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B-17 Flying Fortress

EXPLORA SU INTERIOR

El martillo que aplastó a Hitler

JORGE GONZÁLEZ / M.P. VILLATORO

Un auténtico fortín con alas

Más que un avión, la Fortaleza Volante se convirtió en un símbolo de los EE.UU. Una representación de su resistencia ante el enemigo. Estos mastodontes aéreos fueron ideados para llevar a cabo bombardeos de precisión diurnos sobre objetivos militares industriales concretos y, posteriormente, regresar a la base sanos y salvos. Por ello, la nave fue diseñada para contar con una gran robustez y una alta capacidad de carga. El objetivo se cumplió y el resultado fue un aparato que, tanto en Europa como en el Pacífico, era capaz de seguir en vuelo aunque recibiera decenas de impactos de bala.

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Construcción robusta

Motores El B-17 modelo G (del que se construyeron más de 8.000 unidades) disponía de 4 motores Wright R-1820-97 radiales, con 1.200 h.p. en el despegue cada uno. Más allá de los datos técnicos, destaca que le otorgaban una velocidad de 485 km/h a 7.620 m de altura.

Fuselaje La construcción del fuselaje básico del avión era relativamente sencilla. El esqueleto de la Fortaleza Volante estaba elaborado mediante una serie de anillos fabricados en aleación de aluminio que se ubicaban uno tras otro. Estos quedaban unidos por tiras verticales elaboradas también en aluminio. Una vez que estaba terminado (se elaboraba en 4 secciones diferentes) se recubría con una piel que, como no podía ser de otra forma, también era de aluminio.

Alas Las alas se fabricaban utilizando como base decenas de piezas. Cada una de ellas contaba con unos listones centrales elaborados en aluminio. Estos se unían entre sí mediante largos tubos remachados. El resultado era una estructura ligera pero, a pesar de todo, sólida. De hecho, podía soportar una carga muchas veces superior al peso que se le exigía y, a su vez, podía absorber los disparos recibidos sin que el avión cayese en picado. Cada ala constaba posteriormente de un panel interior, uno exterior, además de varios más.

Cabina Estaba diseñada de manera lógica. Se buscaba que todos los instrumentos fueran accesibles de forma inmediata. El piloto y el copiloto de un B-17 disponían de una excelente visibilidad frontal y lateral en la cabina. Los instrumentos de vuelo más importantes (así como la radio) se situaban entre ambos para que -en caso extremo- pudieran ser utilizados por cualquiera de estos dos miembros de la tripulación. El espacio del que disponían era bastante amplio (nada que ver, por ejemplo, con el B-24, donde se convivía «mejilla con mejilla», según los historiadores).

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Armamento ofensivo y defensivo

Más que un avión, la Fortaleza Volante se convirtió en un símbolo de los EE.UU. Una representación de su resistencia ante el enemigo. Estos mastodontes aéreos fueron ideados para llevar a cabo bombardeos de precisión diurnos sobre objetivos militares industriales concretos y, posteriormente, regresar a la base sanos y salvos. Por ello, la nave fue diseñada para contar con una gran robustez y una alta capacidad de carga. El objetivo se cumplió y el resultado fue un aparato que, tanto en Europa como en el Pacífico, era capaz de seguir en vuelo aunque recibiera decenas de impactos de bala.

Bodega de bombas El principal cometido de los B17 fue bombardear masivamente las instalaciones militares e industriales de los nazis en suelo europeo. Las bombas más habituales eran las de propósito general con pesos por unidad de 250, 500, 1.000 y 2.000 libras (mayoritariamente las de 500 y 1.000 libras). La carga máxima para misiones de corto alcance (<400 millas) era de 8.000 libras y para misiones de largo alcance (4.500 libras). Se podía sobrecargar el aparato hasta las 17.000 libras, pero suponía un riesgo elevadísimo al reducirse drásticamente sus prestaciones de velocidad, maniobrabilidad y alcance.

"Barbilla" La gran innovación que trajo consigo el modelo G del bombardero B-17 fue la inclusión de una torreta en la parte delantera del aparato. Conocida como «barbilla» por su peculiar forma y estar ubicada en la parte inferior del morro, la posición incluía dos ametralladoras Browning M2 calibre .50 (12,7 mm.). Usualmente, el encargado de operarlas era el bombardero. Al menos, mientras no decidía donde arrojaría la Fortaleza Volante su carga. A su vez, en la proa había otras dos ametralladoras a cada lado del morro y una más (usualmente, calibre .30) en la punta del mismo.

Ametralladoras de cintura Las posiciones de la cintura del B-17 evolucionaron considerablemente desde los primeros modelos. En los momentos inciales, los artilleros disparaban ametralladoras calibre .50 (una cada uno, ubicadas respectivamente a babor y estribor) a través de dos ventanas abiertas. A su vez, en principio las armas estaban ubicadas una frente a otra, lo que dificultaba los movimientos de los combatientes a la hora de disparar. Posteriormente, estas se escalonaron para evitar los inoportunos golpes entre ambos tripulantes.

Torreta oval El pequeño artillero de bola (debía tener una escasa estatura para caber en aquel minúsculo cubículo) tenía a su disposición dos ametralladoras calibre .50 para acabar con los aeroplanos que buscaran derribar al B-17 atacándolo desde su parte inferior. La posición, de vital importancia, era vulnerable al fuego antiaéreo. Además, esta torreta traía consigo múltiples peligros. Uno de ellos se daba al tomar tierra ya que, si el tren de aterrizaje fallaba y el aparato se deslizaba a lo largo de la pista sobre la «barriga», la posición quedaba destrozada.

Torreta superior El modelo G del B-17 disponía de 13 ametralladoras Browning M2 calibre .50. A efectos prácticos era un arma automática, alimentada por cinta y enfriada por aire. Fue una de las más usadas por los EE.UU. Su efectividad hizo que, además de servir de apoyo a la infantería, fuese montada en vehículos (tanto terrestres como aéreos). Sus diferentes modelos eran letales tanto contra blindados muy ligeros como, en el caso que nos ocupa, aeroplanos. Las dos señaladas en el plano estaban ubicadas en la torreta superior y eran operadas por el ingeniero de vuelo.

Ametralladoras de cola Dos ametralladoras del calibre .50 ubicadas en la cola cerraban las defensas de los B-17. Esta posición era de las más determinantes durante el combate (para algunos historiadores, incluso, la de mayor importancia) debido a que los cazas de la Luftwaffe solían elegir la popa como su primer objetivo. Si el artillero de cola caía, o sino era efectivo, la Fortaleza Volante quedaba a merced del enemigo. A pesar de todo, este habitáculo (que no estaba presente en los primeros modelos) dio más de un calentamiento de cabeza a los alemanes. Todo a costa del frío que sufría el artillero, quien se pasaba una parte del viaje limpiando de escarcha su ventana.

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Blindaje para proteger a la tripulación

Además del blindaje repartido en puntos clave de la Fortaleza Volante (en verde en el plano), la tripulación portaba un casco metálico y el traje antifragmento elaborado por la empresa Wilkinson Sword. Aunque había diferentes modelos, en esencia estaba formado por un chaleco de lona en cuyo interior se ubicaban varias placas de manganeso. Estas tenían un milímetro de grosor y eran lo suficientemente resistentes como para impedir que las esquirlas provocadas por los impactos enemigos dañaran a sus portadores. Si la urgencia lo requería, los aviadores tiraban de la cinta roja que se ve en la imagen. De esta forma, las correas del armazón se abrían a la altura del hombro y de la cintura, dejando total libertad de movimientos.

Más que un avión, la Fortaleza Volante se convirtió en un símbolo de los EE.UU. Una representación de su resistencia ante el enemigo. Estos mastodontes aéreos fueron ideados para llevar a cabo bombardeos de precisión diurnos sobre objetivos militares industriales concretos y, posteriormente, regresar a la base sanos y salvos. Por ello, la nave fue diseñada para contar con una gran robustez y una alta capacidad de carga. El objetivo se cumplió y el resultado fue un aparato que, tanto en Europa como en el Pacífico, era capaz de seguir en vuelo aunque recibiera decenas de impactos de bala.

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Diez hombres con un cometido... o varios

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Más que un avión, la Fortaleza Volante se convirtió en un símbolo de los EE.UU. Una representación de su resistencia ante el enemigo. Estos mastodontes aéreos fueron ideados para llevar a cabo bombardeos de precisión diurnos sobre objetivos militares industriales concretos y, posteriormente, regresar a la base sanos y salvos. Por ello, la nave fue diseñada para contar con una gran robustez y una alta capacidad de carga. El objetivo se cumplió y el resultado fue un aparato que, tanto en Europa como en el Pacífico, era capaz de seguir en vuelo aunque recibiera decenas de impactos de bala.

Ingeniero de vuelo

Artillero de babor

Artillero de bola

Bombardero

Copiloto

Artillero de estribor

Artillero de cola

Comandante-piloto

Navegante

Operador de radio y de radar

Memphis BelleUna tripulación de leyenda

Entre las tripulaciones asignadas a los bombarderos la moral era más que baja. No era para menos. En enero de 1943, tras llevar a cabo las primeras incursiones sobre Alemania, la USAAF ya había perdido 42 de sus «Fortalezas Volantes» (un 13% del total). Para aumentar el ánimo de los hombres se tomó una medida curiosa: cualquier tripulación que superara las 25 misiones de bombardeo se habría ganado su vuelta a casa. Eso era bastante pues -en condiciones normales- solía haber entre un 10 y un 15% de bajas por salida. El B-17 más famoso que logró este objetivo fue el «Memphis Belle» (aunque no el primero). Para entonces había lanzado 60 toneladas de bombas y había recorrido 32.000 kilómetros en combate.

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