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Transcript

Las casas burguesas tenían habilitada una sala de confianza o salita para recibir visitas, pues estas constituían uno de los rituales sociales más importantes de la clase media acomodada. La salita era, asimismo, una estancia reservada para el esparcimiento de la familia. El itinerario temático está dedicado a la pintura de paisaje, género que adquiere gran protagonismo en el Romanticismo.

Genaro Pérez Villaamil Paisaje romántico en el castillo de Gaucín, Málaga 1836 El Romanticismo va a considerar la pintura de paisaje como un género en sí mismo y no como mero telón de fondo para otros asuntos, convirtiéndose en un vehículo de expresión de los sentimientos del artista. Este paisajismo ofrece desde imágenes pintorescas de tono amable hasta visiones de una naturaleza sobrecogedora, sin olvidar el culto a las ruinas, la evocación de un pasado esplendoroso y el recuerdo de la fugacidad de la vida. Genaro Pérez Villaamil fue el paisajista romántico por excelencia. En sus cuadros, envueltos por una atmósfera de ensueño, predominan las vistas de interiores arquitectónicos, ruinas y monumentos, donde siempre aparecen grupos de personajes empequeñecidos ante el paisaje. Si quieres conocer otras obras de Genaro Pérez Villaamil que se conservan en el Museo del Romanticismo: http://bit.ly/1AKVcUA

Eugenio Lucas Naufragio en la costa 1855 En el paisaje del Romanticismo hay un concepto fundamental, el de lo sublime. Como sentimiento estético se identifica con una sensación de deleite, de desbordamiento de las emociones, frente a la inmensidad, lo inaprensible y los fenómenos naturales. El concepto de lo sublime aparece representado en esta obra de Eugenio Lucas que recoge todos los ingredientes del gusto romántico europeo, especialmente atraído por los naufragios en medio de tempestades como expresión máxima de la impotencia del ser humano ante el poder destructor de la naturaleza. El cuadro está ejecutado con gran maestría, como puede observarse en el tratamiento de los rompientes de las olas o en el magnífico celaje.

Sillón ca.1843-1868 Como lugar de recepción de visitas y escaparate de la posición social de la familia, la salita debía tener un mobiliario funcional pero elegante. La búsqueda de comodidad, no exenta de cierta ostentación, se traduce en la aparición de los muebles de estilo isabelino a mediados del XIX. Estos se caracterizan por las estructuras bien acolchadas, los tapizados y las formas curvilíneas. Esta espléndida sillería isabelina conserva la tapicería original de seda de color azul bordada con motivos vegetales y zoomorfos. Se trata de un conjunto muy lujoso porque, en un momento en el que la fabricación de muebles comienza a abaratarse, estas piezas fueron realizadas con maderas nobles como la caoba y el palosanto.

Pantalla de chimenea Segunda mitad del siglo XIX La chimenea fue, junto al brasero, el sistema de calefacción más utilizado en las viviendas burguesas a lo largo del siglo XIX. Normalmente ubicadas en las salas de uso social, las chimeneas eran un elemento básico de confort y el centro de las reuniones sociales y la vida familiar. Las pantallas de chimenea se empleaban para proteger a quienes se sentaban cerca del hogar del excesivo calor que desprendía el fuego y evitar que las pavesas quemaran las ropas o el suelo. Esta pantalla de formato rectangular y perfiles ondulados destaca por su decoración a base de roleos dorados, motivos florales e incrustaciones de nácar, un claro exponente del gusto filipino que estuvo tan de moda durante el reinado de Isabel II.

Reloj Mediados del siglo XIX En los abigarrados interiores burgueses el reloj ocupaba siempre un lugar privilegiado. A menudo se exhibía sobre la repisa de la chimenea. Además de organizar la rutina familiar y decorar la estancia, el reloj era esencial para controlar la hora de llegada de las visitas y la duración de las mismas. El Museo conserva una notable colección de relojes de sobremesa. Este ejemplar de bronce dorado de estilo Imperio, una tipología que surge en Francia durante el Neoclasicismo, presenta una escena que alude simbólicamente a la música mediante la figura de una dama que toca el piano distraídamente con la mano izquierda. A la perfección técnica de la maquinaria parisina se unen la esmerada construcción de la caja y la exquisitez decorativa.