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CONSEJOS PARA escribir

pequeños grandes microrrelatos

Debes ser breve y conciso

El microrrelato es un historia de ficción muy breve, tan breve que apenas necesita unas líneas para ser contada (por norma general tiene entre cincuenta y doscientas palabras). El microrrelato ha de ser capaz de condensar una historia a pesar de no contar con muchas palabras. Esto no quiere decir que tengamos que resumirla. Más bien todo lo contrario: el microrrelato es tan solo la punta del iceberg de una historia mayor. Consiste en sugerir al lector para que sea él quien rellene los huecos, quien imagine todo lo que no contamos. Tenemos que encontrar el momento clave de la historia que ha de ser mostrado en el microrrelato. Si no tienes claro qué momento elegir para contar tu microrrelato, prueba con el clímax. ¿Cuál es el momento álgido de la historia? Seguramente con la respuesta podrás construir tu texto

Selecciona una escena o momento

Es posible que tengas una idea extensa para desarrollar en un microrrelato (por ejemplo, quieres contar cómo sucedió realmente la historia de las arcas de arena del Poema de Mio Cid). No lo cuentes en el microrrelato. Muéstralo a través de una escena concreta ( por ejemplo, el momento en el que el matrimonio judío descubren el engaño al abrir los cofres) que transmita, de alguna forma, la idea que persigues.

Precisa y usa la elipsis

Cuando tienes que causar sensaciones en el lector con tan solo un puñado de palabras, has de elegirlas bien. Intenta que no sobre ni falte nada, que cada palabra esté donde debe y que se trate de la palabra correcta. Busca sinónimos si hace falta, elige siempre la que evoque aquello que quieres transmitir, vigila la sonoridad del texto… Tendrás que revisarlo unas cuantas veces hasta alcanzar el resultado que persigues, pero al ser una narración tan breve, puedes dedicarle más tiempo. Tampoco debes usar muchos personajes o lugares, ni contar algo que transcurra en un largo espacio de tiempo. Se trata de lanzar una idea simple al lector, no hay tiempo para desarrollarla, así que usa el menor número de elementos posible.

Busca finales sorprendentes y sugerentes

El microrrelato tiene que dibujar en la mente del lector una escena evocadora, con mucha fuerza, y el final ha de impactarle de manera que su imaginación no se detenga ahí, sino que siga trabajando una vez haya concluido la lectura. Busca un final sorprendente, usa un giro final: un desenlace inesperado... No tiene que explicar todo lo que has leído anteriormente, e incluso puede que sea ambiguo. Otra solución es dejar un final abierto, una frase que invite a la reflexión o lanzar una pregunta al aire para dar al lector algo en lo que pensar.

Sé original

Si vas a escribir un microrrelato sobre algo conocido (un mito, una obra literaria, personajes de cine...), intenta buscar nuevos puntos de vista o nuevos enfoques: - La historia vista desde la perspectiva de un personaje secundario: Dulcinea opina sobre Sancho - Un encuentro entre personajes de diferentes obras: Sancho Panza se encuentra con Spider Man - Una superposición de momentos temporales diversos: don Quijote aparece en nuestra escuela - La explicación de los orígenes o la trayectoria de un objeto importante: los libros de caballería que leía Don Quijote Puedes incluir el humor o la ironía para darle un tono lúdico a tu texto

Revisa, edita y corrige

No intentes conseguirlo a la primera. El microrrelato es breve, pero requiere mucho trabajo. Escribe primero la historia lo mejor que puedas y luego revisa y recorta hasta que consigas esa pequeña pieza de relojería que es el microrrelato. No te olvides del título: si cada palabra cuenta, el título no podía ser menos. Es un espacio maravilloso que puedes emplear para aportar luz y nuevos significados sobre el texto. Trabaja también esta parte del microrrelato.

Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí. Augusto Monterroso

Doña Jimena, o la conquista de la libertad Rodrigo Díaz de Vivar, también conocido como el Cid Campeador, o simplemente el Cid, despertó de su sueño al entrar el alba por el pequeño ventanuco. Su esposa, doña Jimena, no se encontraba a su lado, lo cual desconcertó al Cid. Aprisa, bajó las escaleras, pero no la halló. Buscó en el establo, en el dormitorio de sus hijas, en la cocina... Allí encontró un pequeño sobre con una nota dentro. Esta decía: “Voy camino de la conquista de Granada. No me esperes despierto, llegaré tarde”

Babieca Allí estaba él, petrificado ante la impotencia de la casi derrota y el aspecto y actitud moribunda de su amo y fiel compañero, Rodrigo Díaz de Vivar. Rápidamente se irguió sobre sus cuatro patas; en sus lomos yacía el cuerpo casi sin vida del héroe Rodrigo. Empezó a galopar velozmente llenando de ánimos a sus compatriotas y derrotando a cuantos se interponían en su camino. Tras acabar con todos, Rodrigo lo único que pudo balbucear antes de morir fue: "Pensaba que te habías olvidado de mí"

Me condenaron por prestar servicio al desterrado. ¿Cómo podía yo saber, que el hombre que entró en mi herrería era el famoso Cid Campeador? Hice mi trabajo, herré su caballo y afilé su espada. Un buen caballero no escatima monedas en esos menesteres y el otoño ha sido aciago. Durante el juicio, mis argumentos cayeron en saco roto y yo en este agujero donde la sed y el hambre harán lo que ellos no osaron. Oigo a los soldados rondar por el adarve. Orinan sobre mí desde las alturas. Rezo para que sigan haciéndolo. La sed verdadera destierra el asco.

La leyenda de Tizona Existe una leyenda que cuenta la historia de una de las espadas del Cid. Dicha espada fue fabricada por un viejo hechicero que vivía en un pueblo de Burgos, Villadiego. Se llamaba Tizano y de ahí proviene el nombre de dicha espada. Cada vez que con ella se mataba a una persona, se hacía más poderosa. Al morir el Cid, Jimena se apoderó de Tizona y cabalgó muy lejos a lomos de Babieca. La espada encerraba demasiado poder; así pues, la escondió en una cueva de la Peña Amaya para que nadie se apoderara de ella.

Los tres folios que faltan Es sabido que al texto original del Cantar de Mio Cid le faltan tres folios. Así se encontró en el siglo XVIII en el convento de las Clarisas de Vivar. Parece ser que uno de ellos fue utilizado para sustituir el cristal roto de una ventana (los pergaminos son muy translúcidos y los monasterios muy pobres). Pero los otros dos, dicen las malas lenguas, fueron empleados para limpiar unos arenques por el popular método de, envueltos en materia porosa (papel o similar), presionar entre los goznes de la puerta. La historia está llena de miserias.

Un joven jardinero persa dice a su príncipe: ―¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán. El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta: ―Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza? ―No fue un gesto de amenaza ―le responde― sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo allí esta noche. Jean Cocteau