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Transcript

"No sabía nada de las guerrillas antes de unirme. Lo único que sabía era que vivían mejor que yo. Crecí en una finca en un área rural. Éramos muy pobres. Mi mamá abandonó nuestra familia, así que yo tuve que cuidar a mis hermanos menores. Mi papá era un buen hombre, pero no me daba ninguna libertad. Él no me dejó ir al pueblo. Él no me dejó ir a la escuela. Él no me dejó tener novio. Yo quería libertad y la guerrilla parecía mi única salida. Ellos solían pasar por la finca en sus Jeeps. Parecían poderosos. Incluso las mujeres usaban camuflaje. Un día, la guerrilla paró en nuestra finca para comprar pollos, y les dije que quería unirme. Solo tenía trece años. Me dijeron que llegara un punto específico a las 5:00 a.m de la mañana siguiente. Ni siquiera me despedí de mi papá. Me dijeron que no me era permitido volver a hablar con mi familia". Yo era la menor en el campamento. Al principio me sentí muy feliz. Ya no tenía que cocinar. Estaba viviendo nuevas experiencias. La guerrilla me enseñó reglas. Me enseñaron a usar armas. Me dijeron que estábamos trabajando por los pobres. Todo sonaba muy bien. Pero luego empezó el entrenamiento básico y era muy difícil. Empecé a extrañar a mi familia. Llegó el cumpleaños de mi papá y no podía dejar de pensar en él. Me mandaron a otro campamento porque mi papá me seguía buscando. Duré ocho años con la guerrilla. Vivíamos en las montañas. Dormía en el piso. No tenía salario. Las paleas eran constantes. El ejército nos bombardeaba día y noche. Y no hablé con mi familia por siete años enteros. Siempre me preguntaba qué había pasado con ellos. Finalmente fue demasiado y decidí desertar. La noche que deserté fue la noche más aterradora de mi vida. La guerrilla me hubiera matado si me hubieran descubierto. Me escapé en la mitad de la noche. Encontré una carretera y le pedí a un camión de aceite de Ecuador que me llevara. Traté de cruzar el límite, pero el ejército me arrestó. Pensé que era seguro que me iban a ejecutar. Pero me dieron la oportunidad de desmovilizarme. Lo primero que quise hacer fue ver a mi familia. Era muy peligroso volver a mi casa, entonces mandé por ellos. Pensé que mi papá me iba a alejar, pero estaba muy feliz de verme. Mis hermanas me dijeron que mi desaparición había sido muy dura para él. Se había enfermado mucho. Siempre viviré con ese arrepentimiento, pero pudimos pasar cuatro años juntos antes de que falleciera. He reconstruido mi vida desde ceros. Dejar la guerrilla fue como volver a nacer. No tenía habilidades. Había muchos prejuicios en mi contra. Tuve que trabajar como mesera y estudiar en las noches. Pero ya casi termino mi carrera en derecho. Y aunque sufrí mucho para llegar a aquí, finalmente tengo la vida que me imaginaba cuando era niña".

"Yo comencé a jugar cuando tenía 43 años. Pensé que era maduro, pero era tan vulnerable como un niño. Comencé a ir al casino una o dos veces los fines de semana. Era algo social. Solo jugaba a las cartas con mis amigos. Pero tuve buena suerte al principio y empecé a ganar. Y empecé a amar esto. No podía esperar para el fin de semana. Pronto empecé a ir durante la semana. Prefería trabajar en el turno de la mañana para tener toda la tarde para jugar. Abandoné todas mis responsabilidades. Una vez que comienzas a jugar te olvidas que tienes hambre, olvidas que tienes sed, incluso te olvidas que tienes una familia. Perdí el dinero para hacer mercado, el dinero del alquiler, todo. Ganar se sintió genial. Al perder me vi en la necesidad ganar. Me inventaba excusas cada vez que venía a casa con las manos vacías. Decía que fui asaltado o que no nos habían pagado esa semana en el trabajo. Finalmente tuve que vender mi coche. Perdí nuestra casa. Perdí a mi esposa. Habíamos estado juntos por veinte años.Yo daba por hecho que siempre estaríamos juntos. Lo único que no perdí fueron mis hijas. Un día me sentaron y me dijeron: «Papá, o dejas de jugar o abandona esta casa.» Y nunca volví a jugar. (Medellín, Colombia)

"Mi hermana fue asesinada cuando tenía doce años. Su esposo la mató por celos. Después de eso sólo quedamos mi mamá y yo. Dejé de estudiar. Me convertí en la oveja negra de la familia. Salí de la casa y seguí mi camino. Había una pandilla en el vecindario. Ellos me dieron un lugar para vivir. Me dieron trabajo. Me dieron marihuana y cocaína. Yo siempre estaba drogado. Mi trabajo era recolectar el dinero de los negocios locales. Éramos cinco los que hicimos las rondas. Cuando cumplí catorce años me dijeron que estaba listo para 'probar el cuchillo'. Había un tendera llamado María. Su marido era un 'pesado'. Siempre gritaba y nos llamaba hijos de *. Así que lo apuñalamos una y otra vez. Había sangre por todas partes. Tenía ganas de vomitar. Después me sentí vacío por dentro. Así que consumía más drogas. Y la forma en que lo veía era, si mi hermana fue asesinada, ¿por qué no otras personas mueren? Al menos así es que me he justificado siempre. (Bogotá, Colombia)

"Mi mamá me abandonó cuando era bebé. Mi papá me dejó cuando tenía siete y un año después empecé a trabajar como empleada doméstica. Mis primeras memorias son cocinando y limpiando. Cuando cumplí diecisiete, conseguí trabajo en una construcción. Conocí a un hombre mucho mayor ahí. Pensaba que él era muy guapo. Y era muy querido conmigo. Me traía flores, y manzanas, y naranjas. Si alguien era agresivo conmigo, él me defendía. Me hacía sentir completa. Fue la primera vez que de verdad me sentí feliz. Cuando descubrí que estaba embarazada, estaba muy emocionada por contarle. Pensé que finalmente podía tener una familia. Él siempre me dijo que quería estar conmigo. Pero cuando le di la noticia, me dijo: ‘Tengo esposa e hijos. Nosotros nunca podríamos estar juntos‘. Todavía me duele acordarme. Me dolío más que no tener papás".(Medellín, Colombia)