que a donde quiera que vaya, voy a tener que pisar cabezas. Y entre más lejos quiera ir, más cabezas pisaré. Al ser de la policía, tengo licencia VIP para eso. Termino de lavarme la cara y salgo del baño.

Terminada esa larga reflexión en el baño, regreso a mi habitación para cambiarme y poder ir a desayunar. “Café González” me gusta ir ahí, siempre hay buena música y chicas lindas. Lo único malo de ese lugar es Jorge, realmente lo detesto. Abro mi placar, saco una camisa negra y unos jeans viejos. Luego de cambiarme, agarro mi arma y salgo del apartamento. Bajo de piso por las escaleras y llego a la recepción. Me percaté de lo sucio que estaba el lugar, como si estuviera abandonado ¿La de limpieza estará enferma? No le di importancia, solo salí y me dirigí a mi auto. Me subí al coche, lo encendí y me fui a desayunar. Una vez llego a mi destino, bajo del auto y me dirijo a la cafetería.

Al entrar, me atiende una de las chicas que trabaja ahí, evidentemente era linda. Ella toma mi orden, un café negro y medias lunas. Mientras disfrutaba de mi café, mi celular comenzó a vibrar, alguien me estaba llamando.-¿Quién jode tan temprano? Cuando veo la pantalla de mi celular contesté de inmediato.

-Buenos dí... -¿Hacia dónde me dirijo? Una pregunta seca que cortó con su forzada amabilidad, ya sabía la razón detrás de su llamada. -Washington 690. -Estoy en camino.

Dicho eso, cuelgo la llamada, dejo propina debajo de la taza y me marcho. Antes de que saliera, la misma chica que me atendió me detuvo con su pregunta. -¿Ya te vas? Realmente no sé qué esperaba que respondiera al haberme visto dirigiéndome a la salida. -Lo siento linda, asuntos laborales. No creerás lo que me tienen haciendo. Listo, ya te di tu cumplido. Ahora déjame en paz. -Es una lástima, no se pudo terminar su café. Que tenga un buen día. Sin responder a su motivación barata, dejo el lugar. -Qué raro, hoy no vi a Jorge. Me detuve un segundo y murmuré eso a mí mismo, pero no le di más importancia. Rápidamente me subo a mi coche, lo enciendo y me dirijo a la dirección que me dio este sujeto ¿Quién es? Un novato del equipo de forenses, con un poco de intimidación lo convencí de que me informe sobre los cadáveres que deja nuestro querido mutilador.

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Llegué a Washington 690 y ahí estaba la policía, poniendo las cintas para que nadie entre a la escena del crimen. Creo que es hora de que esta placa haga su trabajo. Los policías apenas la ven me abren paso y ahí me encontré con el sujeto de la llamada, Ricardo. -¿Y qué tenemos acá? -Nada diferente a las otras veces. La víctima fue estrangulada hasta morir y luego le abrieron el estómago con unas tijeras. -¿Tijeras? ¿Puedo verlas? -Lamentablemente no, se las llevaron para analizar. Pero recuerdo que tenían escrito “Basami”, debe ser la marca. ¿Con que “Basami” eh? creo que se dónde las venden. -Eso es todo por hoy, hasta luego. Habiendo dicho eso, me largue de ese lugar. -¿Che a dónde vas? Hice como si no lo hubiera escuchado, no tengo tiempo que perder. Subo a mi coche y arranco a toda máquina ¿A dónde voy? Fácil, hay un almacén en donde venden esas tijeras, seguro que de ahí salieron las mismas tijeras del crimen, deben tener cámaras que muestren al asesino. Una vez llego al almacén, estaciono enfrente, bajo del auto y entro. Parece que el que atiende es alguien nuevo.

-Buenas, soy el detective Guillermo Morder y estoy aquí por una investigación. -¿Ah-h, en serio? -Tal cual, así que le pido amablemente que me muestre las cintas de sus cámaras de seguridad. -D-disculpe señor, va en contra de las reglas que le muestre las grabaciones de seguridad a un cliente. -No soy un cliente, no vine a comprar nada. Solo muéstrame las cintas. -Pero señor, no pue… Golpeo fuertemente el mostrador. -A ver si entiendes, estoy en medio de un caso muy importante y necesito verlas. Hay un maldito asesino loco ahí afuera y alguien tiene que detenerlo. Así que o me muestras las cintas o te parto tu estúpida cara. -S-Señor, si si-sigue así, tendré que llamar a... Agarro al cajero del cuello y comienzo a estrangularlo. -¡¡¿A QUIÉN VAS A LLAMAR?!! El cajero trataba de decir algo, pero le era imposible. Su cara comenzó a tornarse azul por la falta de oxígeno. -¿Sabes quién soy yo? Soy la ley y puedo hacer lo que se me da la gana, así que muéstrame las cintas o será peor. Escucho que alguien estaba hablando por teléfono .

-Si, está completamente loco, vengan rápido. Luego de decir eso, la persona salió corriendo del almacén. Aparentemente llamó a la policía, que fastidio. Suelto al cajero, ahora tengo que pensar una excusa para salir de esta. -Te salvó la campana, pero no creas que se termina acá. Vendrás conmigo, te ganaste una detención. No parece haberme escuchado. Fue cuestión de minutos hasta que las luces de la patrulla de policías invadieran la entrada del almacén. Agarro al cajero, al parecer no le quedan fuerzas ni para mantenerse de pie. Con el cajero en una mano y mi placa en la otra salgo del almacén. -¡Policía, manos arriba! -No disparen, soy detective. Esta es mi placa. Un policía se me acerca. -Señor Morder, ¿es usted? -¿Quién más sino? -¿Hizo la llamada de recién? -No exactamente. Vera, dejé mi celular en el auto y pedí que alguien más llame. Pero ya está todo resuelto, me llevaré este hombre a la comisaría. -Uff, con qué era eso, se lo dejo a usted entonces. Un problema menos. Ahora, antes de llevar a esta basura, pasaré a buscar un abrigo, comienza a hacer frío

Intento subir el sujeto al auto, pero pesaba demasiado. Era como si quisiera llevarme un cadáver. Decidí dejarlo en el baúl, así aprenderá. Ya con el auto encendido, me dirijo a mi apartamento. Entré, subí las escaleras y vi la puerta abierta ¿Será la de limpieza? ¿O será un ladrón? Ante la indecisión saco mi arma y me dirijo a la habitación. Apenas entro, veo un hombre hurgando entre los cajones de mi ropa.-¡Quieto! Al gritar eso, el sujeto se dio vuelta de inmediato, mostrándome su rostro. Ahí lo supe. El era a quien he estado buscando todo este tiempo, la gloria se encontraba a un solo disparo.

Al haber pensado todo eso, gatillé sin dudar. Una, dos, tres, todas las veces que pude antes de dejar el cargador vació.

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-Uff, se acabó. O eso pensé, pero el hombre todavía seguía vivo. Entonces decidí matarlo con mis propias manos. Comencé a estrangularlo, pero seguía respirando. Me estaba desesperando. En lo que lidiaba con el asesino, escucho que alguien entra a la habitación. Cuando me volteo, veo que era uno de los policías que estaban en el almacén. Curiosamente apuntaba su arma hacia mí. -Ey idiota ¿Qué crees que haces? Baja esa arma y usa tu radio, acabo de capturar al pez gordo. El policía sacó su radio, pero no paró de apuntarme -¿Sos sordo? Te dije que dejaras de apuntarme -Pido refuerzos en calle 420. Tengo al asesino. -¿Cómo que “tengo”? ¿Tratas de robarte mi fama? Yo soy tu superior, yo encontré al asesino. ¡¡ASÍ QUE BAJA EL ARMA Y DAME LA MALDITA RADIO!! El policía agitó su arma enfrente mío, como si me estuviera advirtiendo. No me quedó otra, me abalancé hacia él. -¡¡SOY TU SUPERIOR Y TE ORDE… Antes de que pudiera terminar de darle la orden, una bala atravesó mi garganta. No fue un disparo, sino varios. Como si quisiera asegurarse de que yo muriera. Caí al lado del asesino, pero no logré verlo. En el momento en el que mi cabeza tocó el suelo desperté.

Me había quedado dormido después de cambiarme. Rápidamente, me levanto del suelo y corro hacia el cajón en donde guardo mi arma. La busqué con desesperación hasta que la encontré. Me alivié, pero solo fue la calma antes de la tormenta, sabía lo que sucedería. No, lo supe desde el momento en el que vi su rostro, ese rostro tan familiar. Tomé mi arma y me senté cerca de la puerta de mi apartamento. Ahora ellos vendrán por mí, vendrán porque no entienden. No entienden que hay un asesino suelto y yo debo capturarlo. Ellos no entienden que soy la ley y hay un asesino Ellos no…Soy la ley y hay… No entienden…la ley…un asesino No…soy la ley Yo soy…

Se escucha que alguien golpea la puerta.