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La Cueva de Altamira es un yacimiento arqueológico con una de las representaciones más importantes de Arte Rupestre del Paleolítico. Fue descubierta en 1868, y consta de unos 270 m de longitud. Estuvo habitada cerca de 22.000 años, hace entre 36.000 y 13.000 años desde la actualidad. Contiene pinturas y grabados que representan animales, manos, humanos, signos misteriosos... Las representaciones más grandes son caballos, bisontes (125 y 170 cm de longitud) y una cierva (más de dos metros). Estas representaciones se conservan gracias a un desprendimiento de rocas hace 13.000 años, que destruyó y taponó la entrada, permitiendo que el ambiente interno mantuviera una alta estabilidad climática favorable para la conservación del arte rupestre. En 1985 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Para su conservación, se acordó en 2015 un régimen de acceso de 5 personas a la semana.

La Sala de los Polícromos es la que contiene el mayor número de representaciones polícromas (varios colores): bisontes y, en menor cantidad, ciervos, caballos y jabalíes. Para realizar las figuras, primero se grabó el contorno y se dibujó a línea negra con carbón, y más tarde se rellenaron con pintura roja o amarillenta. En algunos bisontes se marcó con pintura negra el cambio de coloración de su vientre o se usó carbón para detallar el pelo o la joroba. En esta sala destacan tres representaciones: 1. El Bisonte encogido: 2. La Gran cierva: 3. El Caballo ocre:

En la Sala de la Hoya encontramos varias cabras y una cierva; pero sin duda, la figura más destacada es este gran bisonte.