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El fumador o fumoir era una estancia privada de uso masculino donde los hombres podían conversar, leer, descansar y, cómo no, disfrutar del tabaco en una atmósfera de confort y con una decoración generalmente inspirada en el mundo oriental. El enfoque temático de la sala nos acerca a la pintura orientalista, un género en auge durante el Romanticismo.

Objetos de fumador En el siglo XIX el tabaco era muy demandado por las clases altas como sustancia de consumo esencialmente recreativo y social. Fumar se convirtió en un hábito masculino asociado al lujo y a lo exclusivo. La manera de consumir tabaco se diversifica, dando lugar a un sinfín de objetos: lujosas tabaqueras o cajitas de rapé para aspirar el tabaco en polvo, pureras para los cigarros, pitilleras para guardar los cigarrillos ya liados, cerilleras, encendedores, cortapuros, boquillas... El cigarro o puro será el gran protagonista del panorama social decimonónico, considerado de buen tono entre los elegantes y los artistas. Sin embargo, desde finales del siglo XIX va a compartir su popularidad con el cigarrillo. elegantes y los artistas. Sin embargo, desde finales del siglo XIX va a compartir su popularidad con el cigarrillo.

Genaro Pérez Villaamil Paisaje oriental con ruinas clásicas 1842 Tradicionalmente se ha señalado que la pintura orientalista española arranca con Genaro Pérez Villaamil. Sus cuadros de asunto oriental se enmarcan dentro de una concepción paisajista de influencia británica, sobre todo del pintor escocés David Roberts. Villaamil nunca viajó a Oriente, por lo que su obra representa un orientalismo fantástico inspirado en los restos arqueológicos y en las ilustraciones de los libros de viajes del siglo XIX. En sus panorámicas imaginarias, como este Paisaje oriental con ruinas clásicas, destacan, junto a los nómadas del desierto que aportan el componente pintoresco, las ruinas de la Antigüedad clásica como evocación de un pasado esplendoroso ya desaparecido.

Manuel Barrón Los Reales Alcázares de Sevilla 1846 Durante el Romanticismo, España -y Andalucía en particular- se pondrán de moda fuera de nuestras fronteras por el poderoso atractivo que suponía su antigua herencia musulmana y por la proximidad geográfica de Marruecos. Se origina así un itinerario alternativo al tradicional Grand Tour británico del siglo XVIII, el Spanish Tour, que instaura el mito de al-Ándalus, del que sin duda fueron creadores los viajeros ilustrados británicos que iniciaron este periplo hispano. Las monumentales obras maestras de la arquitectura islámica, como la Alhambra de Granada o los Reales Alcázares de Sevilla, aquí representados por Manuel Barrón, fueron objeto de culto para escritores y artistas a lo largo del siglo XIX. Si quieres saber más sobre el Spanish Tour del siglo XIX: http://bit.ly/1lhjBKd

Francisco Lameyer Escena en el desierto ca. 1863 La búsqueda de evasión en tierras lejanas y lugares exóticos es un rasgo fundamental del Romanticismo que va a encontrar su expresión en la pintura orientalista. Se instaura así una visión pintoresca de Oriente, teñida de exotismo, sensualidad y misterio, que hará volar la imaginación del público europeo. Dentro de la corriente orientalista española destacó de manera notable Francisco Lameyer, uno de los pocos pintores de nuestro país que conoció Oriente y el Magreb. Influido por su admirado Delacroix, realizó obras de una expresividad enérgica y un colorido intenso. Lameyer aborda esta Escena en el desierto, un tema poco frecuente en la pintura orientalista española, desde postulados cercanos al realismo. Si quieres saber más sobre el orientalismo en las colecciones del Museo mira este álbum: http://bit.ly/1fvwsOK

Puf ca. 1890 El fumoir debía ofrecer al dueño de la casa algún aliciente más que un simple lugar para retirarse a fumar, jugando un papel importante la decoración. Esta reflejaba la fascinación por Oriente mediante la utilización de ricos textiles de estilo árabe en las paredes, alfombras y muebles bajos y confortables como el puf. Desde el punto de vista tipológico, el pouf (o puf) surge en Francia hacia 1845, como asiento adecuado a la moda femenina de amplias faldas, y también, dada su ligereza, para la comodidad masculina. El hecho de que este mueble en particular presente el asiento inclinado evoca su eventual función de apoyo para la pierna con el fin de calzarse con mayor comodidad.