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SAN PEDRO NOLASCO

Hace muchos años, exactamente en 1180, muy cerca de Barcelona nació un niño al que sus padres bautizaron con el nombre de Pedro.

Su padre se dedicaba al oficio de mercader, compraba y vendía hermosas telas por todo el Mediterráneo. Su madre era una mujer muy cristiana, que enseñó a Pedro a amar a Dios y al prójimo.

Muy pronto el pequeño Pedro aprendió el oficio de su padre, le encantaba ofrecer las hermosas telas que tenían en su tienda.

Pedro quería con todo su corazón al Señor, leía la biblia y visitaba todos los días la iglesia de su pueblo para rezar.

El amor a Jesús hacía que tuviera un corazón generoso. Pedro se preocupaba de las personas necesitadas, ayudaba a todos, especialmente a los más pobres.

Pedro comenzó a acompañar a su padre en sus viajes, sin embargo se da cuenta de una triste realidad que sufrían los cristianos: eran cautivos por su fe, en tierras musulmanas.

Pedro vendió todo lo que tenía, y partió a comprar la libertad de algunos prisioneros cristianos. Viajó muchas veces a liberar a los cautivos y muy pronto otros jóvenes se unen a él en sus viajes.

Pedro vivió una noche muy especial, entre el 1 y el 2 de agosto de 1218. La Virgen María se le apareció y le pidió que fundara una comunidad religiosa para la liberación de los cristianos cautivos.

El 10 de agosto de ese mismo año, en la Catedral de Barcelona se funda la Orden de la Merced. Pedro junto a otros compañeros reciben el hábito mercedario. Esta nueva comunidad recibió el apoyo del Rey Jaime I de Aragón, que estuvo presente en la fundación.

La Virgen de la Merced motiva a Pedro y a sus compañeros a dar la vida si es necesario, como Jesús en la cruz, por aquellos que están cautivos y en peligro de perder su fe.

La primera residencia de los Mercedarios fue a un costado de la Catedral de Barcelona, en el hospicio de Santa Eulalia, que acogía a los más pobres de la ciudad y después a los rescatados del cautiverio.

Pedro y sus compañeros, ahora Mercedarios, comienzan a trabajar por la liberación de los cautivos, recolectando dinero para rescatarlos.

Después organizan los viajes y parten a liberar a los cristianos, que eran esclavizados por su fe. Pedro y sus compañeros estaban dispuestos si faltaba el dinero, a cambiarse por los rehenes y a dar la vida, si era necesario, por la libertad de los cautivos.

El humilde Pedro Nolasco, antes de morir recibió con alegría la aprobación de la Orden Mercedaria en 1235 por el Papa Gregorio IX. A los 76 años, después de una vida consagrada a Dios y a los más necesitados, muere el 6 de mayo de 1256 rodeado del cariño de sus hermanos.

A lo largo de los años se fueron sumando más personas a la obra redentora. En 1265, la joven María de Cervelló recibió el hábito de la Orden de la Merced, naciendo así las Mercedarias, comprometiéndose con la oración y el trabajo por la redención de los cautivos.

El recuerdo de Pedro Nolasco como un fiel imitador de Jesús continuó no solo entre sus religiosos, sino también por el pueblo. La iglesia reconoció su Santidad, canonizándolo en 1628.

Y hoy, en nuestros días, mantenemos firmes el mensaje de Pedro Nolasco.

¡LIBRES PARA LIBERAR!