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LA CRISIS DEL IMPERIO ROMANO

la Anarquía militar

La migración de los Barbaros

Problemas económicos

La restauración del poder Imperial

Cristianismo

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El emperador Costantino

El debilitamiento de la autoridad y la disciplina, así como el desplazamiento de los ejércitos romanos, dejaron desprotegidas las fronteras. Esto permitió la incursión de los pueblos germanos, que se desplazaron desde el norte y el este de Europa hacia el sur. Aumento de la población y difíciles condiciones de vida

El fin de la expansión romana desencadenó una crisis económica. El Estado ya no contaba con las riquezas obtenidas durante las conquistas militares. Para mantener el aparato burocrático y pagar los ejércitos, debió aumentar los impuestos. Los campesinos comenzaron a rebelarse contra la presión fiscal, se reclutaron más tropas para imponer el orden, generando a su vez, un mayor aumento de los gastos del Estado. Por otra parte, la disminución del comercio y la vida política en las ciudades, llevó a muchos habitantes a trasladarse a sus propiedades rurales y a concentrar en ellas sus actividades, generando un proceso conocido con el nombre de ruralización. Sin embargo, las invasiones arruinaban campos y cosechas; las comunicaciones se interrumpieron y muchas ciudades eran saqueadas.

La crisis comenzó a ceder con la llegada del emperador Diocleciano, en el año 284. Para mejorar la defensa y la administración de los territorios, y para solucionar el problema de la sucesión imperial, Diocleciano planeó efectuar una reforma, por la cual el Imperio se dividiría en dos grandes regiones: Oriente, con capital en Bizancio, y Occidente, con capital en Milán. Además, estableció como nuevo sistema de gobierno la tetrarquía, es decir, un gobierno de cuatro personas. Según la reforma que Diocleciano intentaba implementar, cada una de las partes del Imperio quedaba gobernada por un emperador, con el título de Augusto, el cual era asistido por un César. Después de 20 años, el Augusto debía renunciar para dar paso al César. Esta reforma político-administrativa se complementó concentrando todos los poderes en manos del emperador. El Senado y los magistrados perdieron toda autoridad. Diocleciano adoptó el título de Señor y se proclamó hombre sagrado, razón por la cual esta época se conoce con el nombre de Dominado. Durante su gobierno se restauró el orden, se frenaron las invasiones y se reanudó la construcción de obras públicas en todo el Imperio. Sin embargo, tras su abdicación, en el año 305, se desataron nuevas luchas por el poder. La división del Imperio en Oriente y Occidente se llevó a cabo de forma definitiva en el año 395 cuando el emperador Teodosio, entregó las dos partes del Imperio a sus hijos.

El debilitamiento de la autoridad y la disciplina, así como el desplazamiento de los ejércitos romanos, dejaron desprotegidas las fronteras. Esto permitió la incursión de los pueblos germanos, que se desplazaron desde el norte y el este de Europa hacia el sur. Aumento de la población y difíciles condiciones de vida

Las características del ejército romano cambiaron al detenerse su expansión. Lentamente, las legiones dejaron de estar integradas por ciudadanos procedentes de la península Itálica y de las provincias más romanizadas como Galia y Macedonia. Los soldados se volvieron profesionales pues recibían un salario, y su misión ya no era extender las fronteras, sino protegerlas y mantenerlas estables.

El fin de la expansión romana desencadenó una crisis económica. El Estado ya no contaba con las riquezas obtenidas durante las conquistas militares. Para mantener el aparato burocrático y pagar los ejércitos, debió aumentar los impuestos. Los campesinos comenzaron a rebelarse contra la presión fiscal, se reclutaron más tropas para imponer el orden, generando a su vez, un mayor aumento de los gastos del Estado. Por otra parte, la disminución del comercio y la vida política en las ciudades, llevó a muchos habitantes a trasladarse a sus propiedades rurales y a concentrar en ellas sus actividades, generando un proceso conocido con el nombre de ruralización. Sin embargo, las invasiones arruinaban campos y cosechas; las comunicaciones se interrumpieron y muchas ciudades eran saqueadas.

Desde el siglo III el Imperio romano vivió una grave crisis. Las guerras civiles derivadas de la anarquía militar, las invasiones de pueblos extranjeros, los problemas económicos y los cambios religiosos como la aparición del cristianismo fueron sus causas más importantes.

Desde el siglo III el Imperio romano vivió una grave crisis. Las guerras civiles derivadas de la anarquía militar, las invasiones de pueblos extranjeros, los problemas económicos y los cambios religiosos como la aparición del cristianismo fueron sus causas más importantes.

Durante su expansión, los romanos habían practicado la tolerancia religiosa. Uno de los cultos que se extendió por el Imperio fue el cristianismo, proveniente de Judea en la región oriental del mar Mediterráneo. El cristianismo apareció durante el siglo I d.C. cuando Jesús de Nazaret comenzó a predicar el monoteísmo, la igualdad de todas las personas, la caridad y el amor al prójimo. Jesús fue considerado por sus seguidores como el Mesías que liberaría a los judíos de la opresión romana. Este hecho, sumado a su negativa a practicar el culto a los emperadores, propició su detención y posterior crucifixión por parte de las autoridades romanas de Judea. Luego de su muerte, los seguidores de Jesús continuaron predicando su doctrina y conformaron las primeras comunidades cristianas. El cristianismo se propagó entre los sectores menos favorecidos y, posteriormente, entre los sectores más cultos de la sociedad romana. Sin embargo, por no rendir culto al emperador, los cristianos fueron perseguidos, asesinados y obligados a vivir en catacumbas o galerías subterráneas.

La nueva crisis política se superó con el triunfo de Constantino en el año 306. Este emperador, reunifi có el Imperio y restableció el carácter hereditario del trono. Debido a que la importancia política y económica de Roma había disminuido progresivamente, al tiempo que se fortalecía la parte oriental del Imperio, Constantino decidió trasladar la capital de Roma a Bizancio, en el año 324, y nombrarla Nueva Roma de Constantino o Constantinopla.