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Infografía

AIDA

SAMIA

SOLAF

LOS PEQUEÑOS REFUGIADOS SIRIOS

Samia tiene 10 años, habla con claridad. A pesar de que su familia es de Afganistán, ella y sus 8 hermanas nacieron en Pakistán como refugiadas. En el país oriental hay un millón y medio de refugiados registrados más otro millón, aproximadamente, que no lo están. La mayoría llegó en la década de los 80 y los 90 por lo que llevan más de 30 años en el país. En estas circunstancias, solo el 20% de los niños y niñas tenían la oportunidad ir a la escuela. Lamentablemente, en los últimos años los fondos se han visto recortados y el número de los que van ahora es anecdótico. Samia es una de las pocas afortunadas. Es feliz, aunque el hecho de saberse tan especial le hace sentir una enorme responsabilidad, tal vez demasiada para su corta edad.

LA HISTORIA DE SAMIA, UNA PEQUEÑA REFUGIADA

OTRAS HISTORIAS

Unicef estima que necesitará casi 3.000 millones de euros este año para atender a 48 millones de menores alrededor del mundo. Casi un cuarto del presupuesto se destinará a los refugiados sirios, mientras el éxodo de los rohingya dispara la ayuda a Asia meridional

BY ELENA

  1. Aída nació en Bosnia – Herzegovina, de donde tuvo que huir cuando estalló la guerra en los años 90. Ella, su madre y su hermana viajaron hasta la vecina Croacia para quedarse en casa de su abuela. Su padre se quedó en su casa para cuidar del hogar hasta que pronto fue saqueada y la gente se lo llevó todo.

Solaf es una niña siria que vive en un campo de refugiados en Jordania. Desde el refugio de aluminio que comparte con su familia, sueña con tener electricidad, una tele, una cama o con practicar su deporte favorito. Unos sueños que se dan por supuestos en muchos otros lugares y que muestran otra realidad que existe y que esta pequeña ha querido compartir con niños de su edad de todo el mundo.

Desde muy pequeña, Samia había querido ser atleta olímpica. Pero ella nació en Somalia, un país en guerra desde hacía muchos años. Allí, vivió entre las bombas y la miseria, en medio de un país derruido, sumido en la pobreza, sin apenas instalaciones para entrenar, donde cumplir su sueño no sería fácil. Tras mucho esfuerzo, al cumplir los 17 años, Samia consiguió ser una de los dos únicos atletas somalíes que competirían los Juegos Olímpicos de Pekín.