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Instrumentos múltiples

EVALUACIÓN EN

Evaluar no es calificar, evaluar es educar.

Evaluación del proceso

Evaluación del producto

Evaluación formativa

Evaluación competencial

Rúbricas: contratos transparentes de evaluación

Auto y metaevaluación

Evaluación entre iguales

Evaluación evolutiva

ABP

Tan importante es el camino como el viaje. En ABP, el docente es un observador del proceso de aprendizaje grupal y analiza el recorrido del grupo. Esto no quiere decir que la observación sea neutral, porque el docente es, también, dinamizador de la actividad del grupo; reconduce los desvíos de la ruta e integra a los que pierden el ritmo. Y el proceso queda reflejado, no sólo en la observación del docente, sino en el diario de aprendizaje del alumnado, en su portafolio que evidencia el trabajo realizado y, desde luego, en la puesta en escena del producto final.

El producto final es uno de los elementos de la evaluación, pero no el único. Llegar a la conclusión esperada no sólo depende del nivel de conocimiento del grupo sobre la materia de investigación, sino del acompañamiento que el docente haga del proceso. No se trata de averiguar quién es capaz de llegar a la meta sino de que todos lleguen a la meta. Y se trata de dar libertad en el formato: presentaciones, vídeos, documentos escritos, mapas mentales, dosieres transmedia... La uniformidad condiciona a la creatividad.

La evaluación no es una calificación numérica, tiene que conseguir que el aprendizaje se generalice. Una evaluación formativa persigue aprender del error, solucionarlo y seguir adelante con el objetivo de alcanzar la meta. Por eso la evaluación no es final, sino procesual y no acaba con el proyecto, sino con la escolarización.

El alumnado que trabaja por proyectos tiene que demostrar que es competente para investigar de forma autónoma, para reflexionar, para solucionar problemas, para aprender del proceso de aprendizaje, para expresarse oralmente, para trabajar de forma cooperativa, para... Por eso, la evaluación ha de ser competencial, porque los proyectos trabajan las competencias no los contenidos.

Si algo define a una rúbrica de evaluación es su carácter transparente. En el momento que se ha decidido el proyecto, el producto final y las preguntas clave, la rúbrica de evaluación ha de ser presentada, conocida y asumida por los participantes y sus familias. Conocer de antemano qué se va a evaluar y en qué medida, permite centrarse en ello, sin sorpresas y adquiere la categoría de contrato. Si la elaboración de la rúbrica es participativa, el compromiso es total.

El alumno lleva su propio diario de aprendizaje. Poco a poco se aprende a trabajar en él y a anotar lo aprendido, una vez reflexionado, las dificultades, los avances, lo que ha gustado y lo que no. Ese diario, junto con la autoevaluación del grupo, reflexionando sobre el proceso participativo son esenciales para aprender a aprender.

El momento de la exposición del trabajo al resto de la clase es crucial. Explicar lo aprendido es la máxima expresión del aprendizaje, porque sólo puede explicarse lo que se comprende. El resto del grupo-clase ha de fijarse en la exposición y valorar, en función de unos criterios previamente acordados, lo expuesto. Compararlo con su propia investigación y obtener, no sólo las conclusiones pertinentes sino aplicar su criterio valorativo.

En el aprendizaje por proyectos, los instrumentos, las técnicas y los momentos de evaluación son múltiples:

  • Las rúbricas.
  • La observación del docente.
  • El proceso y sus reconducciones necesarias, que no restan sino que suman si se consigue llegar a la meta.
  • El análisis del proceso, de los diarios de aprendizaje, del portfolio, de la presentación...

El aprendizaje evoluciona y la capacidad de trabajar por proyectos también. El concepto de recuperación se reconduce al concepto de evolución.